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José T. Raga

El Estado, como el perejil…

La mezcolanza entre las esferas pública y privada es tal que resulta de urgente necesidad acotar los ámbitos de una y otra.

Al lector confío la integridad del enunciado, que no sería otro que: "El Estado, como el perejil, en todas las salsas".

Como en pocos países libres, en España se cumple esa máxima con una fidelidad que ya quisiéramos en otras materias. Me atrevo a decir más: esa presencia estatal en los asuntos más diversos, confiados en su origen al sector privado, es tanto más frecuente cuanto menos conveniente sea para los intereses del Estado o, mejor, para los de la nación y los españoles.

La mezcolanza entre las esferas pública y privada es tal que resulta de urgente necesidad acotar los ámbitos de una y otra, y respetar escrupulosamente las respectivas competencias. Es tal la indefinición que el término rescate se ha incorporado ya a nuestro lenguaje diario, consecuencia perversa de la gran confusión.

Estimar la demanda social de un bien u obra pública es tarea bien compleja; más todavía cuando su asignación se realiza mediante el mecanismo de los precios en competencia con un bien u obra pública equivalentes asignados sin contraprestación. Está más que demostrado que el español medio, acostumbrado a que le entreguen algo gratis, en pocas ocasiones estará dispuesto a pagar por ello.

No ser consciente de esto es no conocer el mundo en que se vive. Por ello creo que las empresas que resultaron adjudicatarias de las autopistas de peaje que ahora tienen que ser rescatadas debieron conocer y calcular tanto la demanda real como los riesgos de error en dicho cálculo.

Ahora bien, si el Estado garantizaba el endeudamiento, no habría dificultad en conseguir financiación, en cuyo caso el negocio podía no estar en la explotación (siempre hipotético) sino en la construcción (negocio cierto). Resultado: nueve carreteras quebradas y reclamaciones milmillonarias al Estado –aunque, sin eufemismos, quienes lo pagaremos seremos los españoles– por parte de los acreedores.

¿Por qué tiene que andar el Estado siempre por medio? ¿Qué necesidad tiene el Estado de garantizar un negocio privado? Algunos contestarán que de no garantizar el Estado la operación simplemente no se harían las autopistas. No veo el problema. Personalmente soy usuario de ellas, pero la demanda resulta ser insuficiente para justificar la inversión y su explotación.

Es cierto que a todos nos gusta presumir de autopistas, de AVE, de aeropuertos, hasta había quienes se sentían felices con las cajas de ahorro, pero ¿quién paga el coste de estos gustos?

Ahora el Estado trata de conseguir quitas a la deuda de las autopistas, como los mal pagadores, y a mí no me gusta que mi Estado sea mal pagador. Por eso, al pan, pan y al vino, vino; sin mezclas: lo público, público y lo privado, privado.

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