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Juan Ramón Rallo

Montoro reivindica a Zapatero

El Gobierno sólo se ha comprometido este viernes a revertir el abusivo aumento del IRPF que acometió a lo largo de 2012.

Situémonos por un momento durante la campaña electoral del año 2011. En aquel entonces, el Partido Popular prometió una rebaja de impuestos que, según nos explicó, se vio posteriormente frustrada por dos obstáculos imprevistos: el primero, el déficit público de 2011 no había cerrado en el 6% del PIB, tal como se había comprometido el Gobierno de Zapatero, sino por encima del 9%; el segundo, las perspectivas de crecimiento económico para 2012 y 2013 habían virado radicalmente hacia una profunda recesión. Como consecuencia de ello, el PP se vio forzado a enmendar su programa electoral y a incrementar aquellos impuestos que había prometido bajar.

Volvamos ahora a mediados del año 2014. Según nos relata el ministro de Hacienda, este año hemos regresado al crecimiento económico y vamos camino de cerrar el año con un déficit inferior al 6% del PIB. Es decir, a mediados de 2014 nos hallamos justo en el contexto macroeconómico dentro del cual el Partido Popular se comprometió a bajar los impuestos con respecto a los niveles del año 2011. ¿Y qué nos ha ofrecido hoy Montoro con su tan esperada reforma fiscal?

Pues, resumidamente, un retorno global del IRPF al estatus de 2011 con una cierta redistribución interna de las cargas fiscales (menor tributación de las rentas bajas, una tributación algo mayor en las rentas altas). Acostumbrados como estábamos al barbarismo fiscal del PP, sin duda esta minoración de la mordida impositiva es bienvenida y sirve para compensar una pequeña parte de los despropósitos acometidos por el tándem Rajoy-Montoro durante los últimos años. Ahora bien, regresar al estatus de 2011 no es rebajar los impuestos con respecto a 2011.

Fijémonos, si no, en los tipos nominales del IRPF proyectados para 2016: las rentas entre 12.450 euros y 20.200 padecerán un tipo nominal del 24%, idéntico al que abonaban las rentas de hasta 17.707 euros en el año 2011; las rentas entre 20.200 y 35.200 euros sufrirán un tipo nominal del 30%, dos puntos superior al que soportaban las rentas entre 17.700 y 33.007 euros en el año 2011; las rentas entre 35.200 y 60.000 experimentarán un gravamen del 37%, el mismo que afligía a las rentas de entre 33.007 y 53.407 euros en 2011; y, por último, las rentas de más de 60.000 euros pagarán el 45%, frente a la escala del 43%, 44% y 45% que soportaban en 2011 las rentas de más de 53.407 euros.

Es verdad que los tipos nominales no son los que efectivamente terminan pagando los contribuyentes: por ejemplo, la inclusión de un nuevo tramo del 19% para rentas inferiores a 12.450 euros rebajará el tipo efectivo medio de todos los contribuyentes. Y, de hecho, si damos por válidos los cálculos ofrecidos por Montoro, la tributación real por IRPF se reducirá con respecto a 2011 para todos los contribuyentes con rentas inferiores a 60.000 euros anuales, si bien las clases medias apenas se beneficiarán de una rebaja inferior al 5% de la carga fiscal que padecían con Zapatero.

Es más, si insertamos esta rectificación tributaria dentro del conjunto de la política fiscal del Ejecutivo de Rajoy desde el año 2012 (computando las subidas sobre Sociedades que no se enmendarán y, sobre todo, la de la imposición indirecta), el saldo sigue siendo deplorablemente negativo: a pesar de la rebaja del IRPF anunciada hoy, en 2016 los españoles pagaremos en impuestos 40.000 millones de euros más que en el año 2011 como consecuencia directa de los cambios normativos aprobados por el Gobierno central y los autonómicos. Han leído bien: 40.000 millones de euros más. Una modesta cifra que evidentemente opaca los 7.000 millones de alivio fiscal que se han anunciado hoy a cuenta de la reforma del IRPF; una modesta cifra que, además, quedará subordinada a dos acontecimientos futuros sobre los que cada vez este Gobierno tiene un menor margen de maniobra.

El primero, que prosiga la reducción del déficit: a menos que un tan fuerte como inesperado crecimiento económico dispare la recaudación y permita autofinanciar tanto esta rebaja tributaria como la consolidación presupuestaria, un recorte de los impuestos que no vaya seguido de una simétrica reducción del gasto público no pasa de ser un diferimiento fiscal en forma de emisión de deuda pública; a saber, los españoles pagarán menos impuestos hoy a cambio de pagar más impuestos mañana. En la actualidad, la reducción del déficit debería seguir siendo una absoluta prioridad política, especialmente cuando estamos avanzando firmemente hacia una deuda pública superior al 100% del PIB: el PP, empero, ya ha renunciado a seguir recortando el gasto, lo que convierte el alivio del IRPF en una medida coyuntura y difícilmente sostenible en el tiempo (el aumento de la recaudación previsto para 2014 se evapora en gran medida con la rebaja de 2015 y 2016). Una irresponsabilidad manifiesta, ésa de confiar el ajuste presupuestario a la incierta bonanza futura: a la postre, nada más sencillo hay que bajar impuestos sin preocuparse por la cuadratura de las cuentas.

El segundo, el calendario electoral: el tramo más ambicioso de esta reforma tributaria entrará en vigor en el año 2016, esto es, después de las elecciones generales de 2015. Si el PP no continúa en el poder (o si continúa pero el déficit se mantiene en unas cotas excesivas), ¿qué nos garantiza que la rebaja no vuelva a revertirse o a aguarse con el aumento de otros tributos incluso antes de llegar a implementarse? Si tal fuera el caso, lo anunciado hoy no pasaría de ser un mero cebo pre-electoral con fecha de caducidad ya programada: y, por desgracia, este PP alguna experiencia ha acreditado a la hora de falsear sus promesas electorales.

En suma, dejando de lado los engaños y la provisionalidad que envuelve a esta reforma, Montoro se ha comprometido hoy a revertir durante los próximos dos años el abusivo aumento del IRPF que el propio Montoro acometió a lo largo de 2012. No es una reforma que baje impuestos, ni siquiera que reduzca el IRPF con respecto a los niveles vigentes al inicio de la legislatura, pero ciertamente tampoco cabía esperar otra cosa de un partido socialdemócrata (que no liberal) como el PP. Y es que, pese a que muchos se sigan negando a aceptarlo, el PP en materia fiscal es una copia del PSOE. No en vano, ésta es una reforma fiscal que podría perfectamente haber aprobado Zapatero: es más, es una reforma fiscal que tiene como único propósito regresar al IRPF de Zapatero. Creo que no es necesario añadir nada más.

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