Aunque ahora Alemania siga instalada en el rechazo a lo nuclear a pesar de las carencias energéticas que ha puesto de manifiesto la crisis en Ucrania, hubo un tiempo en que estaba a la cabeza del sector, investigando nuevas tecnologías de fisión que incluían la experimentación con reactores modulares pequeños (SMR), ahora tan de actualidad por sus ventajas frente a las grandes centrales pero cuya historia se remonta a varias décadas atrás.
En los setenta, Alemania lideró la investigación en SMR junto a Estados Unidos, unos trabajos que se materializaron en proyectos como el frustrado THT3-300: un "minirreactor" de 300 Mwe que se levantó en la ciudad de Hamm. El reactor estaba basado en la refrigeración con helio en lugar de agua y el combustible (uranio y sobre todo torio) era introducido en esferas de grafito en lugar de barras. Su capacidad para generar calor de muy alta temperatura hizo que en su día el Gobierno alemán confiara en que pudiera alimentar procesos industriales y minerales y la calefacción urbana. Cuenta la prensa local que llegó a ser conocido como el "SPD-Reaktor" (el reactor del SPD) por las esperanzas que esta tecnología despertó en el gobierno local, que incluso soñó con hacer revivir el sector del carbón gracias a la central unos años después de la crisis del petróleo de 1979.
Sin embargo, un incidente ocurrido sólo unos días después del desastre de Chernóbil dio al traste con el proyecto: una de las bolas de combustible se atascó y trazas de radiación salieron al exterior. Aunque se trató de una cantidad tan mínima que según Frankfurter Allgemeine Zeitung no pudo medirse sino sólo ser estimada matemáticamente, la presión antinuclear que crecía en todo el país sumada a las protestas ecologistas en la zona llevaron a su cierre definitivo en 1989. El Gobierno renunció a un reactor que, en sus propias palabras, era considerado "prioritario" por sus posibles usos "en el sector del carbón y el sector químico". Mientras, la marea ecologista antinuclear acabó desembocando en la decisión de Gerhard Schroeder de no construir más centrales y cerrar paulatinamente las existentes, una medida que mantuvo Angela Merkel y que culminará con el cierre este mismo año de sus tres últimos reactores.
Aunque el reactor de Hamm quedó enterrado para siempre, el proyecto revivió décadas después en la otra punta del mundo, en China, que en los noventa emprendió un programa nuclear que tiene como uno de sus pilares los SMR. Ya tiene en funcionamiento dos que utilizan justo la misma tecnología que la fallida planta alemana, con avances que habrían sido introducidos con el apoyo del alemán Centro de Investigación Jülich. El HTR-PM chino, también un reactor de altas temperaturas basado en la refrigeración por helio y que emplea bolas de combustible, habría incluido mejoras para evitar los problemas que surgieron en el prototipo europeo. Mientras, el reactor de Hamm se clausuró de forma definitiva en 1987 y después se emprendió su desmantelamiento. Los restos de lo que fue el primer SMR alemán continúan allí.