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EDITORIAL

Montoro y su fraudulento cumplimiento del déficit

Hace falta mucha desfachatez para sacar pecho cuando se ha presidido el mayor aumento de la deuda en los últimos cien años y a pesar de haberse incrementado como nunca la presión fiscal.

El Partido Popular de Mariano Rajoy llegó al poder a finales de 2011 firmemente comprometido con unos topes de déficit fijados por Bruselas, según los cuales el desfase entre gastos e ingresos del Reino de España no podría exceder del 4,4% del PIB en 2012, del 3 en 2013, del 2,2 en 2014 y del 1,1 en 2015, para a partir de 2016 mantener el equilibrio presupuestario.

Así lo reflejaba la propia Actualización del Programa de Estabilidad del Reino de España 2012-2015, publicada por el propio Gobierno a inicios de 2012, donde la única modificación respecto del compromiso electoral del PP era la referida al ejercicio de 2012, donde el déficit pasaría del 4,4 al 5,3%.

Hoy se ha sabido que el ejercicio de 2016 se cerró sin que el Ejecutivo siquiera lograra respetar el tope de déficit del 4,4% que el PP se comprometió a no sobrepasar en 2012. No obstante, el hecho de que el desequilibrio del año pasado fuera del 4,54% no ha sido obstáculo para que el ministro Montoro haya vuelto a sacar pecho, tal y como hizo en todos los años anteriores, a pesar de que el déficit en 2012 fue del 10,47%, del 7,01 en 2013, del 6 en 2014 y del 5,13 en 2015.

La estrategia de Montoro para hacer pasar por éxitos tan clamorosos fracasos a la hora de ajustar los gastos a los ingresos ha sido siempre la misma: excluir el dinero público entregado al sector bancario y, sobre todo, renegociar al alza con Bruselas los topes de déficit a mitad de cada ejercicio, una vez se constataba que los objetivos iniciales no se iban a cumplir. Así, tras múltiples renegociaciones, el Gobierno inició 2016 con el compromiso de que el déficit no pasara del 2,8%. A mediados de ejercicio, sin embargo, renegoció al alza ese tope hasta el 4,6%, lo que le ha permitido ahora presentar un déficit del 4,54 como un exitoso "aprobado".

Está visto que para Montoro no hace falta mejorar la nota cuando se puede modificar el umbral donde comienza el aprobado. Esta reiterada argucia, sin embargo, no va a evitar a los contribuyentes españoles el pago de casi 100 millones de euros diarios sólo para atender los intereses de una deuda pública que ya supera el 100% del PIB.

Sin duda, hace falta mucha desfachatez para sacar pecho en el control de las cuentas públicas cuando se ha presidido el mayor aumento de la deuda en los últimos cien años y a pesar de haberse incrementado como nunca la presión fiscal. Sin embargo, para que esto pueda ocurrir no sólo hace falta tener la inmensa caradura de Montoro: hace falta también una oposición tan sumamente desnortada y despreocupada por el histórico endeudamiento público que lo único que reprocha al Gobierno es su inexistente política de austeridad.

Y ese es el drama, que no hay nadie en el Congreso de los Diputados que suscriba lo que en su día dijo Soraya Sáenz de Santamaría: "No se debe gastar más de lo que se ingresa, y sobre el que gaste más caerá el peso de la ley, porque la primera obligación de un responsable político es saber gestionar con lo que tiene y no comprometer el futuro con lo que no tiene".

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