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De la gran Cataluña a la pequeña no-Tabarnia: las cifras de la peor pesadilla del nacionalismo catalán

El independentismo, frente a una realidad que nunca quiso ver: tras la secesión se intuye un país más pobre, pequeño e irrelevante.

Un país algo más pequeño que Albania o Guinea Ecuatorial. De menos de dos millones de habitantes, como Letonia o Kosovo. Con un PIB de unos 47.000 millones de euros, entre Lituania y Túnez. Y un PIB per cápita de unos 25.000 euros (suponiendo, que es mucho suponer, que no hubiera todavía más fuga de empresas, inversiones y población).

Eso sería Cataluña sin Tabarnia. No es mucho. Hablamos de un territorio pequeño, con poca industria y sin demasiados atractivos turísticos, aislado de sus mercados naturales (de los que se habría separado de forma poco amistosa) y fuera de la UE. Con déficit en las cuentas públicas y en el sistema de pensiones. Eso sí, con Carles Puigdemont de presidente.

No sería la primera vez que ocurre. El nacionalismo es una ideología con una obsesión por la homogenización. De hecho, resulta curioso como muchos de sus líderes dicen querer irse de España porque no les entienden, no saben cómo integrarles a ellos, que son diferentes… y al mismo tiempo no permiten la más mínima desviación del dogma: sólo hay una forma de ser catalán y es la suya. Por eso, no sería extraño que en caso de independencia o de cronificación de la crisis ocurriera aquí lo mismo que ha ocurrido en el pasado en muchos otros lugares: a más nacionalismo, menos territorio y población sobre el que ejercer el control. La ceguera identitaria genera una contrarreacción en los territorios y habitantes más alejados de la pureza nacionalista que comienzan a buscar otras opciones. En Cataluña, esa opción es Tabarnia.

Por eso, la iniciativa causa tanto miedo en las filas secesionistas. El ataque de nervios de las últimas semanas está directamente relacionado con los argumentos tabernienses (que, como explicábamos este viernes, son exactamente los mismos que los del independentismo) pero también con las cifras que se intuyen tras este desafío a su dominio. Tabarnia no sólo sería viable, sino que cualquiera puede imaginarse una región rica, con una economía diversificada, con acceso a los mercados exteriores y no especialmente dañada por perder a la Cataluña interior. No puede decirse lo mismo del resto la actual comunidad autónoma

Las cifras

En cuanto a la población, en Tabarnia viven casi el 75% de los habitantes de Cataluña. O lo que es lo mismo, lo que queda, aunque más grande en territorio, está mucho más despoblado. Y eso si contamos todas las demás comarcas como partes de esa hipotética república catalana, algo que no está nada claro. Muchos territorios fronterizos con Aragón están muy lejos del furor secesionista (por ejemplo, el Valle de Arán, en el que existe una clara mayoría constitucionalista).

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Como vemos en el cuadro, si hablamos de PIB (con cifras de Idescat, el Instituto de Estadísticas de la Generalidad), la cosa todavía empeora para los nacionalistas. Casi el 78% de la riqueza catalana se genera en Tabarnia. Y buena parte de la que se genera en el resto depende en buena medida de sus relaciones con estas comarcas. Vamos, que no parece que el interior de Cataluña pudiera ir muy lejos en solitario.

Porque además, hablamos de un territorio con un nivel de renta por habitante inferior a la media regional: mientras Tabarnia es más rica que el conjunto de Cataluña (105 sobre 100), el interior es bastante más pobre (87 sobre 100). Seis de las diez comarcas de Tabarnia están entre las 12 más ricas en renta per cápita de Cataluña (y otra es el Valle de Arán). Destaca el caso de Barcelonés, que integra la ciudad de Barcelona junto a otros municipios de su área metropolitana y acumula buena parte de la riqueza y la producción de la región.

Y no es sólo una cuestión de cifras absolutas. Como hemos apuntado, la economía de cualquier comarca catalana (y española) está absolutamente integrada y conectada con las comarcas de su entorno, las de su región y las de su país. Se ha dicho mucho que una Cataluña independiente sería más pobre desde el mismo momento de la ruptura incluso aunque esta fuera amistosa, sólo por el efecto frontera y la readaptación de las relaciones comerciales construidas durante años. Imagínense en el caso de una ruptura dentro de la propia región. Sí, Tabarnia también lo pasaría mal, pero ni mucho menos el impacto sería como el que sufriría el resto de Cataluña. Como muestra, un botón: las cuatro comarcas más industrializadas de la región estarían en esa nueva autonomía que sus promotores quieren instituir. Sin Tabarnia, lo que queda es un territorio pobre, sin industria, con poco turismo y dependiente en buena medida de la agricultura.

Todo ello sin contar el efecto sobre las cuentas públicas. Una Cataluña independiente lo tendría muy complicado en cualquier escenario que nos queramos imaginar. Sin acceso a los mercados financieros, sin moneda, con un enorme déficit… Pero si le sumas una posible secesión tabarnesa, la imagen que queda es desoladora. Ya explicamos este viernes que la Cataluña rural es receptora neta de fondos del resto de Cataluña y del resto de España. Sin ese respaldo, la situación de todos aquellos que dependieran de rentas públicas (de parados a pensionistas) sería desesperada. Habrá quien diga, desde el nacionalismo, que también otras regiones españolas son receptoras netas de gasto público. Y es cierto. Pero con una diferencia: esas regiones no quiebran y sus administraciones pueden seguir manteniendo su nivel de gasto porque el resto de España las apoya. Ellas no han decidido irse. Pero eso es lo que quieren los nacionalistas, marcharse… entre otras cosas, dicen, para acabar con el expolio fiscal. Que tengan cuidado, porque sin Tabarnia las cuentas no les saldrían por mucha inventiva que pongan (y eso que en los últimos años, en este tema al menos, creativos han sido de lo lindo).

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