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La OCDE desmonta los grandes mitos sobre la educación española

El coste por alumno es superior a la media de la UE y los profesores cobran más, pero los resultados no son buenos.

El coste por alumno es superior a la media de la UE y los profesores cobran más, pero los resultados no son buenos.
Manifestación contra la Lomce, el pasado mes de mayo, en Madrid. | Cordon Press

Bastante cara, no muy eficiente y más bien injusta. Así podría definirse la educación española si hacemos caso a los datos incluidos en el informe Panorama de la Educación 2013 de la OCDE que este martes se ha presentado en Madrid.

Sin embargo, a pesar de todas las deficiencias que muestra este estudio, cada vez que se presenta una reforma educativa profunda, como la que en estos momentos promueve José Ignacio Wert, la unanimidad en contra los cambios es casi absoluta por parte de partidos políticos, sindicatos, rectores, agrupaciones de profesores y estudiantes...

Lo cierto es que la comunidad educativa reclama constantemente "mejoras" en la escuela y la universidad española. Pero es sólo una petición genérica. ¿Quién se va a oponer a que las cosas "mejoren"? Pero luego, cuando llega el momento de aplicar una medida concreta, la respuesta también es monocorde: No.

Además, para defender sus argumentos, recurren a algunos grandes mitos, afirmaciones políticamente correctas y aparentemente intocables: el problema es de falta de financiación, la culpa es de los recortes o necesitamos más licenciados para impulsar la economía. La realidad y las cifras, sin embargo, desmienten los tópicos.

Más gasto que resultados

Desde siempre, la principal queja es que España gasta poco en educación. Eso explicaría sus malos resultados en las pruebas internacionales como el informe PISA, en el que tradicionalmente los estudiantes españoles obtienen calificaciones muy por debajo de los alumnos de los países de nuestro entorno.

Pues bien, habrá que buscarse otra excusa, porque el problema no es de dinero, sino de cómo se gasta. Según los datos de la OCDE, las administraciones públicas españolas dedican 7.293 dólares al año por alumno de Educación Infantil, 9.559 dólares en Educación Secundaria (FP y bachillerato) y 11.925 dólares en Terciaria (FP superior y universidad). De media, cada estudiante le cuesta al Estado 9.608 dólares al año (7.390 euros al año).

Pues bien, todas estas cifras son superiores tanto a la media de la OCDE (una organización que agrupa a los 34 países más desarrollados) como a la media de la UE-21 (los estados comunitarios que también forman parte de la OCDE). Así, el gasto medio en primaria en la OCDE es de 6.725 dólares, de 8.412 dólares en secundaria y 11.382 dólares en terciaria.

En ocasiones, se ofrece el gasto en educación en España en función del PIB. Y es cierto que esta ratio es algo inferior en nuestro país a la media de la OCDE (5,6% frente al 6,3%). Pero no es por los recortes, sino simplemente porque hay menos alumnos, ya que en las últimas dos décadas, la tasa de natalidad se ha hundido. Pero el gasto por estudiante (que es lo importante) sí está en niveles comparables a los de los países europeos. De hecho, como hemos visto, está por encima.

Si se compara el gasto por alumno en función del PIB per cápita la conclusiones son similares. España está por encima de la media de la UE-21 y la OCDE, con un 30%, en este apartado, nos encontramos entre dos países tradicionalmente bien clasificados en los ránking educativos como Suecia y Japón.

Habrá quien diga que los datos del informe son de 2011, antes de los recortes. Y es cierto. Pero los últimos resultados de PISA también lo son. Es decir, el incremento en el gasto público en la época de bonanza no sirvió para acercar a España a los países de su entorno. Tomando un índice de 100 para el año 2005, España gastaba en educación obligatoria (primaria y secundaria) 87 en el año 2000 y 113 en el 2010: 26 puntos de incremento. En realidad, desde 1990 hasta 2010, el gasto por alumno se dobló y no parece que la calidad del sistema se doblase en consonancia.

