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José T. Raga

Juan Velarde, maestro de maestros

Juan Velarde era de una generosidad sin límites, y como  resultado, los recuerdos se hacen presentes en sus lecciones magistrales.

Juan Velarde era de una generosidad sin límites, y como  resultado, los recuerdos se hacen presentes en sus lecciones magistrales.
LM

Tenía que suceder, aunque no nos gustase pensar en ello, porque al fin, Juan Velarde, aunque maravillase su capacidad de trabajo, fuertemente arraigada, aunque admirábamos su conocimiento polígrafo, aunque pareciese imposible su producción científica, su entrega, a cualquier causa que mereciese trabajar por ella, su presencia y sus aportaciones en cualquier lugar y en cualquier tiempo, sin otro interés de poner a disposición de todos lo mucho que había acumulado, todas esas potencias, todas esas virtudes, nos había hecho olvidad que Juan Velarde, era también humano.

Y, como humano, sometido a la finitud, a esa temporalidad que acaba siendo la más difícil de aceptar, hasta el punto de que, en estos momentos, muchos nos estaremos preguntando, con la inocencia con la que podría preguntarse un niño: ¿por qué y ahora, Juan; nuestro Juan Velarde? Cuando con la humildad consustancial con la propia naturaleza humana, deberíamos sustituir la pregunta, por una acción de gracias.

Gracias Señor, por habernos concedido con tu bondad la posibilidad de convivir, la posibilidad de nutrirnos con sus vivencias y el ejemplo de su cercanía, hasta los 95 años. Para concluir con un reconocimiento fuera de egoísmos, pues, comprendemos que también en la Gloria podías tener deseos de su compañía. Pero, ¿y nosotros, cómo llenar el vacío que nos deja?

Se nos dirá, inmediatamente que con el recuerdo, con los recuerdos que son innumerables, porque Juan Velarde era de una generosidad sin límites, y como resultado, los recuerdos se hacen presentes en sus lecciones magistrales – aún sin proponérselo – como están presentes en foros y espacios que no se agotan con un listado, como no se completan en una basta enumeración sus reconocimientos, resultado de su permanente disponibilidad.

Juan Velarde fue siempre un Maestro; corrijo el apelativo, porque su amplitud de acción, le hizo desde muy temprano asumir el papel definitivo de Maestro de Maestros. Así nos sentíamos en una conferencia solemne, como en un curso en la Granda (Asturias), como en sus múltiples participaciones en ciclos universitarios, externos al curso académico reglado, y por ello, abiertos a toda clase de públicos, que embelesados con su palabra, pero también con su acción, que finalizaban esperando se volvieran a convocar para el curso siguiente.

Es correcto afirmar, sin temor a errar, que siempre había deseo y espacio reservado para que Juan Velarde, nos llenara de saberes, despertara nuestra ocultas potencialidades, para dominar temas en los que, a su lado, siempre éramos aprendices.

Mis experiencia con él, son ricas y seguirán siéndolas, convencidos que desde su nueva morada se complacerá de que lo que nos enseñó a ser, seguimos poniéndolo en práctica, ahora con un denominador que hasta hoy no existía: su memoria, su recuerdo, seguirá siendo el invitado cualificado que nunca sabía decir que no a una propuesta que le permitiera enseñarlo que Dios le había permitido aprender.

Como él hablaba siempre de su maestro el Prof. Manuel de Torres y Martínez, con respeto, con admiración y con el agradecimiento con que el deudor recuerda las gracias recibidas del acreedor permanente, también nosotros suscribiremos lo aprendido de él, manifestando su origen agradecido, a la vez que como testimonio de autoridad.

Constantemente me he sentido favorecido por su bondadosa consideración, atribuyéndome méritos muy lejos de los que poseía, caso de poder algunos. He sido verdaderamente afortunado por su cercanía, por su amistad y por su entrega. Cualquier proyecto que sometía a su análisis tenía siempre pronta y acertada respuesta.

Sería en mi etapa como Rector de Universidad, organizando cursos, sería como Presidente de las Semanas Sociales de España – durante 33 años –, pues también era una gran conocedor de la Doctrina Social de la Iglesia, y no quiero ocultar las frecuentes coincidencias – una vez por semana, al menos – para tratar temas económicos de actualidad a través de los medios, más intensamente en La Linterna de la COPE. Situaciones en las que el gran Maestro tenía la generosidad de citar al pobre discípulo, para reafirmar sobre el diagnóstico, dando autoridad al mismo, que no habría sido el caso de haber permanecido en silencio.

Me he permitido ser muy parco, en este caso, enumerando Premios, Distinciones, Reconocimientos… porque después de haberle tenido estrechamente cerca, todo el fárrago de tales menciones, no son más que adminicula a su persona, a su hacer y a su decir, a sus esfuerzos para mejorar a todos los que le conocimientos.

Por eso, hoy no puedo menos que concluir diciendo "Señor, gracias por habérmelo presentado, y haber gozado de su presencia y de su obra en período tan dilatado". Y, para su familia, mis deseos de una larga vida para recordarle y encomendarle. Descanse en Paz (R. I. P.)

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