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¿Por qué se han disparado las acciones del gigante de la lucha libre WWE?

El magnate Vince McMahon retoma el control de la compañía con 77 años y protagoniza un auténtico culebrón que tiene en vilo a Hollywood y Wall Street.

El magnate Vince McMahon retoma el control de la compañía con 77 años y protagoniza un auténtico culebrón que tiene en vilo a Hollywood y Wall Street.
Drew McIntyre y Roman Reigns se enfrentan en el cuadrilátero de la WWE. | Cordon Press

El negocio del wrestling entretiene cada semana a millones de familias estadounidenses. La premisa es sencilla: programa tras programa, la audiencia es testigo de espectacular combates teatralizados que, además, dan pie a encendidas rivalidades que van más allá de lo que sucede en el cuadrilátero. "Somos como Broadway, pero con mamporros", bromea en ocasiones Stephanie McMahon, que preside desde 2022 la WWE, principal empresa promotora del ramo.

En España, el pressing catch ha llegado a tener cierta fama en varios momentos históricos. Fue un programa muy popular a comienzos de los años 90, cuando Telecinco llenaba las mañanas del fin de semana con personajes como Hulk Hogan, Macho Man, Ric Flair o El Enterrador. A primeros de los 2000, los DVD protagonizados por Dwayne La Roca Johnson, Triple H o Stone Cold Steve Austin se convirtieron en una pequeña revolución. Más tarde, coincidiendo con los primeros años de la TDT, la nueva cadena Cuatro catapultó a la fama a figuras como John Cena, Batista o Rey Mysterio. En los últimos años, la WWE ha seguido visitando nuestro país y ha cosechado buenos datos de taquilla a su paso por recintos como el Wizink Center de Madrid o el Palau Sant Jordi de Barcelona.

Sin embargo, la industria del wrestling tiene mucho más peso en Estados Unidos, donde sus contenidos se emiten en horario de máxima audiencia, de la mano de canales generalistas como FOX, USA Network, TNT o TBS.

Entre 2019 y 2021, el protagonismo habitual de la WWE se vio ensombrecido por el auge de una nueva empresa promotora, AEW, que se ha ganado el aplauso de la crítica y ha conseguido buenos datos de audiencia bajo el paraguas del nuevo conglomerado mediático que aglutina a Warner Brothers, HBO y Discovery. Sin embargo, todo apunta a que en 2022 y 2023 se hablará mucho de WWE... y de todo lo que está pasando en las altas esferas de la compañía.

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La figura clave para entender lo que está pasando es la de Vince McMahon. A sus 77 años, su figura está íntimamente ligada a la de la WWE, compañía que heredó de su padre. Lo que originalmente era una empresa regional se convirtió bajo su mandato en una multinacional cotizada en bolsa.

Con una fortuna de 2.500 millones de dólares, McMahon no solo ha demostrado ser un verdadero genio en los despachos, sino que también ha sido protagonista de su propio espectáculo, desempeñando con éxito el papel del jefe malvado, corrupto y tramposo que se dedica a complicarle la vida a los luchadores preferidos del público.

Buen amigo de Donald J. Trump, que llegó a participar en algunos combates de la empresa como invitado especial, Vince McMahon se vio obligado a dar un paso atrás y dejar su propia compañía el pasado año, acusado de haber realizado una serie de gastos indebidos a una ex empleada con la que habría tenido una aventura amorosa. El asunto está siendo investigado por una firma auditora independiente y McMahon se ha comprometido a pagar de su bolsillo cualquier gasto derivado del proceso, en caso de que se constate que cometió alguna irregularidad contable.

Con la jubilación de McMahon parecía abrirse un nuevo periodo. La empresa quedó entonces bajo el mando de su hija, Stephanie McMahon, quien a su vez confió la dirección creativa de los programas a su yerno, que durante muchos años fue uno de los luchadores más importantes de la WWE bajo el nombre artístico de Triple H. La crítica ha aplaudido los cambios, la audiencia ha reaccionado favorablemente y los títulos de la empresa han subido de 50 a 70 dólares durante el pasado ejercicio.

Sin embargo, estas navidades ha estallado la bomba. Aunque ha pasado menos de medio año y la investigación sobre sus posibles irregularidades sigue abierta, Vince McMahon ha hecho valer su poder como máximo accionista para volver a sentarse en la Junta Directiva de la compañía. Según reza un comunicado emitido por la WWE, este movimiento pretende asegurar los mejores resultados posibles de cara a la próxima ronda de negociación de derechos de retransmisión de los programas de la compañía.

El caso es que la jugada podría ser incluso más ambiciosa de lo que reconoce el viejo magnate del pressing catch. Y es que en Hollywood y en Wall Street cada vez se especula con más fuerza sobre la posibilidad de que McMahon pretenda ir más allá y vender la empresa. De hecho, el entorno de McMahon no solo no apaga estos rumores, sino que parece estar entusiasmado con la conversación que se ha abierto acerca de un eventual traspaso de la empresa.

Solo en la primera semana de enero, la acción se revalorizó cerca de un 15%, situándose cerca de los 93 dólares. Teniendo en cuenta que el comportamiento del título ya fue muy bueno en 2022, la situación es más que notable. Durante los doce últimos meses, la apreciación ha sido del 73,5%.

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Lo cierto es que, hasta mediados de la década de 2010, la WWE venía facturando en torno a 500-600 millones de dólares. Sin embargo, entre 2014 y 2015 se produjo un cambio en la estrategia negociadora de la empresa que ha permitido duplicar esta cifra. McMahon y su equipo se centraron en presentarse ante los principales canales de televisión como una empresa especialmente atractiva, puesto que (1) su audiencia va a más, al contrario de lo que sucede con la mayoría de formatos de la televisión tradicional, (2) sus eventos son en directo, de modo que generan picos de seguimiento cada vez más difíciles de lograr, (3) su oferta se emite todas las semanas del año sin descanso, (4) sus programas estrella duran dos/tres horas y cubren por completo la franja de audiencia y (5) su servicio de streaming tiene un millón y medio de suscriptores adicionales, que pagan para ver eventos especiales o para disfrutar del catálogo de retransmisiones históricas y documentales producidos por la empresa.

El discurso caló hondo, los ingresos de WWE se han duplicado y la acción cotiza al alza en bolsa. Ahora toca sentarse a negociar con Hollywood y ver qué opciones hay encima de la mesa. ¿Pretende Universal el control total de la empresa, aprovechando que lleva años emitiendo su programación en la noche de los lunes y que también cuenta con los derechos exclusivos de su plataforma de streaming? ¿Será FOX la que puje por hacerse con WWE, ahora que su apuesta de programación gira en torno al contenido deportivo que se puede emitir en directo para generar más conversación y reunir audiencias más grandes? ¿Es el producto de WWE demasiado apetitoso como para que Netflix, Amazon o cualquier otro servicio de televisión bajo demanda se abstenga de pretender su compra? ¿Y si Arabia Saudí aprovecha el hecho de que dos de los eventos premium de la compañía se celebren en su país y su fondo soberano da la campanada, como ya ha hecho invirtiendo en el golf, el pádel o el automovilismo? ¿O acaso la venta no está realmente encima de la mesa y lo único que busca la cúpula de la empresa es sacar tajada y romper el mercado ante la nueva ronda de negociación de los derechos de retransmisión? El tiempo dirá, pero todo apunta a que el último combate de McMahon puede terminar siendo su mayor victoria, precisamente ahora que parecía que el viejo león estaba contra las cuerdas.

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