Scott Bessent, de 62 años, es un destacado inversor y estratega financiero, conocido por su experiencia como gestor de fondos de cobertura y su papel como asesor principal en macroestrategias globales. Conocido por su trabajo como jefe de inversiones de Soros Fund Management y fundador de Key Square Group, Bessent ha demostrado un profundo conocimiento de los mercados financieros y la economía global.
Como futuro Secretario del Tesoro de la Administración Trump, se espera que su enfoque combine pragmatismo financiero y una perspectiva macroeconómica aguda y un enfoque en la adopción de políticas favorables a la libertad económica, aprovechando su experiencia en inversiones internacionales y su conocimiento de los mercados.
El pasado mes de junio, el financiero participó en un evento organizado por el Manhattan Institute de Nueva York, un think tank liberal en el que puso encima de la mesa sus ideas económicas y defendió el regreso a las políticas de oferta que puso en práctica Ronald Reagan. Su charla comenzó haciendo referencia al ex mandatario republicano, de quien dijo lo siguiente:
El Presidente Ronald Reagan tenía un talento político único para explicar cuestiones complejas de política y estrategia en términos sencillos. En 1986, describió el estado de la economía estadounidense bajo la administración Carter: "Por aquel entonces, la visión del gobierno sobre la economía podía resumirse en unas pocas frases: si se mueve, ponle impuestos. Si sigue moviéndose, hay que regularla. Y si deja de moverse, subvenciónalo".
Durante sus ocho años, la administración Reagan consiguió reducir las excesivas intervenciones gubernamentales de las administraciones Kennedy, Johnson, Nixon y Carter, liberando la capacidad productiva de la economía estadounidense. Este consenso se mantuvo durante los gobiernos de George H. W. Bush, Clinton y George W. Bush. Pero la Administración Obama supuso una vuelta a la fuerte intervención gubernamental en el sector privado, en particular a través de su expansión turboalimentada del Estado regulador, provocando un estancamiento económico similar al que asoló a Estados Unidos antes de la revolución de Reagan. En cambio, la rebaja fiscal, la desregulación y la renegociación de acuerdos comerciales que puso en marcha Donald Trump propiciaron un crecimiento no inflacionario que generó los aumentos más rápidos de los salarios reales en una generación.
Bessent se mostró muy crítico con las políticas que ha venido adoptando el presidente saliente, Joe Biden, a quien acusó de "hacer caso omiso de la hoja de ruta para el dinamismo económico que Reagan y Trump dejaron trazada. En vez de seguir ese camino, recurrió al modelo de Carter". Para el futuro secretario del Tesoro, el Gobierno estadounidense "ha estado en manos de políticos que no solamente no han generado prosperidad, sino que han traído una importante sacudida al alza del nivel de precios".
"Como todo presidente entrante, Biden se enfrentó desde el principio a la disyuntiva de cómo gobernar. A pesar de un estrecho margen de victoria, y beneficiándose de una floreciente recuperación económica, el presidente Biden optó por intentar un estímulo masivo y una reordenación transformadora de la economía estadounidense. En vez de seguir un camino moderado, se radicalizó desde el primer momento. Cuando Biden tomó posesión, la economía estaba superando la pandemia. Tras una caída del 28 en el PIB del segundo trimestre de 2020, el tercer trimestre arrojó un rebote del 34,8% y el cuarto dejó una recuperación del 4,2%. El paro cayó del 14,8% alcanzado en abril al 6,7% registrado a final de año. Y, no lo olvidemos, antes de la pandemia se daban cifras históricamente bajas de desempleo, sin precedentes en medio siglo", apuntó ante los invitados del Manhattan Institute quien llevará las riendas de la economía estadounidense a partir de enero de 2025.
El financiero rescató nuevamente un episodio histórico para comentar la actualidad reciente:
Tan doctrinaria era la administración Biden en sus objetivos sociales que sus miembros no recordaron una premonitoria conversación entre el presidente John F. Kennedy y James Tobin, profesor de economía galardonado con el Nobel en Yale, asesor del Departamento del Tesoro y mentor de Janet Yellen. A principios de la década de 1960, JFK preguntó: «Pero, ¿hay algún límite económico al tamaño de la deuda en relación con los ingresos? No lo hay, ¿verdad?». Tobin respondió: «El límite es la inflación». JFK concluyó: «Así es, ¿no? El déficit puede ser de cualquier tamaño, siempre que no cause inflación. Todo lo demás es pura palabrería». De hecho, mientras Biden y su equipo económico defienden hoy sus políticas ideológicas inductoras de inflación, todo lo que les queda es «sólo palabrería».
Por el lado de la demanda de la economía, la administración Biden acometió el mayor estímulo conocido hasta la fecha, comenzando con el Plan de Rescate Americano (ARP), valorado en 1,9 billones de dólares. En parte, el ARP se diseñó para recompensar a los aliados políticos de los demócratas, incluyendo un rescate de 350.000 millones de dólares a los gobiernos estatales que favoreció a los estados muy endeudados y un rescate de 122.000 millones de dólares a las escuelas para recompensar a los sindicatos de profesores. Además, este estímulo amplió significativamente el alcance de los programas de subsidios y prestaciones, creando desincentivos materiales para trabajar. Tal enfoque era la esencia de la planificación central: ingeniería social diseñada para apoyar los intereses políticos del Partido Demócrata.
