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José T. Raga

No; mentiras, no

Responsabilizar al covid-19 de lo que ocurre en España es una forma de escurrir el bulto y responsabilizar a quien no puede defenderse.

Estamos viviendo momentos muy convulsos, en ideologías, en objetivos, y la falta de criterio, de liderazgo y de definición política se traslada, por desconfianza, a la actividad económica. Si me preguntasen qué epidemia abate hoy España, ésta sería la que, con rotundidad, mencionaría.

Que lo políticamente correcto sea responsabilizar al covid-19 de lo que ocurre en España es una forma de escurrir el bulto y responsabilizar a quien no puede defenderse.

Inicialmente responsabilizamos a los chinos, pero ellos están acostumbrados y no se alteran demasiado. Lo que sí que ocurre en nuestras tierras es que convertir un hecho en causa de los males de la nación permite no interrumpir las vacaciones, que aquí adquiere la condición de cosa sagrada –res sacrae para los romanos–.

Pero esa práctica tiene mucho de engaño, y con engaño no se resuelven los problemas. Lo políticamente correcto es decir que la pandemia que sufrimos –no sólo nosotros– amenaza la salida laboral de los jóvenes.

Yo, tratándose de estadísticas, prefiero utilizar las europeas, menos sometidas a manoseos interesados, por lo que esa verdad nacional establecida como dogma –muy típicos de la izquierda son los dogmas– tiene peor resultado cuando nos vamos a Eurostat.

He tomado dos fechas: una previa a la pandemia (diciembre de 2019) y otra de cuando ya estábamos sufriéndola (junio de 2020). En efecto, en España los menores de 25 años desempleados han pasado del 30,3% de la población activa (diciembre 2019) al 40,8% (junio de 2020); es decir, un aumento de 10,5 puntos porcentuales, que, sobre 30,3, significa un crecimiento del paro del 34,6% en seis meses.

Pero quiero preguntar: ¿por qué en Alemania el paro de este segmento antes de la pandemia era del 5,7% y después (junio 2020) ha disminuido al 5,6%? La propia Italia ha pasado del 28,4% al 27,6%, cuando tanto hemos hablado de los muertos por covid-19 allá. En algunos países también convulsos políticamente, como Francia, en diciembre de 2019 el paro juvenil se situó en el 20,2%, ascendiendo al 21,2% en junio de 2020, un ligero ascenso del 4,9%.

¿Somos acaso nosotros los más castigados? Si así fuera, por qué. Pero el Gobierno está de vacaciones y no hay respuesta. No se puede simular que importa el empleo de los jóvenes si no importa su formación; eso es fariseísmo.

¿A quién engañamos? A todos, pero sobre todo a los jóvenes, a sus familias y a la sociedad.

Mientras haya derrumbe económico, los jóvenes no encontrarán empleo y los mayores lo perderán. El paro de los mayores de 25 años, en las mismas fechas, pese al disimulo de los ERTE y el coste de la indemnización, ha pasado del 12,5 al 14,1%, es decir, ha crecido en seis meses 1,6 puntos porcentuales, que, sobre 12,5, equivale a un 12,8%.

Mientras la máxima de gobierno sea "donde mejor, en casa", ninguna mejora es previsible. Cuenten, además, los desincentivos al trabajo de los subsidios electoralistas.

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