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José T. Raga

¿Estallará esto alguna vez?

Casi la mitad del empleo total cobra su remuneración del sector público.

Supongo que las respuestas a la pregunta del título de hoy son varias y alejadas unas de otras, según el optimismo o realismo de la gente. A mí me han llegado a decir, pero con toda convicción, como si tuvieran información privilegiada, que sí y, además, a no mucho tardar.

Otros, en el polo opuesto, piensan que esto puede durar, incluso los más pesimistas –o mejor informados– consideran que, una vez construido el pesebrismo, la tendencia natural es a permanecer, porque está escrito: cuando se consigue vivir de la sopa boba, no hay quien suelte la cuchara.

Y debe de ser cierto, aparte de que el saber popular pocas veces se equivoca, porque si algo hay consolidado en este país es esa vergonzosa –para algunos, noble– forma de vivir, que no sólo se sostiene por los tiempos, sino que tiende naturalmente al crecimiento, lo que permite asegurar que no sólo existe, sino que se considera algo digno de admiración.

Dígase si no, cómo interpretamos esa sentencia popular, que oímos con frecuencia, referida a alguien concreto, cuando con acento admirativo se dice de él que vive como Dios –discúlpeseme la irreverencia– sin pegar ni sello.

Yo, ante este tipo de respuestas, reacciono, sin complacencia ni concesión alguna, advirtiendo de que lo indiscutible es que la bolsa se acaba, y que cualquier promesa que comporte una obligación pecuniaria quedará en lo que tiene que quedar: en una insolvencia –en lo financiero– o en un fraude, en la investigación criminal, que es más común de lo que los hombres de bien –cada vez quedan menos– puedan imaginar.

De todo lo prometido, la mitad de la mitad: de la renta mínima vital, de las percepciones por los ERTE, de las ayudas para los autónomos, para las pymes, hasta para los Planes Renove, y los concesionarios ya han dicho que el dinero público por delante, y después hablaremos del asunto; hartos están ya de promesas.

Ahora ya hemos retomado el estribillo que el Gobierno había aparcado momentáneamente. Y ya se habla de la subida del SMI (Salario Mínimo Interprofesional), sabiendo que muchos de los que están trabajando y parte de los que buscaban trabajo se van a quedar en el paro, esperanzados en la promesa de prestación o subsidio por desempleo.

La realidad será que los llamados pesimistas confirmarán que el pesebre crece en tamaño y permanencia. Las estadísticas de empleo, sin necesidad de rebuscar en los datos, deberían ofrecer la información de cuánto empleo en el sector privado y cuánto en el público.

Pues bien, sin alarmismos, casi la mitad del empleo total cobra su remuneración del sector público, y sólo otro tanto más, medio millón aproximadamente, lo hace del sector privado.

Es decir, que cada trabajador del sector privado lleva a sus espaldas a parados, a pensionistas, a jóvenes estudiantes… y casi a un empleado público; una carga insoportable.

Por ello, sigo preguntando: ¿estallará esto alguna vez?

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