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José T. Raga

¿Le importa al BCE la inflación?

Si al BCE no le importa la inflación, ¿a quién le puede importar?

Si al BCE no le importa la inflación, ¿a quién le puede importar?
La presidenta del BCE, Christine Lagarde. | Cordon Press

El título de hoy hará pensar a muchos que he perdido el sentido, o que he olvidado lo que de economía he podido aprender a lo largo de no pocos años de estudio. Aunque, como defensa, a la que siempre se tiene derecho, cabría considerar otra alternativa; quizá quien haya perdido el sentido sea el BCE, por qué no.

Las declaraciones de la señora Lagarde, presidenta de la entidad, en el reciente Foro de Davos, deja sobre la mesa los peores presagios y apunta probabilidades de que lo que creíamos imposible pueda ser real. Si al BCE no le importa la inflación, ¿a quién le puede importar?

Me dirán que a todos aquellos que ven cómo su salario ha perdido capacidad de compra; es decir, que el euro ha perdido valor real, aunque los billetes sean aparentemente los mismos. Salarios y activos líquidos –cuentacorrentistas– son los grandes perdedores; pérdida de valor por inacción de la presidenta.

Yo, es verdad que no conozco decisión acertada ni errónea de la señora Lagarde. Quizá porque lo suyo sea no tomar decisiones, pero si así fuera, cómo acumular tres importantes ministerios en Francia entre 2005 y 2011, cómo asumir la dirección gerente del Fondo Monetario Internacional –organismo del que es mejor no hablar– entre 2011 y 2019 y cómo desembocar el día de Todos los Santos de 2019 en la Presidencia del Banco Central Europeo.

Su ocurrencia en Davos se concreta en que aunque hubiera adelantado las subidas de los tipos de interés no habría parado la inflación. Pues, digo yo, si no sabe qué hacer, por qué no cesar (si es que el término dimitir suena demasiado fuerte).

La misión de cualquier banco central con soberanía monetaria es, fundamentalmente, garantizar la estabilidad económica a través de la estabilidad monetaria. Cualquier alumno de primero de Economía sabe que intereses tan bajos como cero, o negativos, y excedencia de dinero en el mercado – con entradas permanentes de éste–, quiérase o no, provocarán incrementos de precios, es decir, inflación.

Reconozco que ser simpática con unos jefes de Gobierno europeos que reclaman siempre más y más dinero para ocultar su incapacidad para gobernar racionalmente puede llegar a ser un gesto amable, salvo si la simpatía es de quien debe garantizar la estabilidad de precios.

Cuando los mercados presionan por sus desajustes, alimentados por la prolija regulación pública, y cuando el empobrecimiento, en la Zona Euro, de asalariados y pensionistas son hechos indiscutibles, la presidenta, jurista y política, además de francesa, considera, sorprendentemente, que su estrategia, como máxima autoridad monetaria europea, sigue siendo la correcta. Y después de esta autoconvicción, ya veremos… que, como dicen los castizos, el futuro está por venir.

Si superar el ocho por ciento de inflación en la Zona Euro no es motivo para tomar medidas urgentes capaces de frenarla, ¿qué otro dato consideraría convincente para intentarlo, señora presidenta?

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