El caótico liderazgo de Donald Trump ha empezado a hacer mella en los de aprobación del presidente. Ahora mismo, según la casa de encuestas Gallup, el mandatario apenas cuenta con el respaldo del 35% de los estadounidenses. Peor aún, su popularidad ha bajado notablemente en Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, tres de los Estados que le dieron la victoria en las pasadas elecciones presidenciales.
Ante esta compleja situación política, la Casa Blanca parece dispuesta a lanzar una nueva agenda de reformas orientada a recuperar el apoyo perdido en los últimos meses. Y dentro de esa agenda de reformas, la rebaja de los impuestos juega un papel clave. John Kelly, el nuevo Jefe de Gabinete del Presidente, tiene claro que la "remontada" pasa necesariamente por lograr un acuerdo amplio que permita reducir el peso de los tributos sobre el bolsillo de los contribuyentes.
Según el Financial Times, el adiós de Steve Bannon como estratega de referencia del presidente puede contribuir relajar la retórica nacionalista y anti-liberal que ha copado buena parte del discurso económico de la Administración Trump. En esta línea, altos cargos del Gobierno estadounidense reconocen al diario económico que "la reforma fiscal tiene todas las papeletas de convertirse en el nuevo objetivo del presidente porque puede ayudar a reconstruir alianzas y recuperar apoyos".
Ya en abril, el presidente puso encima de la mesa un documento un tanto vago y falto de precisión, pero que apuntaba posibles vías para modificar el sistema tributario. Según explicó este diario, el mandatario propuso bajar el Impuesto de Sociedades del 35% al 15%, adoptando también un cambio normativo que permitiría repatriar libres de impuestos los beneficios logrados en el extranjero.
Trump también abogó por aumentar de 12.000 a 24.000 dólares el mínimo exento aplicado a las familias en el Impuesto sobre la Renta, gravamen para el que también defendió una simplificación y reducción de tipos, hasta bajar el tramo superior al 35%. Además, sugirió reducir los impuestos sobre al ahorro del 23,8% al 20%, así como abolir el Impuesto de Sucesiones y Donaciones.
¿Y ahora, qué?
Aunque la música sonaba muy bien, lo cierto es que la propuesta de Trump chocaba con la realidad presupuestaria del país. La Tax Foundation estima que, si se aplicase esta reforma, el déficit crecería de 612.000 a 872.000 millones de dólares anuales, ensanchando el agujero fiscal del gobierno federal, que viene de asumir un importante aumento del endeudamiento público en los años de Barack Obama. Cierto es que Trump apostó por reducir a su mínima expresión el gasto discrecional, pero tampoco estos planes se han concretado.
¿Qué ocurrirá esta vez? La revista Forbes avanzaba a comienzos de agosto que el consenso republicano a la hora de proponer una reforma fiscal gira en torno a los siguientes puntos:
- En el Impuesto de Sociedades, habrá un recorte limitado para pasar del 35% actual a un nivel más reducido. Gary Cohn, asesor económico de la Casa Blanca, apuesta por un 23%, mientras que los líderes republicanos en el Senado piden un 25%. Lo que no parece probable es que se adopte una rebaja tan agresiva como planteó Trump inicialmente, con su llamada a recortar la fiscalidad empresarial al 15%.
- No habrá "impuesto en la frontera". En la práctica, actuaba como un recargo fiscal a las importaciones y una deducción tributaria a las exportaciones. Aunque la propuesta es novedosa y gusta en la Casa Blanca, falta apoyo político en el Congreso para sacar adelante una medida de este tipo. Sí parece más probable que se permita la repatriación de beneficios logrados en el extranjero.
- Se aprobarán rebajas en el Impuesto sobre la Renta, con el objetivo de beneficiar principalmente a la clase media y las familias. Habrá reducción de tipos y simplificación de tramos, así como una reducción de la fiscalidad del ahorro.
De momento, los parlamentarios republicanos parecen dispuestos a cooperar con la Casa Blanca y llegar a un acuerdo satisfactorio. Algunos de los líderes más destacados del partido del elefante se han citado este verano en el viejo rancho de Ronald Reagan para debatir sobre la importancia de aprobar una reforma fiscal de gran calado, pero no han trascendido detalles sobre las propuestas que finalmente llegarán al hemiciclo.