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José T. Raga

Hacer oídos sordos

Varias veces se ha vuelto a recordar el peligro de un déficit excesivo; la última, esta misma semana.

Me permitirán que use esta expresión de nuestro refranero, con preferencia a la más habitual hoy de mirar hacia otra parte. Hacer oídos sordos es un vicio o, más benévolamente si se quiere, un deporte que no por ser menos común es más admisible en una sociedad, simplemente, educada. Salvo el caso particular de la actitud que puede prestarse a las palabras necias, hacer oídos sordos es un gesto de mala educación, una falta de respeto al dicente y, si lo que se asevera por éste coincide con la verdad, un desprecio a ésta, que dará pábulo al engaño.

Tampoco es excusa para hacer oídos sordos, como algunos pretenden, la reiteración del juicio o la advertencia a la que se considera por el destinatario no acreedora de atención alguna. Con toda probabilidad, la reiteración se habrá producido porque, aun oyendo, se oyó como quien oye llover, sin apreciar la mínima actitud de darse por enterado.

Por enésima vez, la Comisión Europea ha advertido al Gobierno español en funciones –en funciones no significa que deje de ser Gobierno, pues cobra como Gobierno, se muestra como Gobierno y toleramos sus gestos de arrogancia por considerarlos ingredientes habituales en quienes ostentan eso que llaman "gracia de Estado"– de que no va a cumplir con las exigencias referidas al límite de déficit público, así como que el nivel de deuda pública sobrepasa los límites establecidos en el orden económico de la Unión Europea.

Bruselas llamó ya la atención a nuestro Ejecutivo cuando se presentaron los presupuestos del sector público para 2016, que merecieron la aprobación del Legislativo; es decir, están vigentes en este momento. Entonces el Gobierno no estaba en funciones, pero su respuesta fue que nosotros sabemos bien lo que hacemos y que ya se verá el resultado. Tal respuesta fue poco más que hacer oídos sordos y, si se quiere, peor todavía, pues, evidentemente, sí que se había oído pero no había merecido mayor atención.

Varias veces se ha vuelto a recordar el peligro de un déficit excesivo; la última, esta misma semana. Y nuestro ministro de Economía, esta vez sí, en funciones, ha dado una respuesta como lo haría quien está estudiando un caso rodeado de alumnos en una clase práctica. En un momento en el que reconoció que se estaba produciendo una cierta ralentización del crecimiento económico, vino a concluir que si mejoraban las condiciones para el crecimiento volveríamos a crecer como en el año anterior, lo cual originaría mayores ingresos, que permitirían acabar el año con un 3% de déficit.

Yo, hoy, preguntaría al ministro en funciones que, si el FLA es para distribuir entre CCAA, cómo afecta a éstas que el señor Junqueras se lleve del mismo 7.520 millones de euros, todavía en marzo, y llamando al señor Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión para el Euro y el Diálogo Social, trate de aclararle sus dudas y las de la Comisión, respecto del déficit y la deuda españoles.

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