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Enrique Navarro

La peor crisis bancaria de la historia y la tormenta perfecta

Esta crisis tendrá un impacto similar a la de 1929 porque sigue el patrón de: guerra, expansión monetaria, crecimiento y sobrevaloración de activos.

Esta crisis tendrá un impacto similar a la de 1929 porque sigue el patrón de: guerra, expansión monetaria, crecimiento y sobrevaloración de activos.
EFE

Las crisis financieras en Occidente son algo recurrente a lo que estamos abocados cada cierto tiempo desde la época de Carlos V, que sirven básicamente para reintroducir el factor racional en el sistema, corregir errores y recuperar la confianza. Nunca olvidemos que la clave de todo nuestro sistema económico se basa en la confianza; confianza de que los estados emiten dinero con respaldo, que los bancos administran nuestros recursos con moderación, confianza de que los agentes económicos equilibran las imperfecciones del sistema sin intervenciones químicas, confianza de que mi dinero está a salvo en la cuenta bancaria, que los bonos de estado serán atendidos en tiempo y forma y que las cuentas de las empresas reflejan la realidad de su situación.

Todas las crisis bancarias de la historia poseen un origen macroeconómico que tiene que ver con la expansión del crédito, con cambios repentinos de las condiciones exógenas como la inflación, crisis climática, guerras etc. que suponen una alteración fundamental del camino que debería seguir la economía ceteris paribus y es por este lado por donde debemos enfocar el problema.

En la crisis de los ochenta y noventa, los principales perjudicados de la crisis fueron los títulos de deuda y las acciones que provocaron una crisis que se saldó con un coste enorme para las arcas públicas y privadas y con una gran concentración bancaria. De pronto, todos esos papeles que tenían los bancos que generaban derechos sobre algo, deuda, acciones, propiedades, se desplomaron por desconfianza. En la crisis de 2008 fueron otro tipo de activos más reales, que cuando se reajustaron a su valor real provocaron quiebras billonarias y dio lugar a un nuevo proceso de fusiones. Cuanto más fuertes y grandes sean los bancos, en mejores condiciones estarán para resistir, se dice a menudo como mantra de defensa, aunque todo eso dependerá de la magnitud del problema.

Esta crisis es mucho más parecida a la de 1991 que a la de 2008, lo cual no significa que sea más benévola; de hecho la situación puede ir a peor.

Podemos afirmar que la guerra de Ucrania ha producido tensiones en los precios de muchas materias primas y alimentos básicos, por las alteraciones que se han producido en el comercio internacional y los embargos aprobados. Este golpe brutal ha sido justo después de la crisis del Covid, con un acordeón de caída y recuperación del PIB en apenas dos años de una magnitud desconocida en la historia. Los resultados que conocemos de las empresas en 2022 son producto de este espejismo que ya no se repetirá en 2023.

La pesada locomotora diésel de la economía se paró en seco y tomó impulso gracias a una adición de combustible enorme bajo los términos más eufemísticos que podemos imaginar "next generation" que significa que todo esto lo tendrán que pagar las "next generations" y que se agotó con la guerra y la inflación.

La inflación desbocada, sobre todo porque es global y porque ya hemos perdido el rastro de sus causas, ha obligado a los gobiernos a algo que ya debieron hacer hace mucho tiempo, elevar los tipos de interés y reducir la expansión monetaria, pero nadie quería ponerle el cascabel al gato en plena fiesta. De pronto, el precio del dinero se ha multiplicado por tres en menos de un año, un 300% . Y ¿por qué es esto relevante ahora más que antes?, porque en la actualidad lo que se ha multiplicado por tres es el precio de una enorme cantidad de deuda que asciende a 70 billones de euros de deuda pública en circulación y 120 billones de Euros de deuda privada, y que es activo de intercambio entre bancos y particulares. Estamos hablando de 200 veces el PIB español y a esta inmensa cantidad de dinero, que seguramente no exista, le hemos aplicado un multiplicador de precio desconocido por su contundencia en la historia reciente.

Y ahora vienen los detonantes. Los bancos apostaron hace unos años por el futuro, se acabó invertir en ladrillos, sino que lo que produciría alta rentabilidad y seguridad era la tecnología. La financiación de la compra de Twitter es el ejemplo de a dónde hemos llegado. La crisis de las tecnológicas en el mundo resulta muy evidente, y muchas de estas empresas comienzan a tener restricciones de crédito y caída de la demanda. Es decir, que la confianza de que podrán atender sus créditos decae y no tienen edificios en la Quinta Avenida para vender porque están en naves en medio del campo, y los depositarios de sus escasos ahorros en los bancos temen que estos se volatilicen entre impagados descomunales, y ¿qué hacen?, lo normal, retirar su dinero y al colchón, que a pesar de la inflación y de la penalización sobre el ahorro, resulta más seguro en el corto plazo.

¿Qué hacen los bancos para atender a sus clientes?, vender activos, pero que con el incremento de tipos de interés se han devaluado, es decir venden muy por debajo de su valor en libros. La única solución, capitalizar, pero ¿quién invierte para sostener a un banco en estas condiciones? el sistema de protección público-privado, que habitualmente se nutre de deuda emitida, que ahora es más cara y que es posible que encuentre compradores entre aquellos inversores que vuelven sus ojos a la ausencia de especulación, pero que debilita a los estados todavía más. Pero por muchas garantías y solidez, vistas las magnitudes del sistema, un pérdida de confianza generalizada nos llevaría a una recesión similar a 1929.

¿Por qué esta crisis tendrá un impacto similar a la de 1929?, porque sigue el patrón de: una guerra, expansión masa monetaria, alegre crecimiento, sobrevaloración de activos, eso sí con el aditivo de que no había regulación suficiente, que ante la magnitud de la tragedia tampoco hubiera evitado el desastre. La crisis de 1929 trajo sin duda una expansión de los totalitarismos, que estaban casi erradicados en 1991 y en 2008, y que ahora amenazan a Occidente con gran capacidad militar. Rusia y China no quedarán al margen de esta crisis y esto es un factor adicional de preocupación.

Hemos ido sembrando la semilla de esta crisis desde hace años para mantener políticas públicas que eran inasumibles, para mantener la ilusión de que la demografía, el cambio climático, los conflictos, el parón de la economía real, no eran relevantes y que podríamos seguir viviendo en una burbuja, que en algún momento habrá que pinchar, para volver a las cosas a su estado básico, pero esto no se conseguirá sin un sufrimiento exacerbado para las sociedades y las economías. Los estados tendrán que obtener grandes recursos para calmar a los mercados y devolver la confianza, y ya no tienen capacidad de endeudamiento ni empresas que privatizar, así que solo nos queda el botín de guerra ruso o reducir el gasto público en dos cifras al menos para generar recursos suficientes para calmar a la bestia de la crisis; y como esto no se hará, pues iremos a la vía de los años veinte, a inflar más el globo, a ver si conseguimos que con el aire que insuflemos se colmen las necesidades sin que explote, lo que se me antoja una misión imposible.

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