El brusco giro del Gobierno en torno al Sáhara y la crisis de materias primas desencadenada por la guerra de Ucrania han puesto de nuevo de actualidad el tesoro que albergan los montes submarinos de Canarias, ricos en minerales estratégicos como el cobalto, el telurio y tierras raras. Desde hace años, investigadores españoles y extranjeros han encabezado diversas misiones científicas para calibrar el potencial del subsuelo marino canario con vistas a una posible explotación en el futuro. Pero que esta riqueza submarina llegue algún día a explotarse es todavía una posibilidad remota, condicionada por múltiples factores políticos y tecnológicos. España tardaría décadas, y eso si finalmente lo hace, en hacer uso del tesoro submarino que esconden las aguas canarias. Estas son algunas de las claves:
Las dificultades tecnológicas
Los montes submarinos canarios están recubiertos de "costras de ferromanganeso polimétálicas" de varios centímetros de espesor que han ido acumulándose a lo largo de millones de años y que albergan "metales críticos, esenciales para la industria", como explica el catedrático de Geología de la Universidad de Las Palmas José Mangas, citando entre ellos el cobalto, el níquel y las tierras raras. Aunque el monte más mediático es el Tropic, esta riqueza estaría presente en una veintena de montes submarinos canarios, de "dimensiones monstruosas". Mangas, investigador del grupo GEOGAR adscrito a la Universidad de Las Palmas, explica que son como "islas bajo el agua", con alturas similares al Teide y una superficie en la cumbre de muchos kilómetros cuadrados. Las "costras" con los minerales de interés, formadas bajo el agua a partir de corrientes submarinas, se encuentran "entre 500 y 1.500 metros de profundidad", lo que requiere de una tecnología muy especializada, como "robots no tripulados", para realizar la extracción. Es necesaria una maquinaria específica para aprovechar esas "costras con diez centímetros" de espesor y Europa "aún no la tiene", señala.
La minería submarina, que está llamada a ganar protagonismo en el futuro, está en pleno desarrollo y avanza, no sin dificultades, a través de proyectos dispersos en distintos puntos del planeta. En Papúa Nueva Guinea, la canadiense Nautilus Minerals lleva veinte años intentando desarrollar maquinaria para conseguir explotar una mina submarina de oro a un kilómetro de profundidad. En el Pacífico, se están desarrollando nuevas tecnologías para extracción minera, el último de ellos un vehículo capaz de recoger nódulos metálicos submarinos desarrollado por The Metals Company "capaz de respetar la ecología y los sedimentos del subsuelo marino", según sus creadores. En Europa, el país pionero es Noruega, que está volcando su experiencia en gas y petróleo en la futura explotación de sus minerales submarinos con "una tecnología impresionante", explica a LD el investigador en Geología Aplicada a los Recursos Marinos del Instituto Geológico y Minero Francisco Javier González, que también cita el ejemplo del Patania II, un robot desarrollado por Global Sea Mineral Resources para recoger los nódulos del fondo marino.
La legislación
La minería submarina es aún tan incipiente que todavía está por regular en la inmensa mayoría de países. La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA) está elaborando la regulación en aguas internacionales, patrimonio común de la humanidad, que incluirá protocolos relacionados con el medio ambiente. Explica González que esta normativa, "en fase de discusión y de aprobación", será "el documento de partida" que previsiblemente utilizarán muchos países para legislar sobre sus propios recursos. De nuevo, en Europa Noruega es pionera y, según cuenta González, ya cuentan con una legislación específica desde el año pasado. En España, "está todo por hacer", explica, y "estamos expectantes" a lo que diga la ISA.
Aunque aún no se haya desarrollado una legislación concreta, en España ya hay menciones a la minería submarina, la última muy reciente. Hace apenas dos semanas, el Consejo de Ministros aprobó un real decreto sobre protección ambiental y actividades en el medio marino que establece que "no se deben crear explotaciones minerales en los fondos marinos antes de que se hayan investigado suficientemente sus efectos, se conozcan los riesgos, y pueda demostrarse que las tecnologías y las prácticas operativas no van a producir daños graves para el medio ambiente", aplicándose en estas actividades "los principios de cautela y precaución".
