Esta semana comenzó de la mejor manera posible para el Gobierno. De la noche a la mañana, España era 20.000 millones de euros más rica. Se confirmaba que la recuperación no había sido tan lenta como se criticaba al Ejecutivo y que se había producido en 2022 y no en 2023. Esto se debe a que, como es habitual, el Instituto Nacional de Estadística revisa el PIB de tres ejercicios. El pasado 18 de septiembre, se actualizaron los datos para 2020, 2021 y 2022.
Esto es así porque, tal y como indica el INE, "las primeras estimaciones anuales proporcionadas por la Contabilidad Nacional Trimestral se caracterizan por su limitado marco contable y por el uso de fuentes y procedimientos de cálculo que les otorgan un alto grado de provisionalidad, por lo que han de modificarse y desagregarse en el corto/medio plazo." Es decir, se trata de ofrecer un avance de la producción, y a medida que se conoce información de carácter estructural, ésta sustituye a la de tipo más coyuntural y, además, se incorpora un marco contable mucho más amplio y consistente.
De este modo, como se aprecia en la figura de abajo, la caída del PIB en 2020, que pasa a ser definitiva, cayó en un 11,2%, frente al 11,3% de la serie anterior. El dato de 2021, que era un avance, ahora es provisional, confirmando un crecimiento del 6,4%, frente al 5,5% anterior. En 2022, la modificación fue de 0,3 puntos porcentuales (5,8% frente a 5,5%).
Aun así, entre 2019 y 2022 el PIB se mantuvo plano. Esto contrasta con la imagen del resto de los estados miembros. El crecimiento promedio en la Unión Europea fue del 3,1%, mientras que en la Eurozona el PIB avanzó en un 2,5%. Es decir, a pesar de haber recuperado los niveles de PIB antes de lo anunciado previamente, esto no significa que no hubiéramos sido los peores en términos comparados con nuestros socios europeos.
Ya conocemos que, en 2022, recuperamos los niveles previos a la pandemia, pero esta referencia, como recuerda Rebeca Gimeno, debería dejarse de lado. Toca ver lo que depara el futuro. Y sí, España será una de las economías que más crezca durante 2023 y 2024. Estos resultados son, en parte, gracias a que hemos estado menos expuestos a las amenazas procedentes de terceros países— la invasión de Rusia a Ucrania o la ralentización del crecimiento en China— y, por otra parte, al efecto rebote de la caída del PIB en el año 2020.
Es una cuestión relevante el preguntarse el porqué del pobre desempeño de España cuando llegan las crisis económicas. La coyuntura económica, en un mundo global y tan interconectado como el actual, suele ser más o menos similar en todos los países, con algunas excepciones. Lo que diferencia el buen o mal hacer de los países cuando llega una crisis económica es su estructura productiva y regulatoria. Con mejores mercados e instituciones, menor es el impacto.
Por eso, debemos empezar a centrarnos en las grandes reformas estructurales que mejoren la productividad en España. No es una cuestión menor. Hace una década España partía de un nivel de PIB por trabajador similar al de la Unión Europea, actualmente es unos 10.000 euros más elevado en Europa que en nuestro país. A mayor productividad, mayores salarios, se dinamiza la actividad económica, aumentan ingresos fiscales y se impulsa la creación de nuevo empleo.
En una reciente investigación publicada por la Comisión Europea, se cuantifica el impacto potencial de aplicar reformas estructurales en cinco áreas: 1) regulación y competencia en los mercados; 2) impuestos; 3) educación; 4) mercado laboral; 5) Investigación y Desarrollo. Los autores simulan el efecto en el caso de que cada país cerrase la mitad de la distancia entre su desempeño actual y el resultado obtenido por los mejores países en cada una de estas cinco áreas. España tiene un potencial de crecimiento del 20% abordando estas reformas.
En definitiva, aunque la revisión efectuada del PIB por parte del INE es una noticia positiva, debemos empezar a cambiar el enfoque hacia el largo plazo. En 2023 partimos de cero, y creceremos por encima del promedio de los países de nuestro entorno. Las reformas estructurales que potencien una regulación inteligente, con un sistema impositivo no distorsionador, un sistema educativo moderno e integrado con las necesidades del mercado laboral y la apuesta por la innovación y el desarrollo marcarán el grado en el que seremos capaces de mantener un crecimiento sostenido en el tiempo.