Finalizó 2024 y damos comienzo a 2025. Lo dicho, no es más que un truismo, un hecho cierto que se produce con abstracción de la bondad o maldad de su contenido.
Por ello, los fastos de un nuevo año, sólo podrían tener, justificación si los ciudadanos valorasen los objetivos alcanzados en el año anterior y los propósitos para el que comienza. De no hacerlo, la humanidad perdería su sentido trascendente, para rebajarse a la condición de mamífero, y no de todos.
Suele ser habitual que, quienes tienen alguna responsabilidad sea económica, política, social… valoren lo conseguido en el año anterior, balance, dación de cuentas… relacionándolo con lo pretendido doce meses antes, y expongan las propuestas para los doce meses que comienza.
El abismo entre valoraciones, ciudadanos/políticos, es habitual. Ante la algarabía festiva del fin de año, se diría que celebran, simplemente, seguir vivos, que no es poco; aunque, como humanos, debería esperarse algo más que aquello que deviene del simple transcurso del tiempo, ausente de voluntad o intención.
Por mi cuenta, y desde una dimensión privativa, sin pretender otra cosa que dar una mirada al tiempo ya pasado del 2024, me he permitido entresacar aquellas actuaciones públicas que más han impactado en mi mente, y que, en pocos términos, puedan caracterizar la relación entre la sociedad de personas – no hay otra sociedad – y los que gobiernan. La función de éstos, debería juzgarse por lo que, esas personas/sociedad, hayan mejorado o empeorado su condición de vida, como humanos.
Los términos destacados en 2024, son los del título: regulación, estatalización… y prefiero quedarme ahí. Me resulta chocante, que ningún responsable de la acción política, haya mostrado insatisfacción por no haber conseguido lo que pretendía al comienzo de año. Quizá nunca pretendieron nada, más que detentar el poder. Atento al balance 2024, del presidente Sánchez, no conseguí saber, cuál era su país de referencia; sin ánimo de polemizar.
Pero, hasta para eso, tuvieron que utilizar innumerables recursos regulatorios, a fin de modificar, coactivamente, lo que los ciudadanos habrían conseguido con sus iniciativas. Normas, pues así se engloban las regulaciones, las ha habido para materias diversas, aunque, buen número de ellas, o no han conseguido efecto alguno, o han conseguido el efecto contrario. ¿O no han aumentado los casos de violencia de género, más aún, aquellos con resultado de muerte? Omito mención a disposiciones como la del "sólo sí es sí".
¿Por qué ha aumentado la dificultad de acceso a la vivienda para los de menos recursos – jóvenes y ancianos –? Mientras, regulamos reduciendo, lo naturalmente abundante, el espacio físico – solares –, aumentando su precio. El fenómeno okupa, topar los alquileres y la complejidad del desahucio – todo regulación –, vienen siendo los causantes de la disminución de inmuebles en arriendo.
La regulación, puede llegar hasta la negación de derechos adquiridos, estatalizando instituciones anteriormente públicas – MUFACE –, cuyos mutualistas podían elegir asistencia sanitaria – pública o privada –, imponiendo nuevas condiciones económicas, inasumibles para las entidades privadas. Un modo de usurpar el derecho a elegir de los mutualistas – estatalización –.
Son costes sociales de la regulación absorbente.