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Así son los salarios altos en España: lo mucho que explican (para mal) sobre nuestra economía

El decil superior comienza en los 3.630 euros al mes (en bruto y en doce pagas): poco más de 3.100 euros en catorce pagas; apenas 43.550 euros al año.

El decil superior comienza en los 3.630 euros al mes (en bruto y en doce pagas): poco más de 3.100 euros en catorce pagas; apenas 43.550 euros al año.
Nadia Calviño felicita a Pedro Sánchez tras la sesión de investidura. | EFE

La semana pasada, el INE publicaba una de las estadísticas que más me gusta analizar cada año. ¿La de los nombres más comunes en España? Ésa, también. Pero hoy me refiero al Decil de Salarios del Empleo Principal. Es decir, cuánto ganan los más de 17 millones de asalariados que trabajan en nuestro país.

Los resultados principales probablemente no hayan sorprendido a casi nadie: el salario medio mensual (en términos brutos) ascendió a 2.128,4 euros en 2022. Mientras tanto, el salario mediano se situó en 1.814,0 euros.

Es decir, la mitad de los españoles gana menos de 1.814 euros. Y eso en términos brutos (antes de que pasen Hacienda y la Seguridad Social a recoger lo suyo) y prorrateado a doce meses (es decir, esto equivale a un sueldo de algo más de 1.550 euros dividido en catorce pagas). Es verdad, lo hemos explicado en anteriores ocasiones, que a un sueldo bruto de 1.800 euros hay que sumarle las cotizaciones sociales a cargo del empleador, que rondan el 32-33% de esa cifra, por lo que el sueldo bruto real estaría más bien en el entorno de los 2.400 euros.

Si lo miramos a través de los grandes agregados, el INE nos recuerda que decil 3 (es decir, el 30% de los trabajadores que menos cobran) termina en 1.440 euros al mes en doce pagas; y el decil 8 (que da paso al 30% de los que más ganan) comienza en 2.374 euros.

Como casi siempre, la mirada se nos va a los niveles inferiores. No sólo lo del primer decil, que podría explicarse por jornadas a tiempo parcial o contratos de prácticas. Sino a esos 1.440 euros (apenas un poco más que mileuristas si lo miramos en catorce pagas que cobra, como máximo, casi un tercio de los asalariados españoles). A mí, sin embargo, la mirada se me va casi siempre a los tramos superiores. Ahí están los profesionales con los que más he coincidido en mi carrera laboral (pocos periodistas, pero sí muchos profesores de universidad, economistas, empleados del sector financiero o directivos de nivel medio). Y, por supuesto, frente a la retórica del Gobierno sobre los ricos, los pocos impuestos que pagan, el margen que hay para cobrarles más, su culpa de los bajos sueldos del resto de trabajadores... digo que frente a esas acusaciones, lo primero que me viene a la cabeza cuando lo veo es lo ridículo de esas cifras (comparadas con el tipo de empleo que tienen, la responsabilidad o la carga laboral) y lo mucho que nos dicen (para mal) de la economía española.

Según el INE, el decil superior en España comienza en los 3.629,74 euros al mes (repetimos, en bruto y prorrateados en doce pagas; poco más de 3.100 euros en catorce pagas; apenas 43.550 euros al año). Sé que el que gana 1.300 euros pensará "quién los pillara", pero es una miseria. No una miseria de pasar hambre, pero sí en los términos habituales para este tipo de puestos. A cualquier empleado de nivel medio que viva en Copenhague, Ámsterdam, Londres o Estocolmo le daría vueltas la cabeza si supiera que eso es lo que gana no el español medio... sino el privilegiado, el rico, el 10%.

Por estudios, el desglose es igual de descorazonador: los que no tienen ningún título o sólo han completado la educación obligatoria ganan de media 1.465 euros; para los que tienen educación secundaria superior, hablamos de 1.680; para aquellos con titulación superior, el sueldo medio alcanza los 2.647,8 euros. Sí, de nuevo, hay prima de educación y todo eso de lo que hablamos los periodistas. Pero, dejémonos de milongas: esto no es normal. Según lo veía me acordaba de una entrevista que le leía hace unas semanas a Jesús Fernández-Villaverde, uno de mis economistas españoles preferidos (explica de forma sencilla y con una mirada muy amplia, fenómenos muy complejos). Cuando le preguntaban si no se arrepentía de haber dejado España por la fría (y aburrida, esto lo digo yo) Pensilvania, decía: "Si me hubiese quedado estaría ganando un sueldo asqueroso, porque los catedráticos en España ganan una mierda. Me tendría que haber peleado con un sistema que lo único que premia es la mediocridad, un sistema universitario que le aprueba la tesis doctoral a Pedro Sánchez... No creo que esa tesis se la hubiesen aprobado ni como tesina siquiera en Pensilvania".

