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José T. Raga

Buscadores de mejor empleo

Que haya personas empleadas que se exijan más, que continúen en la búsqueda para una más plena realización personal, es un signo de salud social.

Se trata de un dato ante el que permanecíamos ausentes, cuando es muy significativo y acreedor de plácemes expresivos. Con gran tristeza hemos venido contemplando, en la crisis y en la recuperación, las cifras de desempleados que arrojaban tanto la Encuesta de Población Activa (del Instituto Nacional de Estadística) como las Estadísticas del Paro Registrado (del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social).

Una tristeza, totalmente justificada, cuando en los momentos de mayor desempleo éramos conocedores de que los parados se situaban en el entorno de los cinco millones (EPA), y de que los buscadores de empleo se acercaban y en algún momento superaban los cuatro millones y medio.

Económica, social y humanamente, estábamos ante personas que carecían de lo que resulta más esencial en la persona: la capacidad de participar en el quehacer social y económico, aportando sus capacidades, sus conocimientos, sus habilidades y, en definitiva, su esfuerzo, sintiéndose en ello útiles a la comunidad y pudiendo desarrollar sus vidas personales, familiares y sociales, con los recursos que provenían de su aportación al proceso económico.

La privación de esta posibilidad, es decir, la condición de desempleado, suponía la carencia de medios, pero no sólo, porque el mayor agobio, junto al económico, estaba en el sentido de marginación y, caso de prolongarse, de exclusión, que llegaba a derrumbar el artesonado personal y familiar en muchos casos, y a sumir en la desesperación a los desempleados.

El dato que estamos comentando hoy supone un cambio de signo. Naturalmente que no ha terminado la situación desesperada para quien, buscándolo, no encuentra trabajo; y cualquier esfuerzo para remediarla estará siempre justificado. La novedad estriba en que estos buscadores no viven la angustia de la carencia de puesto de trabajo, sino que, teniéndolo, permanecen en alerta, con la inquietud puesta en encontrar un trabajo que les ofrezca mayor satisfacción.

Y digo mayor satisfacción, no necesariamente mayor remuneración. Porque también el trabajo de mayor interés profesional es capaz de proporcionar mayor satisfacción; también el trabajo más ajustado a la cualificación del trabajador ofrecerá a éste, con toda probabilidad, mayor satisfacción. Estamos hablando de la satisfacción que viene psíquicamente representada por la sensación de sentirse mejor, más útil, más comprometido, con mayor nivel de responsabilidad social.

Que haya personas empleadas que se exijan más, que continúen en la búsqueda para una más plena realización personal, es un signo de salud social afianzada en la exigencia personal. Frente a la tristeza que hemos mencionado en el buscador de empleo, el optimismo desde la serenidad del que pretende mejorar presenta una sociedad diferente, más abierta al futuro.

La reducción de los primeros, para engrosar los segundos, tiene que ser un objetivo prioritario de la comunidad y de cada uno de sus miembros. La inquietud, esa alerta del buscador, es la nota que caracteriza una sociedad dinámica, una sociedad en permanente cambio; aunque en este caso, sabiendo a dónde quiere ir. No el cambio por el cambio.

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