Para justificar su gasto desorbitado, la administración Biden corrompió la teoría económica clásica, que sostiene que el gasto deficitario puede ayudar a restablecer el crecimiento y levantar el empleo en el contexto de una recesión particularmente profunda de la que no se pueda salir con un estímulo monetario. Esta combinación de políticas podría promover la recuperación económica, siempre que existan recursos económicos productivos pero latentes que puedan volver a activarse con estímulos a la demanda. La Reserva Federal acomodó el estímulo fiscal con una política monetaria ultra laxa y compras de activos a gran escala, pero el covid representaba una situación fundamentalmente diferente de una recesión clásica causada por las fluctuaciones normales del ciclo económico. No había brecha de producción y pocos recursos no utilizados, ya que la pandemia había restringido tanto la oferta como la demanda de forma concertada. Como resultado, el estímulo de la demanda de la administración Biden estableció las condiciones para una agitación significativa de la inflación, que llegó cuando chocó con el lado de la oferta de la economía.
La inflación fue el resultado natural de la interacción entre las restricciones regulatorias de la oferta y el estímulo de la demanda proporcionado por el gasto sin precedentes de la administración Biden. La inflación alcanzó su punto máximo en junio de 2022 con una tasa anual del 9,1%, medida por el índice de precios al consumo, la tasa más alta de los últimos 40 años. Como resultado, los salarios reales disminuyeron significativamente durante 2021 y 2022 y en 2024 siguen aproximadamente un 5% por debajo de su tendencia anterior a la pandemia.
A continuación, el futuro Secretario del Tesoro comparó el bagaje de Biden con el de Trump:
Además, la asfixia del crecimiento real sostenible a través de la agenda de planificación central ha creado un arrastre de ingresos que ha afectado más a las poblaciones minoritarias. Por ejemplo, durante los tres primeros años de la administración Trump, la mediana de los ingresos semanales reales de los estadounidenses negros e hispanos creció un 7,5% y un 4,5%, respectivamente. Durante la administración Biden, sin embargo, los ingresos semanales medios reales de los estadounidenses negros e hispanos se han reducido un 3,6% y un 0,7%, respectivamente.
El presidente Biden y sus defensores pregonaron el nivel nominal del mercado de valores, que está cerca de máximos históricos, pero el patrimonio neto de los hogares ajustado a la inflación desde el inicio de la administración Biden se mantiene plano como resultado de un aumento de más del 20% en el nivel general de precios. En comparación, el patrimonio neto real de los hogares aumentó un 16% en los tres primeros años de la administración Trump.
Reflejando su conocimiento de la teoría liberal, citó a Thomas Sowell para hacer referencia al ciclo de recurrentes fracasos que arrojan las políticas intervencionistas en el ámbito económico:
En su libro de 1996, The Vision of the Anointed (La visión del ungido), el distinguido economista y comentarista social Thomas Sowell esbozó el libro de jugadas de la política de la administración Biden con casi un cuarto de siglo de antelación: (1) afirmar que un gran desastre está a punto de ocurrir, (2) pedir la intervención masiva del gobierno para evitar la catástrofe inminente, (3) desestimar los argumentos contrarios por desinformados, irresponsables o motivados por propósitos indignos, (4) aplicar las políticas, que resultan desastrosas y (5) negarse rotundamente a reconocer las montañas de pruebas de que las políticas han fracasado, mientras se acusa a los críticos de oscuros motivos. Este fue un ciclo recurrente en innumerables ámbitos políticos de la administración Biden, coronado por la descripción errónea de la inflación como un problema supuestamente "transitorio".
Mirando al futuro, defendió que el regreso de Trump a la Casa Blanca permitía apuntalar la rebaja fiscal de 2017, que defendió con ahínco:
La fiscalidad influye significativamente en los incentivos en la economía, como lo demuestran los efectos económicos de la Ley de Recortes y Empleos Fiscales (TCJA, por sus siglas en inglés) de 2017. Las reducciones de los tipos impositivos marginales para las personas físicas y la amortización inmediata de los nuevos equipos incentivaron el trabajo y la inversión, con el consiguiente auge de la productividad que fluyó hacia los salarios. Entre el primer trimestre de 2018 y el primer trimestre de 2020, los sueldos y salarios reales aumentaron un 2,6% medido por el índice de costes laborales, una notable aceleración respecto a la casi ausencia de crecimiento durante la Administración Obama y que contrasta fuertemente con el descenso del 2,7% durante el repunte inflacionista de la Administración Biden. Un estudio reciente concluyó que la TCJA aumentó la inversión de capital nacional en un 7%, apoyando el crecimiento salarial, especialmente en la categoría no directiva.
En su cierre, señaló lo siguiente: "afortunadamente, al igual que la explicación del fracaso de Bidenomics era sencillamente predecible, las recetas también se entienden bien. La historia nos enseña que dar prioridad a la libre empresa y limitar el papel del gobierno en la economía son claves para elevar el nivel de vida. La innovación del sector privado y la asunción de riesgos son los mayores activos de Estados Unidos. La política económica estadounidense debe dejar de lado el último experimento fallido de planificación centralizada de Bidenomics y reorientarse hacia la innovación y el crecimiento impulsados por el sector privado. Las soluciones son conocidas: acabar con la inflación, lograr el dominio energético, llevar a cabo una desregulación significativa, controlar el gasto federal, reordenar los insatisfactorios acuerdos comerciales, reafirmar el control sobre la inmigración y proyectar fuerza internacionalmente".