
A la espera de que los socios del Gobierno decidan si convalidan o no la décimo primera prórroga del polémico decreto antidesahucios, cada vez son más las víctimas de la okupación que alzan la voz para que unos y otros sean conscientes de la tremenda injusticia que están sufriendo en sus propias carnes. "Soy viudo, mi mujer murió de cáncer muy joven y tengo que sacar adelante yo solo a mi hija. No tengo nada más que un piso con una hipoteca por pagar y tengo que soportar que una inquiokupa viva a mi costa e incluso gane dinero realquilando habitaciones, mientras yo cada día que pasa me endeudo más y vivo en una crisis tremenda tanto económica como psicológica", denuncia Adrián.
Este argentino afincado en España desde hace años jamás pensó que una democracia europea teóricamente consolidada como la nuestra consentiría e incluso alentaría la okupación. "Yo todo esto ya lo he visto en mi país, he sufrido lo que han hecho durante años los diferentes gobiernos, pero no me esperaba esto de aquí, del primer mundo, de un lugar que supuestamente tiene detrás una Comunidad Europea en la que las leyes están hechas para ser cumplidas, no para aprovecharse de ellas —lamenta este propietario absolutamente desesperado—. Y lo que más me preocupa es que va a peor, porque una de las cosas por las que me fui de mi país era por la inseguridad. Y aquí, lamentablemente, vamos por el mismo camino a raíz de todas estas cosas, esa raíz de que no se respetan las leyes y de que se permita delinquir".
Un chantaje amparado por el Gobierno
En 2013, Adrián perdió a su mujer y aquello cambió su vida por completo: "La perdí muy joven por culpa de un cáncer que no lograron detectar a tiempo. Teníamos una nena muy pequeña y, por temas de trabajo, decidí moverme fuera de Cataluña y dejar alquilado mi piso para poder seguir pagando la hipoteca y hacer frente a mi propio alquiler". Pensando en que si se lo alquilaba a alguien conocido no tendría problemas, se decantó por la exmujer de un compañero de trabajo con el que tenía mucha confianza.
Los primeros años, pagaba religiosamente. Los problemas comenzaron justo antes de la pandemia. "Empezó a decirme que quería pagar menos, pero yo ya se lo estaba alquilando por 700 euros cuando pagaba 800 de hipoteca, así que le dije que a lo mejor podía buscar algo más pequeño", recuerda Adrián. Y, aparentemente, así fue. Cuando se desató la crisis del coronavirus, le dijo que ya había encontrado otro sitio y que, por tanto, el siguiente mes corría a cargo de la fianza.
Aquello no le convenció, pero lo peor aun estaría por llegar. Su hasta entonces inquilina no solo no se fue, sino que inició un chantaje en el que sabía que tenía todas las de ganar: "Me dijo que o me pagaba la mitad o no me pagaba". En pleno confinamiento, y consciente de que contaba con el respaldo del polémico decreto antidesahucios de Pedro Sánchez, el propietario no tuvo más remedio que aceptar.
Aquello fue el inicio de su particular descenso a los "infiernos", como describe el propio Adrián. "Comencé a tener problemas de todo tipo, porque a mí no me llegaba para pagar una hipoteca y un alquiler al mismo tiempo, cubrir los gastos de mi hija… Así que comencé a endeudarme hasta tener problemas psicológicos —explica con la voz entrecortada—. Prácticamente no duermo, siempre estoy nervioso, con ansiedad...".
¿Quién es el vulnerable?
Lejos de ser algo puntual, esa situación se alargó en el tiempo hasta que, en febrero de 2023, su hoy inquiokupa directamente pasó a no ingresarle ni un solo euro, cortando cualquier comunicación con él: "Me bloqueó el teléfono, me bloqueó de todas las redes sociales… Y ya no hubo manera de comunicarme con ella. Yo vivo en Alicante y he ido varias veces al piso, pero jamás me ha abierto la puerta".
Por si fuera poco, Adrián asegura que, lejos de tener problemas económicos, la mujer ingresaba más dinero que él: "Me enteré de que estaba de baja y cobraba 1.000 euros, pero es que, además, como el piso tiene tres habitaciones, alquilaba las otras dos por 350 euros cada una". De hecho, el propietario denuncia la "gran vida" que se pega a su costa: "Yo lograba entrar a través de otra cuenta en Instagram y Tik Tok y la veía todos los fines de semana o de viaje o de copas, en fiestas, discotecas… Es decir, que vulnerabilidad, cero. Y, mientras tanto, yo sumergido en una crisis tremenda".
Arruinado por su inquiokupa, Adrián no ha tenido más remedio que dejar de pagar la hipoteca, por lo que, en estos momentos, afronta "grandes problemas" con el banco. Y no son los únicos. "Mi hija terminó el Bachillerato y quería volver a Barcelona para estudiar allí, pero, con este panorama, no ha tenido más remedio que cambiar de carrera y quedarse en Alicante".
El mundo al revés
Al dinero que ha dejado de ingresar, se suma el gasto en abogados y procuradores para interponer una demanda de la que todavía no tiene noticia alguna. "A día de hoy, todavía no he terminado de pagar lo que debo y parece como que los roles estuvieran al revés: soy yo el que necesito pagarme un asistente para que me defienda y no porque haya hecho algo malo o algo ilegal, sino para defenderme de una persona que, gracias a todos los decretos que van saliendo, puede delinquir y campar a sus anchas", lamenta Adrián con impotencia.
Precisamente por eso, hace un llamamiento tanto al PSOE como a sus socios. "Si un Gobierno saca decretos de vulnerabilidad, también tiene que ser capaz de construir viviendas sociales. No puede ser que se les permita delinquir y que seamos nosotros los que tengamos que cargar con eso. Las leyes están para cumplirlas y no se puede jugar con las personas de esta manera, porque te juro que yo estoy en una situación en la que ya no sé qué hacer. No duermo por las noches y hasta mi hija me dice que cómo puede ser si es nuestro piso y, sinceramente, yo ya no sé ni qué decirle".
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