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Manuel Llamas

Ciudadanos es el norte de Europa

Los españoles ya pueden optar entre la España de los últimos treinta años, la ruinosa Venezuela de los últimos diez o la Dinamarca de los últimos veinte.

Los españoles ya pueden optar entre la España de los últimos treinta años, la ruinosa Venezuela de los últimos diez o la Dinamarca de los últimos veinte.

España es un país impuntual desde hace mucho tiempo. Llegó tarde a la democracia, fue uno de los últimos países occidentales en entrar en la UE, implantó el mal llamado Estado del Bienestar en los años 80, cuando éste ya hacía aguas en numerosas economías desarrolladas, y ahora todo apunta a que también se subirá con retraso al tren de la revolución tecnológica que está posibilitando la irrupción de internet, tal y como muestra la absurda prohibición de Uber, la arcaica regulación sobre derechos de autor o las inmensas trabas que impone el Estado a la innovación empresarial. El último ejemplo de esta crónica impuntualidad hispana es Ciudadanos, ya que se inspira en el exitoso modelo nórdico que tan buenos resultados ha cosechado en los países del centro y del norte de Europa desde hace 25 años.

Por primera vez en la reciente historia democrática, España cuenta con un partido político cuyo programa económico se inspira en la socialdemocracia europea más avanzada, al estilo de la que impera en Dinamarca, Suecia, Finlandia, Noruega o, más recientemente, Alemania, tras las reformas estructurales impulsadas por Gerhard Schröder a principios de la pasada década. Aún está por ver que la formación de Albert Rivera logre una representación suficiente para poder tocar poder real en España, pero lo importante es que esta alternativa, al menos, ya está ahí.

Por un lado, PP y PSOE, cuyas políticas económicas han confluido hasta casi confundirse en los últimos años de crisis, son herederos directos de la atrasada tradición política del sur de Europa, donde el estatismo -y la corrupción que le acompaña- impregna todos y cada uno de los ámbitos de la vida pública y privada, debido al profundo intervencionismo económico y el agudo dirigismo gubernamental. No por casualidad, las llamadas economías periféricas -Portugal, España, Grecia, Italia e incluso Francia- ocupan los últimos puestos en libertad económica de la Zona Euro.

Lo trágico es que, al tiempo que PP y PSOE representan el obsoleto y menos desarrollado modelo del sur continental, la opción que ha surgido a su izquierda es fiel reflejo del ruinoso sistema dictatorial que gobierna en Venezuela, Bolivia, Ecuador o Cuba. Podemos, como bien advierte Rivera, es un partido nuevo, sí, pero con "ideas viejas" cuyo rotundo fracaso se ha encargado de demostrar la historia una y otra vez.

Así pues, mientras que Podemos representa lo antiguo y PP-PSOE lo actual, Ciudadanos es el único que propone algo verdaderamente nuevo en España -que no en el resto de Europa-: la socialdemocracia moderna que gobierna en los países del norte desde hace casi un cuarto de siglo. En este sentido, España, una vez más, llega tarde, pero, por lo menos, ahora existe la posibilidad de que llegue.

La ventaja del modelo nórdico es que propone aumentar la libertad económica de forma sustancial, al tiempo que garantiza la seguridad jurídica y mejora la eficiencia de los servicios públicos. Su filosofía es sencilla: "Crear riqueza para, luego, poder repartirla". Y esto es, precisamente, lo que pretende Ciudadanos.

Su programa económico, del que hasta ahora sólo se conocen las partes dedicadas al mercado laboral y a la actividad empresarial, reproduce muchas de las medidas que ya han sido aplicadas con relativo éxito en países mucho más ricos como Dinamarca, Austria o Alemania, por citar tan solo algunos ejemplos.

El objetivo último no es otro que flexibilizar el mercado laboral y el tejido productivo para convertir España en un lugar atractivo para invertir y hacer negocios. En concreto, la formación naranja aspira a situarlo en el top ten del ranking Doing Business, que mide la facilidad para desarrollar la actividad empresarial en el mundo. Bienvenido sea, por tanto, dicho propósito.

El problema de este planteamiento, sin embargo, radica en la segunda parte de su programa, dedicado a la redistribución estatal de los recursos que ha generado el sector privado mediante el cobro de altos impuestos y el mantenimiento de un enorme sector público. Implantar el modelo nórdico supondrá aplicar una presión fiscal similar e incluso superior a la que existe en la actualidad.

Pero, en lugar de subir más los impuestos, esto implicará reformar la actual estructura tributaria. Por ello, muy posiblemente, Ciudadanos propondrá elevar la imposición indirecta (IVA, tasas, copagos, etc.) y reducir la directa (cotizaciones, IRPF, Sociedades, Sucesiones y Donaciones), lo cual presenta ciertas ventajas, aunque siempre con la intención última de incrementar la recaudación. Asimismo, supondrá mantener un elevado gasto público, aunque introduciendo algunos mecanismos de mercado en mayor o menor grado (servicios públicos privatizados, autónomos y descentralizados) para mejorar el funcionamiento de la estructura estatal.

De ahí, precisamente, que Ciudadanos no pueda ser tachado de liberal, tal y como afirman algunos. El liberalismo, en este caso, abogaría por impulsar al máximo la libertad económica y la seguridad jurídica, pero eliminando también la posterior redistribución fiscal que protagoniza la extractiva clase política de forma coactiva y violenta, anulando así sus numerosos incentivos perversos, graves ineficiencias públicas y profundas distorsiones productivas, cuyo elevado coste acaban sufragando todos los contribuyentes. Es decir, el modelo liberal apuesta por más mercado y mucho menos Estado, a diferencia del socialdemócrata escandinavo, que aboga por más mercado y el mismo o más Estado.

Pese a ello, la aparición de Ciudadanos ya supone un cambio positivo en el actual marco político. Hasta ahora, España navegaba entre la izquierda (PP-PSOE) y al extrema izquierda (Podemos-IU), mientras que ahora oscila entre esta última y la socialdemocracia. Los votantes, por tanto, ya pueden optar entre mantener la España de los últimos treinta años, implantar la ruinosa Venezuela de los últimos diez o avanzar hacia la Dinamarca de los últimos veinte.

Algo es algo, pero no es suficiente. El auténtico cambio positivo y esperanzador a nivel político se producirá cuando surja un partido liberal con influencia o capacidad suficiente de gobierno, ya que sólo entonces los españoles podrán optar entre Dinamarca (renta media de 3.250 dólares al mes ) o Suiza (4.000 dólares al mes). La pena es que, haciendo honor a su tradición, España llegará nuevamente tarde al liberalismo en comparación con otros muchos países ricos y avanzados. Es nuestro sino, por el momento...

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