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Jesús Gómez Ruiz

Por la comisión única

No es necesario ser un experto en Economía para saber que la fijación de precios por parte de las autoridades es la antítesis de lo que se entiende por un mercado libre y competitivo. Sin embargo, la Comisión Europea, a propuesta de su presidente Romano Prodi y del comisario europeo de Mercado Interior, Fritz Bolkestein, pretende obligar a las entidades bancarias europeas a cobrar un precio único por las transferencias de fondos, ya sea dentro de un mismo país o a otro de la zona euro.

Los comisarios europeos argumentan que no es admisible que los ciudadanos europeos no se beneficien aún de las ventajas de la moneda única. Y tendrían razón siempre y cuando los costes de enviar dinero a una plaza nacional o a una plaza extranjera fueran nulos o los mismos en todos los casos; aunque en tales circunstancias, la competencia entre las distintas entidades bancarias de la zona euro acabaría limando en muy poco tiempo las discrepancias entre las comisiones que cobren los bancos por este servicio.

Pero esto no es así. El coste de la transferencia de depósitos bancarios depende principalmente del volumen de intercambios comerciales entre las plazas implicadas y de si el saldo compensado de las transferencias de fondos que implican esas transacciones es más o menos cuantioso. Pongamos un ejemplo. Si queremos enviar fondos de Madrid a Frankfurt sin necesidad de recurrir al giro postal (mucho más caro), tendremos que encontrar a alguien que quiera enviar fondos de Frankfurt a Madrid. Puesto que para nosotros sería una tarea bastante complicada encontrar a alguien en Frankfurt que quiera enviar a Madrid exactamente la misma cantidad que nosotros queremos enviar allá, recurrimos a un banco, que nos presta este servicio a cambio de una comisión. Y esa comisión, supuesto un mercado libre, dependerá principalmente del volumen de saldos deudores y acreedores que el banco tenga en ambas plazas. En el caso límite de que no hubiera nadie que quisiera enviar fondos a Madrid, el banco tendría que transportar físicamente los billetes o las monedas a Frankfurt, corriendo con los gastos. Por tal motivo, siempre es, en condiciones normales, más barato enviar fondos por transferencia bancaria que a través del giro postal.

Los bancos que mantengan más relaciones comerciales con la plaza donde se quiera enviar el dinero serán, lógicamente, los más competitivos. Si trabajamos con un banco con poca presencia en la plaza de destino, su comisión será, consiguientemente, más elevada que la de su competidor. Si se le obliga a cobrar lo mismo que éste, o lo mismo que él cobre por transferencias a plazas donde su presencia es mayor, incurrirá en una pérdida, por lo que tendría que cesar en esta actividad. El número de competidores se reduciría consiguientemente, lo que acabaría provocando, paradójicamente, un incremento de las comisiones, justo lo que se pretendía evitar.

Concluyendo: del mismo modo que no es prudente manipular artefactos cuyo funcionamiento se desconoce, tampoco es prudente cuestionar el principio del laissez faire en mercados cuyo funcionamiento se ignora, aunque sea con la mejor voluntad. Ya se sabe que el infierno está empedrado de buenas intenciones.

En Libre Mercado

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