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José T. Raga

Siempre nos quedará la Airef

El próximo Gobierno tendrá que emplearse a fondo si no quiere emprender un rumbo que pudiera llevar a una intervención.

Para evitar interpretaciones erróneas, me apresuraré a aclarar que no soy Humphrey Bogart, ni tengo ningún escarceo con Ingrid Bergman, ni estamos –a Dios gracias– en la Segunda Guerra Mundial ni el relato se desarrolla en Casablanca.

Digo que las decisiones de política financiera que se avecinan, a poco que las promesas electorales se conviertan en realidad, ameritan que los contribuyentes nos refugiemos en alguna esperanza.

Lo que para los protagonistas de la célebre cinta era el recuerdo vivo de París es la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) para los que en la actualidad calculamos las consecuencias de una política financiera pública irresponsable –déficits permanentes, acumulación de deuda pública, pérdida del rating de solvencia para acudir a los mercados financieros… –. Un añorado refugio.

Sus continuas alertas –para contrariedad de los Gobiernos por sus erradas decisiones políticas, tomadas desde la plena ignorancia de la economía real– la convierten, en estos momentos en que las coaliciones posibles de gobierno –según y cómo– pueden conducir a escenarios tan comprometidos –salvo en vidas humanas– como los del bombardeo de Pearl Harbor, en un recurso equivalente a aquel París.

Por primera vez voy a infringir lo que siempre he mantenido como principio inmutable de conducta: las promesas hay que cumplirlas. Bien es verdad que nosotros, el pueblo español, deberíamos sufrir las consecuencias de que se cumplieran los compromisos electorales; esos compromisos que fueron presentados ante los electores con el marchamo de calidad de la deseada política de izquierdas.

Mi opinión en contra, a día de hoy, tiene causa en los efectos sobre las familias de peor condición económica. Al fin y al cabo, los de mejor condición siempre encuentran resquicios para salir airosos de crisis y recesiones. Incluso en algunos casos capitalizan el caos.

La economía española está en una situación muy delicada, que requerirá grandes esfuerzos. El próximo Gobierno tendrá que emplearse a fondo si no quiere emprender un rumbo que pudiera llevar a una intervención. Miremos a nuestro alrededor; a países como Italia y, sobre todo, Grecia.

Si con las medidas radicales anunciadas se pretendían votos, ya están ahí. Centrémonos ahora en medidas racionales de gobierno, carentes de demagogia destructiva.

En Libre Mercado

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