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José T. Raga

¿Y ahora qué?

¡Ay, cuando despierten los mercados!

¡Ay, cuando despierten los mercados!
Christine Lagarde. | Alamy

Hace ya muchos años conocí un país, España, en donde había unos hábitos de vida comunes a ricos y pobres, compartidos por cultos y por ignorantes, porque unos y otros querían dejar una memoria de sí mismos como personas de bien, para que nunca los hijos pudieran avergonzarse de quienes les precedieron.

Socialmente nadie se atrevía a poner en duda las virtudes de una vida en comunidad basada en la rectitud, en la verdad, en la integridad, en la sinceridad, en la honradez, en la laboriosidad, en la probidad y, con especial énfasis, en el respeto debido a todo ser humano y muy especialmente a nuestros mayores.

Nada de ello se practicaba por temor, contra lo que algunos modernos han dicho, sino porque eran comportamientos imprescindibles para una sociedad sana, en la que abundaba la fraternidad y la que hoy llamamos, sólo que entonces de veras, solidaridad.

Pues ahora, una vez destrozados y menospreciados por eso que llaman progreso todos aquellos comportamientos o virtudes, elegimos como presidente del Gobierno a alguien que no tiene mesura en el gasto –es sencillamente un pródigo; hasta la Biblia habla de ello–, por lo que no repara en endeudarse sin ton ni son, para satisfacer a sus firmantes.

Si en aquel entonces hubiéramos planteado la pregunta que encabezan estas líneas, habríamos obtenido una respuesta, si no unánime, sí mayoritaria. Y no creo equivocarme al decir que, si el mal que estamos sufriendo significa endeudamiento, recesión, inflación, mentiras, irresponsabilidad política…, la respuesta habría sido que hicieran las maletas el Gobierno del señor Sánchez (todos), por un lado, y, por otro, el Gobierno (todos también) del Banco Central Europeo, que se lo ha puesto muy fácil para sus desmanes.

Los pirotécnicos saben muy bien que no debe haber fuego en las proximidades de donde se manipula pólvora. Análogamente, el pueblo sabio tiene dicho que no se puede poner al lobo como guardián de las gallinas. Pues aquí han coincidido un presidente del Gobierno que con nada tiene suficiente para pagar favores y una presidenta del BCE que acoge plácidamente a quienes reclaman dinero, convirtiendo semejante actitud en la razón de ser de su función.

Conclusión: que por fin se ha enterado (en mayo) de que tenía que restringir la compra de deuda a los Gobiernos de los países de la UE; dice que en un 90%, ¿por qué no de un 100%? El resultado de su trato complaciente, de un lado, y el hábito despilfarrador de Sánchez, de otro, han llevado las compras del BCE a 190.000 millones de euros de bonos españoles. Y aún busca vías para proteger a los pródigos.

Sí, señora Lagarde. Su explicación la denuncia doblemente. Claro que es el resultado de establecer estímulos en las dificultades, pero es que los estímulos, como las subvenciones para manipular los mercados, algún día terminarán, y serán quienes estimularon los que deberán determinar el cómo, el cuándo, y cuáles sus efectos.

¡Ay, cuando despierten los mercados!

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