Mi primera respuesta sería que sí. Que existe el dato estadístico, obtenido del mundo real y ofrecido a los estudiosos, a los analistas y a comunidad entera, para que puedan llegar a conclusiones que, si son fieles a los datos, merecerán el máximo respeto de toda la sociedad.
Aunque, en ello, manejamos dos peligros. Uno, referido a la obtención del dato, incluyendo la publicidad de mismo, porque entre obtención y publicidad, puede mediar un abismo de manipulación.
El otro, corresponde a la actitud del usuario del dato. Nos referimos al rigor en la selección de la fuente, porque una interpretación acorde con el mismo, adolecerá de los vicios o virtudes que pudiera tener el dato original.
El sábado pasado, día 26 de octubre, se daba a conocer una amplia referencia al resultado económico del tercer trimestre, lanzando loas al record conseguido en el empleo en España, así como a la disminución de la tasa de paro, lógica correspondencia con el aumento del empleo –siempre que las variables de base para el cálculo, no hayan variado–.
Tan importante era el análisis que, el propio ministro Carlos Cuerpo, titular de Economía, Comercio y Empresa, asumió el compromiso de bajar la tasa de paro al 8% en el año 2027. "Si tan largo me lo fiáis, vengan engaños", como dijo Don Juan a Catalinón [Tirso de Molina, El Burlador de Sevilla, Escena V final]. Largo era también el plazo de presentación de presupuestos para 2025, y la U.E. sigue esperando.
Ignora, además, el señor ministro, que, la provisionalidad política, la conflictividad, incluso en foros judiciales, de no pocos dignatarios políticos, el caos en la regulación cortoplacista, la incertidumbre a la hora de tomar decisiones económicas, el aumento populista de costes productivos… no es el escenario propicio para acometer inversiones –algunas de ellas desplazadas ya al exterior– y, consecuentemente, tampoco para crear empleo.
Hace muchos años que, quienes por una u otra razón manejamos magnitudes económicas, hemos ido desplazándonos de unas fuentes a otras, al ritmo que cambiaba la credibilidad de las mismas.
Muchos nos hemos inclinado por utilizar las estadísticas de EUROSTAT, que además permiten la comparación de magnitudes entre países de la U.E. destacando, en todo caso, las llamadas de atención –notas a pie de página– que desvirtúan la validez absoluta del dato. Cuando pretendemos ampliar más el ámbito geográfico del estudio, acudimos a las estadísticas de la OCDE, o en materias de desarrollo humano, a las de Naciones Unidas.
¿Puede el señor ministro de Economía… seguir usando, por razones de corrección política, las estadísticas nacionales, cuando en su inclusión obligada en EUROSTAT, se hace constar que, el dato español, difiere –de los demás– en su definición conceptual?
Es decir que, lo que en España se considera empleo o desempleo, no coincide con empleo o desempleo en la U.E.; de aquí que sus valores no sean comparables, por sí mismos, con el resto de países de la U.E.
Dicho de otro modo: que, el dato falso vale para España –para quien se lo crea–, pero no para Europa.