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José T. Raga

'Online' frente a presencial

Hay muchos trabajos que, por su naturaleza, pueden realizarse sin mengua de calidad, pero ¿y las relaciones personales?

¿Estamos ante términos contradictorios o ante opciones metodológicas para un mismo fin? Si analizamos la polémica suscitada recientemente en nuestra sociedad, se diría que lo primero. Manifestaciones de padres de alumnos exigiendo enseñanza online para sus hijos y la de la ministra de Trabajo advirtiendo de que el trabajo online no puede salirles gratis a los empresarios son muestra de una contraposición de métodos para un fin, quizá no del todo claro.

Pidiendo disculpas, uso el anglicismo online porque si hubiera dicho en línea pocos supondrían de qué pretendía hablar hoy. Para mí, estamos ante dos métodos de ejecución de una tarea tendente a un fin; en un caso, la educación/enseñanza; en el otro, la producción bienes o servicios.

No quisiera con lo dicho que se concluyera que considero ambos métodos indiferentes, pues ni siquiera acepto la equivalencia. Para mí hay un método preferente, el presencial, y un método alternativo, el online, para cuando el anterior sea imposible o extremadamente dificultoso.

El porqué de mi preferencia es bien simple: prefiero hablar con una persona a la que veo, o telefónicamente caso de conocerla mucho, que con un robot o con un anónimo telefónico que trata de ofrecerme algo.

La razón es que la presencia, además de vocablos/ideas/posiciones, transmite también actitudes, confianzas y desconfianzas, que entre ausentes no siempre se detectan. Algo de esto ocurre en los dos casos mencionados, desarrollados en la España de la pandemia.

En la educación no sólo se pretende la transmisión de conocimientos por el profesor en el aula, sino que el alumno desarrolla su sociabilidad con sus colegas, su solidaridad, atendiendo las necesidades de quienes le puedan necesitar, en definitiva, desarrolla su humanidad; todo ello, esencial para integrarse en la sociedad, objetivo último del proceso educativo.

Que hay aspectos de la educación que pueden ser online, no hay demasiadas dudas, aunque yo sigo prefiriendo la presencial. Aunque, en caso de imposibilidad, mejor acudir a lo online, que resignarse a la no educación.

Algo semejante ocurre cuando hablamos del trabajo online. Hay muchos trabajos que, por su naturaleza, pueden realizarse sin mengua de calidad, pero ¿y las relaciones personales? ¿Y la cooperación espontánea entre trabajadores?

Las relaciones humanas en el trabajo, ¿no tienen valor alguno? ¿Por qué mantenemos amistades adquiridas con ocasión del trabajo? Sólo quien no ha trabajado nunca puede menospreciar tales relaciones.

Así las cosas, ¿por qué, señora ministra, tendría que asumir la empresa un coste por el trabajo online? ¿No debería usted estar determinando qué competencias se exigirán a los trabajadores en la Cuarta Revolución Industrial (IA)?

Estima Dehace que un 14% de los trabajadores actuales en el mundo tendrá que reciclarse si pretende seguir trabajando. ¿O esperamos que destruyan los robots, como hicieron los tejedores de Nottinghamshire (Gran Bretaña) en 1811 los telares mecánicos?

Una nueva destrucción para cuya violencia bastan sus reales decretos.

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