Arruinada y completamente desesperada por la lentitud de la Justicia, María Rosa había decidido iniciar este martes una sentada en la puerta del piso que, desde hace más de dos años, tiene okupado en Almería. Sin embargo, la protesta –que forma parte de las acciones emprendidas por la Plataforma de Afectados por la Ocupación para visibilizar esta lacra– ha terminado con la propietaria agredida y amenazada de muerte por su inquiokupa, una mujer que le ha llegado a decir que no le paga "porque no le da la gana" y que, además, es reincidente.
"Cuando me ha visto allí se ha puesto como loca. A mi hermano le ha roto la camiseta y a mí me ha dado un puñetazo en la cara y un empujón", denuncia en conversación con Libertad Digital. Justo en ese momento, el hijo de la okupa ha abierto la puerta, por lo que María Rosa ha caído en el interior de la vivienda. "La casa estaba hecha una pena. Había suciedad por todas partes y los muebles, que estaban completamente nuevos cuando le alquilé el piso, ahora están totalmente destrozados", lamenta.
Su rabia crece por momentos al explicar que, como en tantos otros casos, aquí la vulnerable es ella. Con un marido en paro y dos hijos a los que alimentar –a otro lo perdió en un trágico incendio–, María Rosa tiene que pluriemplearse para pagar la hipoteca de 800 euros que pesa sobre ese piso, y que se suma a la de la vivienda en la que reside, pero también para hacer frente a todos los suministros de los que disfrutan sus okupas, dado que la ley le obliga a ella a pagarlos. "Yo todos los meses necesito ganar solo para mantenerles a ellos mil y pico euros y, mientras tanto, tengo que aguantar cómo presumen en Facebook de viajes, hoteles y peluquerías de lujo", denuncia.
Su caso es uno de los más duros de cuantos han llegado a la Plataforma , ya que, al drama que viven todas las víctimas –y que suele tener muchos elementos en común– María Rosa suma una auténtica tragedia personal.
Lo perdió todo en un incendio
El 8 de noviembre de 2019, esta almeriense perdió a su padre y heredó su vivienda, pero también la hipoteca que pesaba sobre ella. Apenas 12 días después, un incendio acabó con su propia casa y con la vida de su hijo de 18 años. "Nos quedamos literalmente en la calle, lo perdimos todo… También el trabajo, porque entramos en depresión", recuerda entre lágrimas.
Gracias a la ayuda de familiares y vecinos que se dedicaban a la construcción, consiguieron arreglar su vivienda. Durante esos meses, se trasladaron a la casa de su padre, pero, cuando recuperaron la suya, decidieron poner aquella en alquiler: "La hipoteca ascendía a 800 euros y pagar eso era impensable en la situación en la que estábamos".
Se trataba de un piso de tres habitaciones por el que pedían 500 euros al mes. La única condición que le pusieron a la inmobiliaria fue que el inquilino contase con una nómina fija, pensando que aquello les protegería de un posible caso de okupación. Finalmente, se lo alquilaron a un matrimonio: ella, limpiadora con contrato indefinido; él, empleado de mantenimiento en un popular hipermercado.
De inquilinos a inquiokupas
"Me pagaron dos meses y ya no me volvieron a pagar más –explica María Rosa–. Intenté hablar con ellos por las buenas en varias ocasiones y todo fueron insultos, amenazas de muerte y denuncias falsas que ellos me han puesto a mí y que nunca han podido demostrar".
El suyo es un caso de inquiokupación de libro, con unos inquiokupas orgullosos de serlo y que, además, son reincidentes. "No me pagan porque no quieren y así me lo han llegado a decir a la cara. Incluso me contaron que se tiraron 9 años viviendo en una casa de un fondo buitre hasta que les echaron, y me advirtieron de que de la mía tampoco se iban a ir hasta que un juez no les echase", denuncia, tratando de contener la indignación que le produce su propia historia.
Conocen tan bien los mecanismos judiciales, que ni siquiera se esfuerzan en vivir una vida acorde a una situación de supuesta vulnerabilidad, "Llevan una vida de lujo a mi costa y lo que no es justo es que ya no solo les tenga que pagar la hipoteca, sino los suministros, la comunidad, el Ibi, la tasa de basuras… Les estoy pagando su vida entera", se queja sin esconder la impotencia que le produce esta situación.
La injusticia es tan evidente, que el Juzgado de instrucción número 1 de Almería ya dictó el pasado mes de marzo el desahucio de la pareja. Sin embargo, un error en las cantidades reclamadas ha retrasado el procedimiento. "Decían que me tenían que dar 2.400 euros, cuando ya me deben más de 10.000, así que hemos tenido que recurrir, porque yo necesito recuperar ese dinero para poder pagar mis propias deudas", advierte María Rosa, a la que familiares y amigos han ido prestando dinero durante todo este tiempo para poder seguir adelante.
Pluriempleada y ahogada en deudas
"Mi tío me da todos los meses 450 euros y otra tía me da 100, pero ya me han dicho que no me van a poder ayudar más, y los bancos dicen que tampoco pueden hacer nada, porque soy autónoma, y yo es que ya no sé de dónde sacar el dinero –lamenta desesperada–. Mi marido está en paro y tengo otros dos hijos a los que alimentar, uno de ellos con una discapacidad, así que necesito ganar dinero como sea".
Por las mañanas trabaja en un asador de pollos de su cuñado. "Pero voy a comisión, no tengo un sueldo fijo –puntualiza–, así que por las tardes tengo que coger todo lo que me sale, desde limpiar escaleras a cuidar a algún abuelillo".
La rabia es tan grande, que se le quiebra la voz. "Yo lo único que pido es que la Justicia se de prisa, porque yo no puedo más, y un mes más vas a ser una ruina para mí, porque no hay que olvidar que yo hace dos años lo perdí todo. Todo. Mi casa, mi ropa y lo más grande de mi vida –recuerda entre lágrimas–. Y lo peor es que encima toda esta situación ni siquiera me deja llorar la muerte de mi hijo".