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José María Rotellar

El espejismo de la caída de la deuda pública

Una cosa es que se haya vuelto permanente el recurso al endeudamiento y otra muy distinta es que eso deba convertirse en una práctica normal.

Una cosa es que se haya vuelto permanente el recurso al endeudamiento y otra muy distinta es que eso deba convertirse en una práctica normal.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

Cada mes, analizamos la evolución de la deuda, y cada mes observamos cómo el camino que sigue es el de una tendencia alcista. Hemos mencionado reiteradamente el problema del gasto, con el déficit estructural, construido sobre un gasto desmedido, que se ha ido consolidando en el tiempo, como principal problema. Sobre la base de unos ingresos coyunturales, se ha ido asumiendo un incremento del gasto anual en todas las administraciones públicas, especialmente en el Gobierno de la nación, que nos lleva a una situación de insostenibilidad.

Como vengo diciendo, el endeudamiento se ve con naturalidad, como si fuese lo más normal del mundo. Una cosa es que se haya vuelto permanente el recurso al endeudamiento y otra muy distinta es que eso deba convertirse en una práctica normal.

Esa asunción de dicha supuesta normalidad se recoge, mes tras mes, en las estadísticas de endeudamiento de las AAPP que publica el Banco de España. Mes tras mes las recogemos aquí y, mes tras mes, comprobamos que la tendencia no para de crecer, pese a que haya meses, como este último publicado, referente a octubre, en el que la amortización de deuda que ya se había refinanciado haga disminuir el volumen, pero por un mero ajuste estadístico. La tendencia sigue siendo alcista -y así seguirá mientras siga habiendo déficit, pues la deuda no es más que el sumatorio de los distintos saldos presupuestarios de cada ejercicio- con la aportación de inestabilidad a la economía que ello supone.

La deuda sigue su camino hacia los 1,5 billones de euros, que supone el 117,57% del PIB español sobre la estimación de crecimiento de PIB nominal del Gobierno a partir del dato de cierre de 2020, publicado por el INE. Aunque es obvio que en cuanto se inicie la recuperación el efecto del denominador derivado del crecimiento del PIB mitigará el cociente, como vemos al utilizar el dato de previsión del año (1,209 billones de euros), si empleamos la suma de PIB nominal de los últimos cuatro trimestres, la deuda se sitúa en el 121,07%.

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Si tomamos la deuda de final de 2020 (1,345 billones) y le sumamos el crecimiento del PIB que prevé como déficit el cuadro macroeconómico del Gobierno, la previsión de deuda absoluta para el cierre de 2021 es de 1,447 billones de euros, equivalente a un 119,67% del PIB.

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Lo decimos mes tras mes y volvemos a insistir: parece haberse instalado en España la sensación de que el gasto no es un problema, sino que éste se soluciona con impuestos y si la recaudación de éstos no basta, se cubre con deuda. Los gestores políticos no se paran a pensar que la subida de impuestos genera distorsiones en la economía -y, además, cuando los suben lo hacen en los impuestos directos, que son los que más perjudican a la actividad económica y al empleo, cuando, aunque lo preferible es no tener que subir ningún impuesto, de tener que incrementar alguno, lo neutral desde el punto de vista económico sería bajar mucho los directos y las cotizaciones y elevar indirectos-. Sin embargo, vemos cómo las cotizaciones se incrementan, frenando el empleo. Tampoco quieren caer en la cuenta de que el endeudamiento tiene un límite, que estamos sobrepasando ya de manera muy importante, por mucho paraguas que tengamos de la eurozona. Nada los frena, pues sólo quieren prometer, en todos los ámbitos, más y más medidas que no nos podemos permitir por la sencilla razón de que el gasto que suponen no lo podemos pagar. Es repetitivo sobre lo afirmado cada mes, pero es necesario hacerlo, porque el Gobierno parece no querer darse cuenta o piensa que todo lo resolverá la UE.

Todo ello, nos lleva a que desde que gobierna Sánchez la deuda se ha incrementado en 264.357 millones de euros. Durante el primer año, aumentó en 38.688 millones, y al cabo de más de cuarenta meses de mandato el incremento es de más de casi 265.000 millones de euros.

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Así, si durante el primer año creció la deuda por persona en 828,03 euros, en los tres años de mandato de Sánchez la deuda por persona ha aumentado en 5.571 euros, casi siete veces el incremento del primer año.

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O visto de otra manera: en el primer año, la deuda se incrementaba a un ritmo de 105,99 millones de euros al día. Ahora, casi tres años y medio de Gobierno de Sánchez, la deuda crece 211,65 millones de euros cada día.

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De esa manera, nos encontramos con un incremento exponencial del gasto, una caída de la recaudación y un descenso notable del PIB, en un entorno económico complicado, de elevada inflación -la mayor desde la firma del Tratado de Maastrich-, fuertes costes energéticos -que están propagando ese incremento de precios por toda la cadena de valor-, marco macroeconómico irreal y expectativas endebles.

Urge un ajuste importante que sitúe a nuestra economía en el nivel de gasto que se puede permitir. Es imprescindible acometer reformas que nos permitan aumentar el crecimiento potencial de nuestra economía y que éste sea sostenible, no sostenido artificialmente. O se logra hacer eso o el drama será mucho peor cuando se vea que no se puede afrontar tanto gasto, porque entonces el recorte habrá de ser mucho más intenso. No nos cansaremos de repetirlo mes tras mes, aunque con ningún éxito, como los datos muestran un mes más, pues el Gobierno incrementa el gasto a largo plazo, consolida el déficit estructural y aumenta la tendencia creciente de la deuda de manera irresponsable.

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