Estos resultados son consistentes con lo apuntado en PISA. Los autores de este estudio dejaron claro en su última edición que una vez alcanzado un nivel de gasto mínimo (que todos los grandes países occidentales cumplen) el rendimiento de un sistema educativo no depende de cuánto más se gaste, sino de cómo se haga. Es decir, el problema de España no es de coste, es de diseño del modelo.

Los maestros, lo más importante

Todos los sistemas educativos que funcionan se basan en un gran cuerpo de profesores. En esto coinciden los principales estudios: si quieres tener una buena escuela, tienes que contratar, formar e incentivar a sus maestros. El mito no es ése. El mito en España es que se trate mal a los profesores o que trabajen en peores condiciones que en otros países.

En lo que más importa a los profesionales del ramo, su sueldo, no parece haber muchos motivos de queja. La retribución inicial media (siempre en paridad de poder adquisitivo) es de 35.881 dólares (unos 27.600 euros), por 28.854 dólares de media en la OCDE y 29.123 dólares en la UE-21. Sólo en EEUU, Alemania y Holanda cobran los nuevos maestros más que en España. Y la misma tendencia se puede observar en los profesores con 15 años de experiencia y los que cobran el máximo nivel de la escala.

De hecho, España sí ocupa el primer puesto en una lista dentro de este informe. Como puede verse en el siguiente gráfico, la ratio de retribución entre el profesorado y el licenciado universitario medio es la más alta de los países analizados. Así, un maestro de secundaria español cobra un 40% más que sus compatriotas con otra titulación terciaria y un maestro de primaria un 23% más. Mientras, en la OCDE, lo normal es que los profesores de secundaria cobren un 11% menos que los licenciados de su país y los de primaria un 18% menos.

Del mismo modo, el tamaño de la clase tampoco parece un factor determinante. En España, el número de alumnos por aula en primaria es de 20,1, por debajo de la media de la OCDE (21,3) y casi al mismo nivel que la UE-21 (19,9).

Y en la clasificación del tamaño estimado (tiene en cuenta el número de materias a las que asiste cada alumno) la proporción es incluso mejor. En primaria, por ejemplo, el número de alumnos por profesor es de 13,1 frente al 16,1 de media en la OCDE y la UE-21.

La pregunta que hay que hacerse es por qué entonces los colegios españoles no acaban de funcionar. Y la respuesta habrá que buscarla en los incentivos que ofrece a sus maestros, su forma de organización o el modelo educativo general, pero no en los sueldos que les pague o en el número total de profesores.

¿Hacen falta universitarios?

Otra de las afirmaciones más o menos recurrentes que se realizan es que España necesita más licenciados para impulsar la economía. Falso. Según este estudio, la realidad es que estamos entre los países de Europa con más universitarios, una situación habitual en las últimas décadas. En el informe se puede ver cómo entre todos sus habitantes de entre 25 y 64 años, un 32% tienen Educación Terciaria, la misma media que en la OCDE y un poco superior a la de la UE-21, que baja al 29%.

Mientras, esta situación cambia exponencialmente cuando hablamos de Educación Secundaria no obligatoria (Bachillerato-FP de grado medio). Tan sólo un 22% de los españoles tienen alguna de estas titulaciones frente a un 48% de media que sí la poseen entre los países de nuestro entorno (UE-21) y un 44% de la OCDE. Pero quizá el mayor drama de España es que en 2010 alrededor del 46% de sus habitantes en edad de trabajar tiene únicamente la titulación de la ESO o ni siquiera. Esta última cifra baja al 25% de la OCDE y a un 24% de la UE-21.

Es decir, España tiene muchos licenciados, muy pocos técnicos y cuadros medios y muchísimas personas con una titulación muy baja o, directamente, sin ninguna clase de titulación. Mientras, países como Alemania, Suecia, Finlandia o EEUU tienen un enorme ejército de titulados medios.

