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Frente nórdico contra salario común europeo: por qué lo rechazan los países sin SMI

No es una buena idea utilizar un mismo Salario Mínimo Interprofesional para todos los estados miembros.

No es una buena idea utilizar un mismo Salario Mínimo Interprofesional para todos los estados miembros.
Museo del Pueblo Noruego en Oslo | David Alonso Rincón

Hace varias semanas, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, dio a conocer su propuesta de imponer un Salario Mínimo en todos los estados miembros de la UE. Algunos países, como España, llevan décadas conviviendo con un SMI, que ha ido aumentando con el tiempo. Otros, sin embargo, ni lo tienen ni lo buscan. Éste es el caso de los países nórdicos. ¿Cuáles son las claves de su modelo? ¿Cómo les afectaría el establecimiento de un Salario Mínimo?

En los países nórdicos, aunque parezca sorprendente, no hay un Salario Mínimo Interprofesional establecido. Sin embargo, esto no significa que los salarios sean determinados por el libre juego de la oferta y la demanda. En estos países, la mayoría de los trabajadores están afiliados a sindicatos que normalmente negocian salarios diferentes para los distintos sectores económicos. Así pues, a pesar de la reducción de su número de afiliados en los últimos años, el porcentaje de trabajadores afiliados a sindicatos es en Suecia del 67,4% (según datos de la OCDE de 2012), siendo el tercer país de la OCDE con mayor afiliación, superado sólo por Islandia, con un 82,6%, y por Finlandia, con un 69,6%. En el siguiente gráfico de la OCDE, la media nórdica excluye a Suecia, objeto de estudio del análisis.

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A pesar de la reducción del porcentaje de afiliados, los tratos de los sindicatos con organizaciones patronales y empresas cubren también a muchos trabajadores no afiliados a ellos, teniendo Suecia una cobertura del 90%.

Las ventajas del sistema nórdico

Ahora, en Europa está sobre la mesa está la proposición de imponer un Salario Mínimo en toda la Unión Europea. Aún no se ha aclarado cómo será (un 60% del salario medio de cada país, un 60% del salario mediano, un mínimo que permita vivir "dignamente" …), pero en cualquiera de sus formas, no es una buena idea utilizar un mismo salario obligatorio para todos los estados miembros.

Primero, porque los distintos países de la Unión tienen diferentes mercados laborales. Un mercado laboral puede aproximarse a uno de competencia perfecta, en el que un salario mínimo por encima del salario de equilibrio hará aumentar el desempleo; a un monopsonio, en el que una sola empresa asume la demanda de trabajo; o a un oligopsonio, en el que dicha demanda la asume un grupo pequeño de empresas. En los mercados laborales que más se aproximan a estos dos últimos tipos, como demostró un reciente estudio publicado en la Oficina estadounidense de investigación económica (NBER, por sus siglas en inglés), un incremento del SMI aumenta los salarios y el empleo, pues la falta de competencia por los trabajadores hace que el salario pagado esté por debajo de lo que estaría en un mercado de competencia perfecta. Sin embargo, el mismo estudio demuestra también que, en los mercados menos concentrados, el aumento del SMI puede causar un significativo aumento del desempleo. En el siguiente mapa puede observarse el grado de concentración económica en Estados Unidos, según el Índice de Herfindahl, representando los colores más oscuros los mercados más concentrados y viceversa.

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También importa a la hora de fijar un Salario Mínimo considerar las características de los trabajadores (cualificación, edad…). En España, ni dichas características ni el grado de concentración del mercado se han tenido en cuenta al aumentar el Salario Mínimo. Según el estudio de Marimpi & Koning (2018), que utiliza datos de 30 países de la OCDE (de los cuales 21 de ellos han impuesto un Salario Mínimo) desde el año 2000 hasta 2014, los países con un mismo Salario Mínimo para toda la población tienen un menor empleo joven que aquellos que permiten tener distintos salarios mínimos por grupos de edad. Sus conclusiones se pueden apreciar en las siguientes gráficas, en las que el grupo 1 se refiere a la tasa de empleo en países con Salario Mínimo y el grupo 2, a países sin él. En el siguiente gráfico, el grupo 1A, hace referencia a países con un Salario Mínimo distinto para jóvenes y el grupo 1B, a países con un mismo Salario Mínimo para todos los grupos de edad.

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Los nórdicos se oponen

Como hemos visto, los efectos del Salario Mínimo pueden afectar de forma distinta a diferentes colectivos. Probablemente, por ello el Gobierno de España ha decidido crear una comisión de expertos para evaluar los efectos del Salario Mínimo entre diferentes grupos (aún está por verse quiénes son estos expertos y cómo se les elige). Sin embargo, parece que la comisión creada por el Gobierno no estudiará los distintos efectos del aumento del SMI por comunidades autónomas. Y es que un salario mínimo de 900 euros al mes no supone lo mismo para cada comunidad autónoma. En el caso de Extremadura, según el INE, tal SMI supone un 80% del salario mediano, mientras este mismo SMI en el País Vasco supone poco más del 50% del salario mediano.

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Así, al ser los salarios distintos en las diferentes comunidades autónomas, también lo será el efecto del SMI sobre variables como el empleo. Existe evidencia sobre el aumento de costes salariales sobre el empleo debido a la armonización del impuesto sobre salarios (similar a las cuotas a la Seguridad Social en España) en todo el territorio noruego a partir del año 2000. El impuesto era inferior en las zonas económicamente más atrasadas del país y, tras la reforma, se observa un descenso en el empleo en éstas. Concretamente, un aumento de 1 punto porcentual en el impuesto sobre los salarios causa un descenso en el empleo local de un 1,37%.

Así, un salario mínimo de igual cuantía o con un mismo marco para toda la Unión Europea generará varios problemas al no tener en cuenta las distintas características de cada país. Los países nórdicos ven amenazado su sistema actual, que sí tiene significativamente en cuenta estas diferencias, y por ello se resisten a la propuesta de la presidenta de la Comisión Europea. Estas medidas requieren tener en cuenta las diferencias no sólo a nivel nacional sino también regional, sectorial, etc. Se debe avanzar hacia una mayor evaluación de este tipo de políticas porque, no son tan sencillas como parecen y pueden tener grandes consecuencias sobre el empleo juvenil y los salarios de los trabajadores.

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