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Por qué la economía chilena aún no está a salvo pese al rechazo de la constitución de la ultraizquierda

El gran resultado del plebiscito no puede enmascarar los enormes retos pendientes.

El gran resultado del plebiscito no puede enmascarar los enormes retos pendientes.
Boric, gran derrotado en el plebiscito. | EFE

El intento de la izquierda chilena de reemplazar la Constitución del país por una nueva Carta Magna ha terminado volviéndose en su contra, hasta el punto de que el plebiscito celebrado el pasado domingo se ha saldado con un amplísimo rechazo a la nueva ley de leyes, que solo fue aprobada por el 38% de los votantes y suscitó el rechazo del 62%.

La izquierda había defendido la fragmentación del país, a través de un sistema "plurinacional" que habría emulado los peores experimentos internacionales en materia de descentralización y habría tolerado distintos sistemas legales dentro del país, generando un verdadero caos en nombre del respeto a las minorías indígenas.

En relación con las pensiones, la propuesta constitucional impedía que los chilenos siguiesen cotizando en su propio fondo de jubilación de gestión privada e iniciaba la transición forzosa a un modelo de reparto como el que está llevando a Europa al colapso. Además, se impedía que los fondos ahorrados por los trabajadores fuesen heredados por sus familiares, instaurando la nacionalización de tales recursos.

Además, se propusieron medidas muy restrictivas en el ámbito de la salud, restringiendo por ejemplo la libertad de elección de los pacientes, y se activaron propuestas tremendamente preocupantes en lo referido a los derechos de propiedad. Todo acompañado de un sinfín de intervenciones que habrían minado por completo la libertad económica que aún impera en el país.

Optimismo o cautela

Pese al importante éxito que han cosechado las fuerzas moderadas y de centro-derecha y los planteamientos liberales y conservadores, sería un error suponer que los resultados del plebiscito suponen la derrota definitiva de una ultraizquierda que no solo ha venido marcando la agenda del país desde hace al menos una década, sino que de hecho ocupa el gobierno, de la mano del presidente Gabriel Boric.

Chile sigue siendo una de las economías más libres del mundo. Aunque ya no figura entre los diez países con mayor grado de capitalismo, aún aparece en el puesto veinte del ranking que elabora la Fundación Heritage y que en España divulga el Instituto de Estudios Económicos. Por lo tanto, la situación actual de Chile resulta lo suficientemente satisfactoria como para volver a avanzar en la dirección adecuada - pero hay retos importantes por delante.

No hay que olvidar que el actual gobierno promueve medidas muy intervencionistas en todo tipo de campos, desde la educación a la salud pasando por las pensiones. Además, no hay que olvidar que los anteriores gobiernos de centro-derecha, presididos por Sebastián Piñera, se dedicaron en gran medida a asumir los postulados de la izquierda y a intentar gestionar tales reclamos desde posiciones de menor radicalidad.

De modo que el tablero político se ha escorado irremediablemente hacia los postulados de la izquierda y, si bien los resultados del plebiscito muestran que la sociedad chilena no desea un volantazo hacia posiciones claramente socialistas, la puerta hacia reformas menos radicales pero igualmente dañinas sigue estando abierta. Por tanto, Chile no se ha salvado aún, ni mucho menos, y sería un error obviar los muchos peligros derivados del actual gobierno de Boric.

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