Los tiempos de la minería
A estos problemas específicos de la minería submarina se suman los tiempos habituales de las explotaciones mineras, que resume José Mangas en LD. Según explica el catedrático, en Canarias aún se ha dado solamente el primer paso, la "investigación básica" sobre lo que puede hallarse en el suelo marino. Un aviso de que "hay rocas con concentraciones interesantes" de minerales estratégicos, basado en estudios geológicos que apuntan que podría haber entre uno y diez kilos de tierras raras (diez veces más que la concentración habitual en la corteza terrestre) por tonelada.
Tras ello, tendría que llegar el segundo paso, "un estudio de detalle" mediante sondeos en una concesión minera delimitada y libre por tanto de protecciones ambientales o de cualquier tipo. Mangas explica que en esta fase es necesaria una fuerte inversión de la empresa interesada y permisos de las autoridades locales y autonómicas para unos trabajos que pueden durar dos o tres años. "Suponiendo que a la empresa le vaya bien", en la tercera etapa hay que conseguir "los permisos para explotar el yacimiento". La legislación, explica, "debe estar a su favor" y se deben obtener permisos gubernamentales. La horquilla temporal acaba ampliándose hasta "los diez o quince años" y es necesario un potente respaldo económico. En definitiva, señala el profesor, hacen falta como mínimo "veinte años" desde que se detecta una zona de interés hasta que se empieza a explotar, "si salen bien las cosas" y se tiene la tecnología suficiente y todos los permisos legales.
Marruecos
A los problemas legales, económicos y tecnológicos se añadiría el escollo de Marruecos. El país vecino ha puesto también sus ojos en la riqueza submarina de Canarias, como quedó de manifiesto con la aprobación en 2020 dos leyes que extendían la demarcación marítima marroquí hasta las islas Canarias. Entre tanto, el país ha pedido ante la ONU extender su plataforma continental, en respuesta a la petición que hizo España en 2015 de extender la plataforma continental canaria hasta las 350 millas, lo que dejaría dentro de la demarcación española el monte Tropic, ahora 50 millas más allá de la Zona Económica Exclusiva (fijada en 200 millas náuticas). El resto de montes submarinos canarios sí están bajo jurisdicción española.
Aún no hay respuesta de la ONU y también quedó sin respuesta el conflicto por las aguas territoriales en el reciente viaje de Pedro Sánchez a Rabat. De hecho la mención en el texto del acuerdo a una "reactivación del grupo de trabajo sobre delimitación de espacios marítimos en la fachada atlántica, con el objetivo de lograr avances concretos", ha levantado suspicacias en las islas.
Las presiones ecologistas
En España, numerosos proyectos mineros no avanzan por las presiones ecologistas, como lamentó recientemente el Colegio de Geólogos, y no parece que el caso canario fuera a ser una excepción a pesar de que estos minerales estratégicos son, paradójicamente, esenciales para las tecnologías verdes. Organizaciones como Greenpeace ya han lanzado campañas contra la minería submarina y sus peligros para la biodiversidad y aunque los proyectos que se están desarrollando prometen el máximo respeto por los ecosistemas es prácticamente seguro que un proyecto de explotación recibiría una respuesta en contra.
Francisco Javier González, que ha trabajado en varios proyectos sobre los fondos submarinos canarios, señala que el momento actual es el de la "investigación" y que por el momento "no conocemos bien la biodiversidad" de unos montes que son "muy grandes". En cualquier caso, indica, se produciría un "impacto" puesto que con la explotación submarina "se levanta una pluma de sedimento que se desperdiga en la columna de agua", una especie de "polvareda que se deposita" de nuevo en el fondo marino y que puede afectar a los organismos. Insiste en que aún hay que "estudiar en profundidad" y que hoy por hoy, la zona es "un buen laboratorio de experimentación" para conocer "cómo puede afectar al medio ambiente una explotación futura", apropiada para "adquirir conocimiento y experiencia" pero sin que sea aún una "zona de explotación inmediata".