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José María Rotellar

El sombrío escenario económico al que nos conducen las restricciones

El virus se ha cobrado muchas más víctimas por millón de habitantes que en otros países, generando pánico en la población, elemento que retrae consumo e inversión.

El virus se ha cobrado muchas más víctimas por millón de habitantes que en otros países, generando pánico en la población, elemento que retrae consumo e inversión.
Docenas de personas pasean este sábado por la playa del Orzán de La Coruña. | EFE

Desde que en marzo el Gobierno decretó el cierre productivo, con medidas extremadamente duras, el horizonte económico español se ennegreció de manera acelerada. Ya había síntomas claros de una intensa desaceleración debido a la ausencia de reformas en los últimos años, pero con la paralización de meses de la actividad productiva -prácticamente completa durante dos semanas- la caída de la economía y el empleo ha sido vertiginosa. Esas medidas fueron la triste consecuencia de una falta de previsión del Gobierno de la nación, imprevisión que facilitó que hubiese un contagio muy rápido y concentrado, que estuvo a punto de hacer colapsar la Sanidad.

Por ese colapso, el virus se ha cobrado muchas más víctimas por millón de habitantes que en otros países, generando pánico en la población, elemento que retrae consumo e inversión. Adicionalmente, el Gobierno retrasó mucho la reapertura, muchísimo, y el ritmo de la misma fue, por tanto incompleto, pues al restringirse sustancialmente el aforo en comercios, hoteles y restaurantes, manteniendo el cierre de los locales de ocio nocturno, incluso en esta etapa tan extraña por la que atravesamos, que el Gobierno se empeña en llamar “nueva normalidad”, que, desde luego, de normal no tiene nada. Ahora, se intensifican las restricciones a todos los niveles y se acaricia la idea de un nuevo cierre productivo, que podría suponer la puntilla para la economía.

Desde la máxima prudencia, no podemos seguir parados ni a un ritmo lento. Debemos recuperar la normalidad de inmediato, sin adjetivos. Estamos preparados para combatir el virus y cuidar de los enfermos hasta que llegue una vacuna, pero no podemos esperar a dicha vacuna para volver a la normalidad, ni aunque se confirme, ojalá que sí, la Pfizer para principios de año, porque eso sería la ruina de todos los españoles. Si no nos reactivamos de inmediato de manera completa, se va a destruir cada vez más parte del tejido productivo, arruinando a muchos empresarios y dejando a millones de personas sin trabajo y muchas familias pueden empezar a pasar hambre -muchas, de hecho, ya lo hacen, desgraciadamente-.

Así, si no se rectifica, el paro y la desolación económica pueden llegar a generar un drama social todavía mucho mayor que el coronavirus, porque ante la ruina económica habría que recortar muchos servicios esenciales, como la Sanidad, que empeoraría la atención y eso podría redundar en una mayor tasa de mortalidad por cualquier tipo de enfermedad, ya que podría darse un aumento de enfermedades psiquiátricas y cardiacas.

Adicionalmente, si la economía no se recupera con vigor de manera temprana por no hacer reformas estructurales y si las cuentas no se ajustan con un reequilibrio presupuestario, podría llegar a concretarse una posible imposición de Bruselas de ajustes muy duros en las pensiones y en los funcionarios. Los mayores han sido golpeados por el coronavirus con fuerza; por retrasar la vuelta a la normalidad, sin adjetivos, no podemos poner en riesgo también sus pensiones.

Por eso, hay que aparcar las restricciones, abrir de inmediato y con la práctica totalidad de la actividad, con prudencia, pero con determinación. Podemos combatir al virus porque somos una sociedad próspera. Si nos empobrecemos, no sólo tendremos el problema del virus, sino que se le unirán otras enfermedades, el paro, la pobreza y la necesidad de muchas personas.

Ya es inalcanzable el escenario que se habría derivado de aprender de los errores del cierre productivo y haber recuperado la normalidad en el verano. Eso habría limitado la caída del PIB al 7,98%, que ya es muchísimo, pero se podría haber mitigado. El empleo perdido se habría quedado en 756.000 personas.

Sin embargo, la no reapertura total nos llevaba a un escenario con una caída más abrupta, pero que las nuevas restricciones han hecho que también ya esté superado. En él, la economía ya caía un 11,04%%. Los empleos perdidos habrían ascendido a 1.454.000 personas, que estaría en línea con lo estimado por el Gobierno en su plan presupuestario 2021 enviado a Bruselas.

Ahora, con las nuevas restricciones impuestas, la caída económica puede llegar al 14%, con casi dos millones de empleos perdidos si las restricciones introducidas últimamente se mantienen hasta que se suministre la vacuna.

Por último, si quienes quieren cerrar de nuevo todo el sistema productivo se imponen, entonces el tejido empresarial se resentirá del todo y nos iremos a un escenario con una caída cercana al 20% y la pérdida de casi 2,5 millones de empleos.

Por eso, no puede mantenerse por más tiempo esta situación de inseguridad generada con cierres, reaperturas y nuevamente cierres. Se trata de dejar que empresas y trabajadores produzcan, porque, si no, con toda la gravedad y tristeza provocada por el coronavirus en el ámbito sanitario, va a ser todavía mucho peor en drama humano en términos de paro, hambre e incluso mortalidad por empeoramiento de condiciones de vida y servicios sanitarios, lo que va a suceder en el ámbito económico. Lo que necesitamos es mucha precaución, sin duda, pero determinación, buena gestión, reequilibrio presupuestario, no subir impuestos y acometer muchas reformas para evitar este abismo y recuperarnos rápidamente, con fuerza y solidez. Justo lo contrario de lo que se está haciendo.


 

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