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BBVA pide reducir a tres los tipos de contrato y 'mochila austriaca' para crear empleo indefinido

Propone reducir a tres el número de modalidades y capitalizar una parte de la indemnización de despido en una 'bolsa' individual.

GARANTISTA. Así, con mayúsculas. Ésa es la palabra que ministros, sindicalistas, responsables de la patronal, jueces de lo social y expertos varios siempre utilizarán cuando se refieran al mercado laboral español. Es garantista porque asegura altas indemnizaciones por despido. Es garantista en la aplicación que hacen de la ley los juzgados de lo social. Es garantista en la intervención de los agentes sociales, especialmente los sindicatos más representativos a nivel nacional, tengan o no representación en una empresa. Es garantista en los miles de páginas que los diferentes códigos, empezando por el Estatuto de los Trabajadores, emplean para regular las relaciones laborales.

Y claro, es tan garantista que también garantiza más de cinco millones de parados. Tan garantista que provoca que el 90% de los contratos firmados sean temporales. Tan garantista que deja sin ningún tipo de indemnización (o con una mínima) a la gran mayoría de los despedidos, especialmente si tienen empleos de baja cualificación y mal pagados. Tan garantista que genera un modelo con una bajísima productividad. Tan garantista que si un trabajador con 45 años o más es despedido sabe que sus posibilidades de reincorporación al mercado son mínimas. Tan garantista que permite que haya personas que lleguen a los 40 años encadenando contratos temporales uno tras otro, sin ninguna posibilidad real de integrarse en una carrera laboral convencional.

Quizás no haya ningún otro aspecto de la vida pública española en el que el discurso oficial (garantías, derechos, protección, acuerdos sociales, diálogo,…) esté tan lejos de la realidad (paro, temporalidad, baja productividad, inestabilidad,…). Eso sí, cualquier petición de un cambio en el modelo se encuentra con la misma respuesta: hay que mantener las garantías en las relaciones laborales.

La propuesta del BBVA

Esta mañana, Rafael Domenech, el economista jefe de Economías Desarrolladas del BBVA , Rafael Doménech, presentaba el Observatorio Económico España sobre Mercado Laboral, realizado conjuntamente con la Fundación Sagardoy y que incluye una propuesta de modificación bastante importante del actual marco de relaciones laborales. Podríamos decir que es una reforma laboral 2.0, que acercaría a España a los modelos vigentes en algunos de los países de Europa con una tasa de paro más reducida, como Austria, Dinamarca o Holanda. Eso sí, viendo las reacciones que propuestas similares han tenido en el pasado, las posibilidades de que salga adelante parecen mínimas.

Las claves de la reforma son dos: por un lado, reducir drásticamente las modalidades de contratación, de las varias decenas que existen actualmente a sólo tres. Por otro, "modernizar el sistema de indemnización por despido", para lograr una mayor flexibilidad en las relaciones laborales. En este sentido, Domenech ha admitido que la reforma del mercado laboral aprobada en 2012 supuso un "avance significativo" sobre la normativa previa para lograr una mayor flexibilidad del sistema. Sin embargo, el avance no ha sido suficiente ya que los principales problemas del mercado laboral español, los elevados niveles de desempleo y la alta temporalidad, siguen pendientes de resolver.

En cuanto a las modalidades contractuales, el BBVA propone dejar sólo tres: un indefinido que sea el que se aplique por defecto, uno temporal (con causalidad y de duración máxima de dos años) y uno de formación y aprendizaje para la incorporación al mercado laboral.

Habrá quien piense que al final esto no tendría por qué suponer un gran cambio, puesto que todos los contratos temporales se podrían seguir firmando sin ningún problema. Por eso, Domenech apuesta por completar esta propuesta por un cambio en el sistema de indemnizaciones por despido que haga éstas más previsibles e introduzca el llamado modelo austriaco (el de la famosa mochila) en España.

En Austria, el país de la Eurozona con una tasa de paro más reducida junto a Alemania (5,1%), la indemnización por despido es 0. Eso sí, esto no quiere decir que el trabajador se quede con una mano delante y otra detrás cuando pierde su empleo. Porque tiene su mochila: una bolsa individual de capitalización que la empresa está obligada a ir llenando cada mes mientras el empleado mantiene su puesto. De esta forma, la mochila actúa a la vez como ahorro individual y como red de seguridad para cuando vienen mal dadas.

La propuesta del BBVA no va tan lejos. En realidad, lo que piden es un modelo mixto. Así, la indemnización por despido se compondría de dos partes: por un lado, lo que pague la empresa en un modelo similar al actual. Por el otro, la constitución de una mochila que sería equivalente al 2,19% del salario bruto anual (ocho días por año).

Así, por ejemplo, en caso de despido procedente, el trabajador cobraría esos ocho días por año trabajado el primer año (sólo su mochila), 12 días el segundo año (los ocho de su mochila más 4 que pagaría el empresario), 16 días el tercer año y 20 días a partir del cuarto año. Es decir, cobraría como mínimo lo mismo que ahora a partir de ese cuarto año, con la diferencia de que una parte le llegaría desde su mochila.

En el caso de despido improcedente, el esquema sería el mismo, pero la indemnización directa sería algo más elevada: 4 días el primer año y tres días más hasta un máximo de 25.

Para los contratos temporales, la propuesta pide introducir el mismo esquema: 8 días de mochila y 12 de indemnización como existe actualmente.

Las consecuencias

¿Cuáles serían las consecuencias previsibles de este modelo? A corto plazo, supondría una reducción drástica del número de contratos temporales. Si sale más caro contratar a un temporal que a un indefinido (y eso es lo que pasaría, porque los dos primeros años el coste de despido sería más bajo para los fijos), nadie recurrirá a esa modalidad salvo que la tarea sea realmente temporal (un pico de actividad, un sector cíclico, etc.)

El cambio de temporal a fijo sería revolucionario: para empezar, los estudios muestran que los empleados eventuales cobran un 15% menos de media que los indefinidos (a igualdad en el resto de circunstancias).

Pero además, cambiaría la percepción del empleado y el empresario: casi nadie forma a un temporal (parece dinero tirado a la basura) y ningún empleado con un contrato que se acaba en tres meses tiene grandes incentivos a aprender algo que vaya más allá de su actual empleo. Ésta es una de las grandes razones de que la productividad en España sea tan baja.

Pero además, a medio y largo plazo, la introducción de una mochila austriaca tendría una segunda derivada importantísima. Las decisiones laborales dejarían de tomarse en función de cuánto me cuesta el despido y pasarían a tomarse en función de quién es más productivo. Y desde el punto de vista del empleado, sus posibilidades se multiplican: si le despiden tendrá una compensación (indemnización+mochila). Pero también si quiere dejar la empresa o cambiar de empleo, ya sabe que no se queda con las manos vacías (como ahora). En ese caso, tiene su mochila, con todo lo que haya ahorrado hasta ese momento.

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