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José T. Raga

No, no y no

Los obreros ni son, ni pueden ser ni deben ser una mercancía.

No, señora Díaz, vicepresidenta y ministra de Trabajo y Economía Social; la subida del SMI no es la medida más eficaz para resolver la pobreza laboral, la cual se produce por causas que parecen no importar a su Gobierno.

Que esté preocupada, si realmente lo está, por la pobreza, me parece una actitud que le honra; pero no le ponga apellidos a la pobreza, porque el pobre laboral, pese a todo, quizá sea menos pobre que el que lo es sin trabajo ni esperanzas de tenerlo.

El presupuesto del Estado debe hacer frente a las situaciones de necesidad, de pobreza, sin que por ello tenga que contradecir las reglas de la economía. Como ministra de Economía Social, tenga bien claro que el día que lo social ignore lo económico, se arruinará éste y terminará aquél.

Lo más importante para un trabajador es poder aportar su labor personal, generando riqueza en la nación y realizándose en sus facultades mediante esa aportación, que queda ensalzada, en todo trabajo, por la propia dignidad del trabajador.

Para lo otro, para las situaciones de pobreza, que a muchos nos preocupan, los católicos apelamos a y nos comprometemos con la caridad. Ya sé que el término le repele, aunque muchos, muchísimos pobres viven gracias a ella.

Acuda usted, si no, a los fondos coactivos del Estado, sin engaños, para atender las necesidades vitales de todo ser humano. Al fin y al cabo, esos fondos pertenecen íntegramente al pueblo español, que los ha constituido, pero no destroce las relaciones económicas porque también se quedará sin aquellos.

El error puede venir porque los que juraron fidelidad al marxismo tomaron literalmente aquello que el propio Marx criticaba al sistema burgués de producción: los obreros, que tienen que venderse al por menor, son una mercancía como otro artículo de consumo cualquiera… (Manifiesto del Partido Comunista, cap. I).

Absolutamente, no. Los obreros ni son, ni pueden ser ni deben ser una mercancía; ante todo, son personas humanas titulares de dignidad, que, en los regímenes en que se les permite, eligen responsablemente dónde residir, qué consumir, qué familia formar… decisiones que, en otros sistemas, las toma el Estado.

Sus alternativas no son fruto del azar ni del origen familiar, sino que, en un sistema de libertad, unos y otros forjan su presente y su futuro en función de su esfuerzo, de su laboriosidad y de su constancia.

Tres ingredientes que se desarrollan desde los inicios de la vida: escuela, instituto, universidad, y aprovechando su tiempo en las distintas oportunidades que la vida les brinda.

Por ello, la medida verdaderamente eficaz, para el protagonismo del sujeto, es una sólida formación; formación, educación, que ha sido maltrecha y desprestigiada a todos los niveles por su Gobierno y por algún Gobierno anterior.

Con profesorado mediocre y mal seleccionado y planes de estudio aligerados, los obreros, muchos, aspirarán de por vida a que aumente al salario mínimo interprofesional.

¡Qué sociedad esperamos, para hijos y nietos, si esto no cambia!

En Libre Mercado

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