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La tercera tabla que miro cada vez que sale el Decil es la que divide los salarios según el tamaño del centro de trabajo (ver imagen superior). Nada nuevo ni muy sorprendente. A pesar de los rutinarios insultos de nuestros líderes a los grandes empresarios (a los que se presenta como seres sin escrúpulos, avariciosos y con un poder sobre sus trabajadores que les permitiría obligarles a aceptar cualquier contrato que les ofrezcan), lo cierto es que las empresas más grandes pagan más (mucho más) que las pequeñas. Más del 50% de los que trabajan en centros de más de 250 empleados ganan 2.373 euros o más. Por supuesto, esto tampoco es porque los grandes empresarios sean hermanitas de la caridad: se llama productividad (esas empresas deben remunerar lo que sus empleados producen porque, si no lo hacen, otras lo harán y se los llevarán).

Tres conclusiones

Primera conclusión: productividad, productividad, productividad... Todo es productividad. Si cobramos lo que cobramos es porque producimos lo que producimos. A ver si nos pensamos que en Dinamarca, Holanda o Suiza les pagan más porque sus sindicatos son más poderosos, sus empresarios desprendidos o la legislación laboral más protectora para sus trabajadores. Creer (como cree Yolanda Díaz) que los salarios los fijan los empresarios o la negociación colectiva o el Estatuto de los Trabajadores es absurdo. Si pudiéramos ganar 4.000 euros por decreto, tengan por seguro que ese decreto ya se habría aprobado.

En segundo lugar, se habla mucho de fuga de cerebros, de la nueva economía o de atracción de talento. Pagando estos salarios ya les digo yo que mucho talento no vamos a retener ni a seducir. Mis amigos de cierto nivel profesional que trabajan en el extranjero coinciden en que la calidad de vida en Madrid es como diez veces mejor que en Londres, Nueva York o París (y aquí entran muchos factores, desde el clima a la oferta de ocio). También coinciden que no se vendrán a España ni locos.

Por último, nuestro lugar en el mundo. En este artículo he vuelto a caer en la misma trampa. Me pongo a escribir y a comparar y me salen solos: Alemania, Francia, Reino Unido, Holanda, Suiza, Dinamarca... Quizás el problema sea ése. Nos hemos creído que es nuestro grupo. Pero es mentira, como si tratásemos de meternos en el Seis Naciones de rugby: aceptémoslo no tenemos nivel; nos ganarían todos los partidos por 50 puntos. Es verdad que hubo unos años, entre el 95 y el 2005 en los que quizás pensamos que podíamos estar ahí, subir de categoría económica, pelear con los mejores de Europa. Ahora mismo no sólo no es cierto. Es absurdo. Nuestra categoría es la de Italia, Portugal, Grecia, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Chequia... Tampoco es que lo estemos haciendo especialmente bien comparados con todos estos. Cada año nos supera alguno. Pero estaría bien que lo interiorizáramos, aunque sólo sea para no vivir de forma permanente en el desengaño. En los años 50 asumimos que éramos un país de segunda fila en el terreno económico, comenzamos a trabajar y estuvimos a punto de subirnos al primer tren. Nos faltó poco. Quizás ahora, en vez de mirar nuestros sueldos y seguir sintiendo pena de nosotros mismos, lo que nos toque sea asumir que es lo que hay y preguntarnos qué están haciendo los equipos de nuestra liga REAL, no la imaginada, para intentar subir a primera división. E imitarles a ellos. Pensar en la economía de Dinamarca ahora mismo es como si el Zaragoza mirase al Arsenal recordando el gol de Nayim de hace tres décadas. Que sí, que sería bonito volver a competir con ellos... pero el modelo real de la comparación debería ser algo más cercano a lo que eres en la actualidad. Doloroso, pero es lo que tiene la ley de la gravedad: aunque no quieras, te lleva hacia el suelo.

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