Las tasas universitarias son otro de los asuntos polémicos en los últimos días. De hecho, la primera gran rebelión contra el Gobierno del PP llegó el año pasado, cuando se decretó su subida. Uno de los puntos más llamativos sobre universidades, financiación y gasto por alumno es aquél que destaca que en general las tasas que tienen que pagar los estudiantes universitarios españoles son bajas en comparación a otros países de la OCDE. En cambio, el número de matriculados es menor que en países como EEUU o Holanda donde los estudiantes han de pagar más. La experiencia en estos países demuestra que las tasas no son una barrera infranqueable para entrar en la Universidad.

Y eso sin tener en cuenta que las tasas están subvencionadas. En el informe La Universidad Española en Cifras, publicado por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), se cogen datos del curso académico 2008/09 (antes de la última subida de las tasas):

  • Coste medio primera matrícula: 11,48 euros por crédito
  • Gasto real: 115 euros por crédito
  • Contando con 60 euros por curso, cada universitario pagaba 689 euros en tasas a cambio de una formación que costaba 6.901 euros.

Es decir, apenas el 10% del coste de la primera matrícula lo sufragaba el alumno. El resto era abonado, de una u otra forma, por el contribuyente.

Según resalta el estudio de la OCDE, unas mayores tasas aumentan los recursos en las universidades lo que ayuda a mantener la calidad académica y el desarrollo de nuevos programas. Aunque por otro lado, unas menores tasas de matrícula pueden ayudar a promover el acceso y la equidad a esta Universidad Terciaria, pero dificulta el mantenimiento de la calidad educativa.

Además, tal y como hemos comentado, llama la atención cómo España es uno de los países que más gasto público por alumno destina en todos los niveles educativos. En concreto, en la Educación Terciaria (Universidad y FP de grado superior) se alcanza en España un gasto de 11.925 dólares, mientras que la media de la OCDE es ligeramente inferior (11.382 dólares) mientras que la de la UE-21 disminuye a 9.608 dólares.

Una escuela pública para tod@s

Las protestas por los recortes en la educación tienen un color, el verde, y un lema: "Por una escuela pública de tod@s, para tod@s". Cualquiera que lo lea podría pensar que los colegios españoles habían sido, hasta la llegada del Partido Popular, los cimientos para conseguir una sociedad equitativa, con oportunidades para que los que tienen menos recursos salgan adelante por sí mismos. Pero es sólo otro mito. Los datos apuntan a una realidad muy diferente.

Para empezar, habría que recordar que España tiene un fracaso escolar que ronda el 30%. Esta cifra ha caído desde el inicio de la crisis (ahora está alrededor del 25%), pero no por la mejora en la calidad de las clases, sino porque los alumnos no tienen ninguna alternativa en el mercado laboral. Por ejemplo, en 2007, mucho antes de los recortes, sólo obtenían el título de secundaria (en teoría el mínimo obligatorio por ley) el 65% de los alumnos de las escuelas públicas. Entre los varones, este porcentaje caía al 57%. Casi la mitad de los chicos salía del colegio sin un título válido para el mercado laboral.

Claro, luego esto tiene consecuencias. Sólo el 65% de los españoles de entre 25 y 34 años tiene al menos una titulación secundaria, ya sea bachillerato o FP. El resto, un 35%, no tiene nada o apenas el título de la ESO. Por comparar, en la OCDE el porcentaje es del 82% y en la UE-21 del 84%.

Evidentemente, la gran mayoría de esos que abandonan la escuela o sólo consiguen el título mínimo pertenecen a las clases bajas. Y luego, estos resultados tienen su reflejo no sólo mientras están estudiando sino a lo largo de toda la vida laboral. La tasa de paro entre las personas con una titulación menor a la secundaria es del 26%, la mayor de ningún país de la OCDE. El fracaso escolar provoca que el sistema educativo no sólo no sirva como nivel de igualación social o como centro para asegurar una oportunidad para todos, sino que en muchos casos provoca que se acentúen las diferencias.

El reflejo más duro de esta situación se encuentra en el número de ni-nis (personas que ni estudian ni trabajan). Entre los 20 y los 24 años, el 29% de los españoles sufre esta situación. Y entre los 25 y los 29 años, este porcentaje alcanza el 30%. Mientras la media de la OCDE es del 18% y el 20% en los dos grupos de edad.

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