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A pesar de lo que podría parecer escuchando a la ministra, en los países ricos, los salarios son más elevados según aumenta el tamaño de la empresa.

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A pesar de lo que podría parecer escuchando a la ministra, en los países ricos, los salarios son más elevados según aumenta el tamaño de la empresa.

España es un país de pymes. De muchas pymes. Y sí, esto es lo normal en la mayoría de los países de nuestro entorno. Siempre hay más empresas pequeñas que grandes. Lo que destaca en España es la cifra: tenemos un mayor porcentaje de pymes, las que tenemos son más pequeñas que las de nuestros vecinos y, además, el porcentaje de trabajadores que está empleado en una de ella es muy superior al que podemos encontrar en Francia, Alemania, Reino Unido, etc...

¿Es esto bueno o malo? A primera vista, podría parecer que ni una cosa ni la otra. Quizás podríamos pensar que el tamaño o la configuración de las empresas es algo que tiene más que ver con las fuerzas del mercado, la distribución sectorial o el tipo de productos en los que un país se ha especializado. Pero no es así. En general, los países más ricos suelen tener empresas más grandes. Es una relación bidireccional, una especie de círculo virtuoso: porque eres más ricos tus empresas crecen más y al crecer las más productivas hacen al país más rico.

En España, desde hace años, numerosos economistas alertan de este problema: un tejido empresarial excesivamente atomizado, con pocas grandes empresas. Y no hablamos sólo de gigantes de 10.000, 20.000 o 50.000 empleados. De esos también tenemos pocos. Pero lo más preocupante es la ausencia de empresas de tamaño medio-alto, de 500, 1.000, 2.000 empleados. Esas que son tan frecuentes en los países de nuestro entorno (por ejemplo, en Alemania son la red que vertebra su tejido productivo) y que aquí son una rareza.

De todo esto hablarán esta semana Nuria Richart y Domingo Soriano. Porque, escuchando a los miembros de nuestro Gobierno, por ejemplo, la ministra del ramo, Yolanda Díaz, parece que las empresas son el enemigo del trabajador y, a mayor tamaño, más enemistad y más poder para el empresario. Sin embargo, lo que nos dicen las estadísticas no apunta en esa dirección: las compañías más grandes son también más productivas y pagan salarios más elevados. En ellas, las condiciones de trabajo asociadas a la precariedad (por ejemplo, la temporalidad) son mucho menos habituales que en las pymes.

Por eso, en La Pizarra de Domingo Soriano apostamos por el tamaño. Por no castigar a las que ya son grandes y, sobre todo, por dejar crecer a las que podrían serlo en el futuro. Porque ahí tenemos una clave muy importante: una de las razones por la que España está rezagada en estas estadísticas es que penaliza (y mucho) a las pymes que crecen, les impone barreras según pasan determinados límites (de empleados, de facturación), les incentiva a seguir siendo pequeñas. Hay pocas ideas peores y pocas distorsiones más dañinas para nuestra economía.

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