Europa y su política de gobernar con las intenciones en lugar de con las realidades, volverá a enfrentarse a un serio problema. Este error se ha manifestado de manera más que notable este año, cuando la apuesta por el cierre de las centrales nucleares se ha traducido en una fuerte dependencia energética exterior y en un encarecimiento brutal de los precios de la energía. Si con estas medidas, que se resumen en la primacía de las renovables sin un plan de transición realista, los hogares han notado un fuerte golpe en su factura eléctrica, el siguiente problema será el de los vehículos.
Y es que Europa sigue gobernando a golpe de intención, pero obviando la realidad. Una realidad que pasa por la falta de baterías, de puntos de carga eléctricos, de eficiencia y sostenibilidad en la producción de coches eléctricos y en la prohibición de los vehículos de combustión interna para el año 2035. Es decir, Bruselas ha decidido prohibir la venta de coches de diésel o gasolina para dentro de 13 años, pero sin tener una alternativa clara, fiable y realista que pueda sustituir el parque automovilístico.
Baterías y puntos de carga
La consultora Benchmark Mineral Intelligence ha señalado el problema asegurando que, a día de hoy Europa tiene un déficit de 66 GWh en la producción de baterías para sus coches eléctricos. Pero esta brecha, lejos de solucionarse, será de 270 GWh en 2030. Además, Europa demandará un 600% más de baterías eléctricas en los próximos ocho años, pero no hay oferta suficiente.
Los problemas no solo tienen que ver con la producción de baterías eléctricas, sino también con las redes de suministro. Extraer litio o níquel es caro y hay otros sectores que también reclaman los productos, algo que ha hecho que algunos fabricantes se asocien directamente con empresas de la minería. Pero, por si esto fuera poco, uno de los componentes de las baterías se extrae de las tierras raras, de las que China posee el 80% y quiere explotarlo para la producción de baterías propias para sus empresas automovilísticas.
Por último, ya no solo hay un problema de suministro y de materias primas, sino que también lo hay con las redes de electrificación. Todos los Estados, sin excepción, van por detrás en los objetivos de instalar puntos de carga por sus carreteras. Algo que, combinado con la escasez de baterías, puede provocar una crisis en la oferta de automóviles y unos precios desorbitados de los mismos en los próximos años.