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José T. Raga

No todo es dinero

Créame, señor presidente: el dinero, sin personas capaces, sólo produce endeudamiento.

Es más, me atrevo a afirmar que, por sí solo, pocas cosas resuelve el dinero. Y a qué viene esto hoy. Está próximo a distribuirse dinero europeo para la reconstrucción económica, y tengo la impresión de que el Gobierno está sin hacer nada, esperando que el maná rocíe una mañana nuestra economía con euros y más euros…

Si hiciéramos un balance de la actividad del presidente desde antes de iniciarse el confinamiento como respuesta al covid-19, sólo encontraríamos disposiciones normativas, con una vigencia nunca superior a los quince días.

Junto a ello, noticias y datos falsos, y visitas de fraternidad, con un tono francamente turístico, entre los potenciales beneficiarios –Portugal, Italia, España–; es decir, verse para nada, más allá de quedar en… exigir y no aceptar la primera propuesta.

Muchos contribuyentes, que seremos los que tengamos que hacer frente a los platos rotos gubernamentales, pujaríamos por la negativa a tales dispendios. Al fin y al cabo, somos conscientes de que el gasto seguirá siendo irracional, despilfarrador, hinchando la Administración –de 13 a 22 ministerios, más otros órganos menores– y frenando cualquier intento de trabajar.

España está convirtiéndose en el paraíso donde no resulta aconsejable trabajar; siempre estarás protegido por lo que Iglesias ha llamado "escudo social", del que se considera artífice. Una cosa es cubrir la necesidad y otra distinta ahuyentar la participación en la tarea común: el trabajo.

Si el señor Sánchez hubiera sido canciller de la República Federal de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, pese a disponer de todos los dólares del Plan Marshall, hoy, setenta y cinco años después, los escombros seguirían en las calles de aquellas ciudades. Aunque también estoy convencido de que se habrían promulgado leyes, decretos… dando instrucciones de cuándo y cómo recoger los escombros, dónde acumularlos... y asegurar la participación paritaria de hombres y mujeres en la tarea. Varios funcionarios vigilarían su cumplimiento.

El llamado milagro alemán, de acuerdo que tuvo los dólares del Plan Marshall, pero por encima de ello tuvo un canciller, Konrad Adenauer –cristianodemócrata–, que trabajó incansablemente hasta pasados los 85 años y un ministro de Economía, Ludwig Erhard, que creía en la economía social de mercado y detestaba el comunismo. Junto a ellos, un pueblo alemán comprometido en el trabajo de construir una Alemania poderosa, y no dependiente del subsidio o de la subvención.

Por cierto, lo que son las coincidencias, sería un socialista español, de los inteligentes, el profesor Tierno Galván, quien, en 1957, traduciría al español el libro de Erhard –Wohlstand für alle–, es decir, Bienestar para todos, que influiría decisivamente en la política del desarrollismo español.

Créame, señor presidente: el dinero, sin personas capaces, sólo produce endeudamiento. Compare lo dicho con lo ocurrido en la República Democrática Alemana (la comunista), que tuvo que blindar su pobreza con un muro –año 1961– hasta el mero año de la desaparición del muro y de la propia RDA: 1989.

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