Los analistas, expertos, profesores y catedráticos de Ciencia Económica no han ahorrado elogios al gran Greenspan: genio, maestro, superestratega, merecedor indudable del Nobel de Economía..., hemos podido leer en las últimas horas en los distintos análisis que han seguido a la decisión del presidente de la Reserva Federal estadounidense de reducir en medio punto los tipos de interés en los Estados Unidos.
“Un genio, es un genio”, nos dicen quienes aseguran que más saben sobre esa ciencia nada exacta de la economía, que trata de explicar subidones súbitos y batacazos no menos sorprendentes de las curvas bursátiles. Greenspan sigue siendo “el que mueve ese gráfico”, sube o baja las curvas de las tendencias alcistas o bajistas, casi nada.
Eso es tener poder, influencia, ejercicio del control del dinero que cotiza --o juega-- en las Bolsas. Y quien más quien menos tiene la tentación de comparar al Greenspan yankee con el Duisenberg de la moneda única. Y hasta de proponer que nos lo cedan un rato, para que el alumbramiento del euro sea superfeliz y sin traumas.
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