En medio de una gran expectación, el ex presidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro de Italia, Mario Draghi, ha presentado en Bruselas el informe estratégico que le encomendó hace un año la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. El documento en cuestión pretende atajar los retos que enfrenta el Viejo Continente en materia de competitividad económica y esboza una posible propuesta de acción a cinco años que llenaría de contenido el segundo mandato de von der Leyen.
El político y financiero, que acaba de cumplir 77 años, lamenta en su informe que el crecimiento de las economías europeas sea hoy mucho menor que antaño y recuerda asimismo que apenas cuatro de las cincuenta mayores empresas tecnológicas del mundo están radicadas en suelo comunitario. El transalpino también apunta que la población activa no solamente no va a más, sino que se está reduciendo al calor del invierno demográfico, hasta el punto de que Europa verá cómo su cifra de trabajadores ocupados se reducirá en 2 millones de personas desde 2025 hasta 2040.
Para salir del marasmo, plantea una serie de políticas orientadas a revitalizar la industria, favorecer el mercado único, fortalecer la defensa o ahondar en la descarbonización. El caso es que financiar estas actuaciones tiene un precio… y el tecnócrata italiano considera que Europa debe captar cada año entre 750.000 y 800.000 millones de euros de inversión adicional si quiere sacar adelante este proyecto, que permitiría dedicar más recursos a tres grandes campos: innovación, descarbonización y seguridad de suministro.
Hablamos, evidentemente, de cifras mareantes. Como comparación, valga decir que, entre 1948 y 1951, las inversiones del Plan Marshall se movieron en niveles equivalentes al 1% o 2% del PIB, dependiendo del país. En cambio, lo que se plantea ahora es una ratio del 5% del PIB, en línea con registros que no se han dado en Europa desde los años 60. De hecho, Draghi desborda incluso las proyecciones del comisario de Economía, Paolo Gentiloni, quien había fijado como meta un aumento anual de la inversión valorado en 600.000 millones de euros.
¿Cuánto cuesta financiar el plan de Draghi?
Sobre el papel, el documento insiste en que parte de esta inyección de capital sea de índole privada, pero Draghi no oculta que el sector público acabará asumiendo la parte del león. Así, reconoce que "podría ser necesaria una mayor emisión de deuda pública para que la financiación de estas actuaciones de transición sea más realista". En este sentido, plantea un mecanismo similar a los "eurobonos", en línea con las operaciones de endeudamiento colectivo que han financiado el programa NextGenerationEU, más conocido popularmente como los "fondos europeos". A este respecto, Draghi recalca que "la UE debe continuar emitiendo instrumentos de deuda conjunta para financiar inversiones colectivas que mejoren la competitividad y la seguridad del bloque".
El problema es que los "eurobonos" los pagarían los contribuyentes y, si somos optimistas y damos por bueno que el sector privado podría llegar a aportar el 50% de la inversión esperada por Draghi, entonces encontramos que sufragar el 50% de la factura a través del Estado añadiría otros 35.000 millones de euros a la presión fiscal que cada año soportan las familias y empresas españolas.
Y, lo dicho, esta cifra es anual y se arrastraría en el tiempo al menos durante un lustro, de modo que los cinco años de megainversiones planteado por Draghi para el segundo mandato de von der Leyen acabaría costando cerca de 175.000 millones de euros a los contribuyentes de nuestro país, lo que se traduciría en una factura total de 9.300 euros para cada hogar español.
Aunque Draghi tiene claro que "el pastel económico europeo está menguando", sus planes para darle la vuelta a la situación ya se han topado con el rechazo de algunos de los socios clave de la Unión Europea. Apenas tres horas después de la presentación del documento de marras, el ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, afirmó que "Alemania no votará a favor" y se opondrá a financiar las megainversiones a base de emitir deuda conjunta. El Ejecutivo teutón considera que estos planes "no solucionarán los problemas de Europa ni los de Alemania", unas declaraciones línea con la oposición que previsiblemente van a plantear otros gobiernos.
De modo que, además de lidiar con los límites financieros de una propuesta tan abultada y costosa, Draghi se topa ya con la frontera de lo políticamente aceptable para los países del Norte de Europa, que habitualmente se muestran mucho más recelosos ante los "planes de estímulo" que suelen reivindicar los socios comunitarios del Sur.
Buenas ideas... que nadie va a implementar
Con todo, hay algunas propuestas en el documento de Draghi que no supondrían grandes desembolsos y sí podrían facilitar un mayor crecimiento de forma sostenida. Al fin y al cabo, el informe habla de apuntalar y completar el mercado único, de reducir la burocracia y las trabas al emprendimiento o de aminorar la carga fiscal soportada por distintos segmentos.
No obstante, la mayoría de estas ideas han pasado de puntillas por las páginas de la prensa europea y tampoco parecen encajar en la retórica de los gobiernos europeos, entre los que las propuestas de liberalización no generan excesivo entusiasmo. De ahí que, por mucho empeño que le haya puesto Draghi a la redacción de su "plan maestro", sus recetas más acertadas van a quedarse probablemente guardadas en un cajón, mientras que sus propuestas más expansivas seguirán alimentando el discurso a favor de más gasto público, pero tampoco resultarán en una aplicación real, debido al rechazo que generan mecanismos como los eurobonos.
Por otro lado, incluso si saliesen adelante las propuestas de inversión de Draghi, no parece muy recomendable que tales recursos se canalicen a través del sector público. El experimento reciente de los "fondos europeos" pone de manifiesto que, en la práctica, tal despliegue de recursos tiende a culminar en grandes programas de gasto que apenas generan crecimiento pero sí aumentan el clientelismo y el intervencionismo económico.