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Europa, el "Pagafantas" ambiental: el uso del carbón alcanza máximos en 2023

El récord de consumo de carbón en 2023 desafía los esfuerzos de Europa y la efectividad global de las inversiones y medidas "eco-friendly".

El récord de consumo de carbón en 2023 desafía los esfuerzos de Europa y la efectividad global de las inversiones y medidas "eco-friendly".
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La quema de carbón es la mayor fuente de emisiones de CO2 producidas por el ser humano. A pesar de las cantidades ingentes de dinero público gastadas por parte de la Unión Europea y sus estados miembros -España incluida- para cumplir con los objetivos de reducción de emisiones, y a pesar del auge de los molinos de viento y los paneles solares, la demanda mundial de carbón continúa alcanzando niveles sin precedentes.

Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en 2022 se batió el récord histórico de uso de carbón, alcanzando los 8.400 millones de toneladas. En 2023, se siguió la misma línea: la quema de 8.530 millones de toneladas marcó una nueva cifra histórica de consumo.

En la reciente 28ª cumbre de la ONU sobre el cambio climático (COP28), se acordó el abandono de los combustibles fósiles para 2050. La Unión Europea tiene como objetivo, fijado en el Pacto Verde Europeo, la neutralidad climática para 2050. España ha aprobado recientemente la actualización del Programa Nacional de Control de la Contaminación Atmosférica 2023-2027 para reducir la contaminación. Sin embargo, a pesar de tanta normativa "eco-friendly" (que afecta a diversos sectores productivos como la agricultura y la ganadería) y tanta inversión económica asociada a la misma, el récord de consumo de carbón de 2023 ha puesto de manifiesto la ineficiencia global de dichas medidas y de su gasto público.

Mientras la AIE anticipa una disminución significativa del consumo en la mayoría de las economías avanzadas, con una caída récord del 20% en la Unión Europea y Estados Unidos en 2023, la demanda en economías emergentes y en desarrollo se mantiene muy alta. El pasado año, se observó un aumento del 11% en Indonesia, del 8% en la India y del 5% en China, impulsado por la creciente demanda de electricidad y la limitada producción hidroeléctrica.

El informe de AIE destaca el rápido desplazamiento de la demanda y la producción de carbón hacia Asia: China, India y el sudeste asiático fueron responsables de tres cuartas partes del consumo mundial en 2023. La AIE pronostica, para 2026, una caída del 2,3% en la demanda mundial de carbón como consecuencia de la expansión de la energía renovable en los próximos tres años, con China liderando este crecimiento. Sin embargo, aunque la Agencia espera una disminución en la demanda china a partir de 2024, existe incertidumbre sobre si cumplirá completamente sus metas de transición hacia fuentes de energía más limpias.

Resulta irónico observar que, en un esfuerzo por reducir las emisiones de CO2 y disminuir el consumo de carbón en Europa, se esté contribuyendo indirectamente al auge de la industria del carbón en China, India e Indonesia. Europa, al pagar precios elevados por los productos necesarios para su transición hacia fuentes de energía más limpias, podría estar subsidiando, de manera inadvertida, el crecimiento de las actividades vinculadas al carbón en estos países. Un ejemplo notable es el caso de Indonesia, cuya demanda de carbón se impulsa, en gran medida, por la floreciente industria de extracción y refinado de níquel, destinado a las baterías de vehículos eléctricos que Europa adquiere a costos elevados para fomentar la sostenibilidad.

Lo mismo sucede en China, donde gran parte del carbón se quema para generar la electricidad que abastece a las industrias manufactureras de paneles solares y aerogeneradores. Dichas industrias son las que permiten avanzar hacia fuentes renovables, aunque transformando nuestros paisajes y, en algunos casos, afectando negativamente a espacios protegidos y a la biodiversidad local. Este paradójico ciclo financiero plantea interrogantes sobre la efectividad y la sostenibilidad real de las iniciativas ambientales globales.

En este complejo escenario, Europa aparece como "pagafantas" del proceso global de transición hacia una energía más limpia. A pesar de los esfuerzos destinados a disminuir la dependencia del carbón y reducir las emisiones de CO2, la realidad indica que la demanda de carbón sigue aumentando, planteando dudas sobre la efectividad de las medidas implementadas y cuestionando quién se beneficia realmente de este proceso.

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