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Biden hace el ridículo con Caitlin Clark: la falacia de la brecha salarial y el baloncesto

El presidente estadounidense agita el discurso feminista ignorando que el baloncesto femenino genera un 98% menos que la NBA.

El presidente estadounidense agita el discurso feminista ignorando que el baloncesto femenino genera un 98% menos que la NBA.
Caitlin Clark, en el centro de una absurda polémica promovida por Joe Biden. | Cordon Press

En cuestión de unas pocas semanas, la jugadora de baloncesto Caitlin Clark se ha convertido en una suerte de fenómeno cultural, merced a su magnífico desempeño en las competiciones universitarias. Nacida en Des Moines, ha completado cuatro espectaculares temporadas militando en el equipo de la Universidad de Iowa. En su última temporada ha promediado 39 puntos por partido, aunque sus registros han llegado a alcanzar máximos de 60 puntos por encuentro.

El salto de Clark a la WNBA ha generado mucha conversación, pero no por la alegría que ha manifestado la joven deportista ante esta nueva etapa de su carrera, sino por las críticas que ha recibido la operación por parte de los habituales arietes del feminismo de corte socialista. Estas voces denuncian que Clark cobrará 76.000 dólares en su primer año como "rookie" en la NBA femenina, un salario que parece pequeño a primera vista.

El presidente del país norteamericano, Joe Biden, se ha sumado a las críticas, compartiendo un tuit en el que afirma que "las mujeres deportistas siguen rompiendo fronteras y son una fuente de inspiración para todos, pero ahora mismo estamos viendo que, incluso si eres la mejor, a las mujeres no se les remunera con justicia. Es hora de que le brindemos a nuestras hijas las mismas oportunidades que a nuestros hijos, asegurando que las mujeres cobran lo que se merecen".

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El problema de fondo con este tipo de mensajes es la total falta de comprensión que revelan en torno a la realidad económica del baloncesto femenino de élite. Así, los datos muestran que la WNBA genera apenas 200 millones de dólares de facturación anual y, de hecho, sus franquicias registran pérdidas de forma sistemática. A lo largo de los últimos veinticinco años, la liga femenina de baloncesto ha sido deficitaria y solamente se ha mantenido en pie merced a los subsidios y transferencias de la competición masculina, la NBA.

Si la WNBA cumpliese una serie de metas en términos de facturación, las jugadoras podrían acceder a un mayor volumen de ingresos, hasta el punto de que se contempla un posible reparto de facturación al 50% entre las competidoras y los distintos equipos integrados en la competición, en línea con lo que hace la NBA. Sin embargo, las métricas de éxito económico que debería cumplir la competición (y que son básicamente las mismas que aplican a los hombres) están lejos de cumplirse por los bajos niveles de negocio, de audiencia en TV, de venta de entradas y merchandising, etc. Esto obliga a cubrir pérdidas y a limitar los salarios con un tope, lo que explica por qué Clark percibirá un salario de 76.000 dólares.

La comparativa establecida desde círculos feministas de corte socialista es especialmente burda porque las diferencias entre la NBA y la WNBA se pueden comprobar muy sencillamente. El portal especializado Huddle Up revela que la facturación de la competición masculina es de 10.580 millones de dólares, de modo que los 200 millones que generan las mujeres suponen un 98% menos. En cuanto al negocio de los derechos de televisión, la NBA logra 2.600 millones por dicha vía, frente a los 60 millones que consigue la WNBA. Esto explica por qué el salario medio es de 10,8 millones en el caso de los hombres y de 115.000 dólares en el de las mujeres. Clark parte de una base inferior porque, por mucho que haya causado sensación a nivel universitario, su valía deberá ser probada ahora en la competición de mayor nivel.

Sería un error pensar que la propia NBA ha sido siempre una máquina de hacer dinero porque, hasta las décadas de 1980 y 1990, sus cuentas eran muy distintas. Antes de la irrupción de fenómenos como Larry Bird, Magic Johnson o Michael Jordan, la NBA era deficitaria, ningún jugador percibía más de 1 millón de dólares al año y las finales de la competición se emitían en diferido. ¿Puede Caitlin Clark jugar un papel similar al de Bird, Johnson o Jordan y disparar el interés por la WNBA? Su fichaje por los Indiana Fever ha sido muy comentado, pero es solamente un primer paso.

En cualquier caso, en lo que a Clark se refiere, parece poco probable que los mensajes de Biden le resulten de interés, puesto que la jugadora acaba de firmar un millonario acuerdo con Nike valorado en 28 millones de dólares a cambio de ocho años de asociación con la marca del tic. Al final, la realidad es que la WNBA es una competición en números rojos que debe revertir dicha situación financiera si quiere pagar salarios más altos, pero no ocurre lo mismo con la marca personal de la propia Clark, que ya es millonaria gracias a su desempeño en la cancha y su magnético poder de atracción.

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