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No, Lavapiés no es el barrio más 'cool' del mundo: mugre, trapicheos, conflictos y decadencia

Carmena subvenciona programas de "dinamización" para mediar "conflictos entre vecinos". 

Carmena subvenciona programas de "dinamización" para mediar "conflictos entre vecinos". 
Plaza de Lavapiés | Elena Berberana

Rita Maestre, portavoz del Ayuntamiento de Madrid, se daba golpes en el pecho presumiendo de la labor de su gobierno en el barrio de Lavapiés, durante una sesión plenaria. La política no cabía en sí de gozo por el título otorgado por la revista Time Out al barrio madrileño. Tras una encuesta a 15.000 personas, los redactores del magazine de viajes han llegado a la conclusión de que Lavapiés es el barrio más chachi, genial, estiloso y moderno de todas las ciudades del globo. Maestre se regocijaba dirigiéndose al portavoz del PP, José Luis Martínez Almeida, recalcándole que Lavapiés "mola muchísimo", negando que hubiera "un apocalipsis zombie".

Para la portavoz del Consistorio madrileño, cool es sinónimo de molón, multicultural y súper mega guay. Un sitio donde todos se pirran por estar allí, en el universo lavapiesí. Pero basta sólo con darse una vuelta por el territorio cool para percatarse de que la realidad del lugar está a años luz de lo descrito por la revista británica, Maestre y compañía.

Ante todo hay que puntualizar que en el distrito de Embajadores cohabitan dos mundos paralelos. Uno de ellos está sumido en la más absoluta decadencia: mugre, conflictos, drogas, pobreza, inmigración marginal y tensión vecinal. Y todo ello a pleno luz del día. Si este cóctel explosivo define el concepto cool, que baje dios y lo vea.

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Plaza de Lavapiés

Decadencia y suciedad

Son las dos de la tarde. Andando por la Calle Valencia, el paisaje de degradación es notable. Algunos vecinos cuentan a Libre Mercado, bajo anonimato, cómo la alcaldesa, Manuela Carmena, y los suyos quieren maquillar la vida cotidiana del barrio. "Se creen que esto es un lugar idílico donde convivimos españoles con nigerianos, senegaleses, yonkis, borrachos y gamberros campando a sus anchas con botellones hasta altas horas de la madrugada", asegura una anciana propietaria de una vivienda en la Calle Caravaca mientras entra a su portal a duras penas apartando a unos jóvenes árabes sentados en su portal. "Míralos aquí todo el día fumando porros y echando mierda. La policía ni pasa por aquí", se queja la vecina.

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Basura en Lavapiés

Ya en la popular Plaza de Lavapiés, observamos que las quejas de la mujer no son en vano. Numerosos grupúsculos trapichean sin disimulo alguno mientras varias madres pasan con sus hijos volviendo del colegio. Ofrecen droga a transeúntes con pinta de turistas. Estos camellos "suelen ser de origen senegalés", según nos indican unos vecinos que están sentados en el banco. La plaza está concurrida y, dicho sea de paso, sucia. En otro banco, un hombre está durmiendo la mona al lado de una mancha de vómito. Son las 14:30h de la tarde.

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Calle Valencia en Lavapiés

Más que un crisol de culturas, aquello es una Torre de Babel. La Plaza de Lavapiés es el centro neurálgico donde se concentra lo mejor y lo peor de cada casa. Comercios tradicionales y bares de viejo hacen de aquello un lugar ideal para hipsters. Varios jóvenes esperan a comprar un pollo asado, una chica llena de piercings de arriba a abajo sale de una tienda vegana con una bolsa de aguacates. Puede ser que esto sea lo cool para Maestre y los de Time Out, pero novedoso no es.

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Jóvenes esperando a comprar un pollo asado en Lavapiés

Sin embargo, cuesta pensar que la exjueza Manuela Carmena no sepa lo que está sucediendo en las entrañas de este barrio. Precisamente, la Asociación Vecinal "La Corrala" recibe subvenciones para programas. ¿En qué consisten? Cursos y actividades, atención, para "mediación de conflictos vecinales".

La muerte de Mmame Mbage, el senegalés que sufrió una parada cardíaca, sirvió a los grupos radicales de izquierda para manipular su fallecimiento y echar la culpa a la Policía Local. Los disturbios se saldaron con 20 detenidos, sus calles se transformaron en un campo de batalla entre senegaleses, extremistas de izquierdas y policías intentando contener las agresiones de las hordas enloquecidas. Carmena, impasible, reiteraba una y otra vez que Lavapiés era un ejemplo de convivencia cultural y que allí nada ocurría. En vista de lo que vemos en los anuncios de la cristalera de la asociación de vecinos "La Corrala", no parece que así sea.

Nos dan un panfleto dentro de su sede, pero se niegan a hacer declaraciones. Al parecer, la armonía y paz que reinaba en Lavapiés brilla por su ausencia. Las innumerables protestas de vecinos y propietarios de toda la vida por el nuevo escenario social marginal al que se tienen que enfrentar, en parte, por la llegada de inmigración conflictiva, ha desembocado en programas de "Dinamización Vecinal" englobados dentro de la FRAVM (Federación Regional de Asociaciones en Madrid). Organizan charlas, encuentros, debates y excursiones juntos para que los de fuera se integren y los que ya vivían allí "los entiendan". Una vez más, la ingeniería social de aires podemitas.

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Programas de la asociación de vecinos `La Corrala´

"A mí me da igual que haya un senegalés ahí, lo que no quiero es sentirme intimidada por él cuando se acerca a venderme droga. Tampoco quiero ver a alguien metiéndose heroína a las cinco de la tarde en una esquina. Tengo hijos pequeños y eso lo ven. Esos programas de mediación de conflictos no valen para nada. Aquí lo que hace falta es limpieza y agentes de Policía. Nada más", señala una vecina que prefiere no dar su nombre.

Gentrificación como solución


Ya en la Calle Argumosa, los aires son otros. Limpieza, comercios, seguridad y ambiente tranquilo se atisba en toda la zona. Hoteles, inmobiliarias, teatros, bancos y una agitada vida urbana típica de Madrid. Justamente, los medios de izquierda, Maestre y su equipo critican las consecuencias negativas de la gentrificación del lugar. Los vecinos dicen que los alquileres están subiendo y se tienen que ir, pero cuando preguntamos apenas encontramos gente de toda la vida de Embajadores. Muchos son madrileños de otros barrios, jóvenes de provincias o pueblos de la Comunidad que vienen a estudiar y trabajar a la gran capital. Quieren vivir en el centro urbano y no pueden.

Como sucede en el barrio de Chueca y ya contamos en Libre Mercado, varios vecinos preguntados por este digital están encantados con la gentrificación. Juan Martín, un hombre de 70 años, narra cómo "Argumosa es otra cosa. La apertura de nuevos locales comerciales, turistas y hoteles han hecho de aquello un sitio con riqueza".

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Jóvenes paseando por la Ronda de Atocha

Los más nostálgicos lavapiesíes se resisten a ver desaparecer el bar de Pepe y encontrar en su lugar un McDonalds. Se entiende, pero es un mito aquello de que la gentrificación despersonalice y reste esencia a los barrios. Como ya adelantó Libre Mercado, los bares de barra de metal y servilletas tiradas en el suelo sobreviven perfectamente y, es más, están repletos. Si los vecinos siguen dándole vida y beneficios al bar de Manolo, ni la mejor de las franquicias podrá con ello.

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