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SMI, salario medio e inflación: la bomba de relojería que está a punto de estallar

Si la economía española quiere lograr un aumento importante de su crecimiento potencial, debe incrementar de manera sostenible su productividad.

Si la economía española quiere lograr un aumento importante de su crecimiento potencial, debe incrementar de manera sostenible su productividad.
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), clausura el XV Congreso del PSOE de Extremadura, que refrenda a su líder regional, Miguel Ángel Gallardo. | EFE

Una y otra vez se repite por parte de muchos políticos que el salario mínimo es bajo y que hay que subirlo, una y otra vez, como Yolanda Díaz no deja de decir, así como Sánchez y sus socios de Gobierno. Eso ha llevado a que el Gobierno quiera volver a subir un año más, y sin que la patronal lo acuerde, el salario mínimo un 4,4%, hasta los 1.184 euros en catorce pagas, que es algo que desincentivará la actividad económica, incentivará la economía sumergida y provocará destrucción de puestos de trabajo o, al menos, no creación de los mismos.

Hay que analizar bien las consecuencias de subir exponencialmente el salario mínimo, porque perjudica, claramente, a los menos favorecidos, de manera que hay que tratar de no caer en esa trampa tendida por el intervencionismo. Veamos los datos:

El SMI se ha incrementado de manera mucho más importante que el IPC tanto de manera interanual -con la excepción de 2021 y 2022- como en el acumulado 2018-2025 (previsón) y en el acumulado 2018-2023, año en el que llegó a a 1.080 euros mensuales en catorce pagas), situándose ahora en 1.184 euros mensuales, como antes hemos comentado.

Por tanto, realmente no hay que compensar una pérdida de poder adquisitivo, porque ya viene más que compensada por la evolución del período y con la subida que se quiere aplicar para 2025, en línea con la propuesta de los expertos del Gobierno.

Es más, se ha producido una ganancia de poder adquisitivo: Entre 2018 y 2025, el SMI ha crecido 37,67 puntos porcentuales más que el IPC.

En cuanto al salario medio: Sí que ha crecido menos interanualmente que el IPC, salvo en 2019 y 2020 (en este último, cayó menos que el IPC). Habrá crecido 4,1 puntos menos que el IPC entre 2018 y 2025.

Como no hay datos de salario medio nada más que hasta 2022 (donde el salario medio creció un 2%), la hipótesis es un incremento del 2% para 2023, 2024 y 2025, con el objetivo de precios del BCE.

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Por tanto, el SMI no hay que incrementarlo para acortar distancias con la subida de la inflación, porque ha crecido mucho más que el IPC.

El salario medio no puede incrementarse por ley, porque sería intervenir el mercado. En cualquier caso, y aunque el SMI hubiese crecido menos, no debería incrementarse más por las siguientes razones:

Se incrementarían costes de las empresas y de los autónomos, al aumentar la base mínima de cotización y los costes laborales.

Eso podría empujar al incremento del desempleo y de la economía sumergida (que haría descender la recaudación tributaria y de cotizaciones a la Seguridad Social).

Adicionalmente, se generaría unos peligrosos efectos de segunda ronda, con una espiral-precios salarios (las empresas repercutirían los costes en precios; los trabajadores volverían a exigir más subidas salariales; volvería a repercutirse en precios; volverían a reclamarse más salarios, y así, sucesivamente).

En una espiral precios-salarios, siempre terminan creciendo más los precios que los salarios, con lo que sería una medida perjudicial y no sólo no mejoraría el poder adquisitivo de los ciudadanos, sino que lo empeoraría más, en medio de una economía inflacionista.

Por tanto, además de que el salario mínimo no ha perdido poder adquisitivo, su incremento desmedido, como proponen Sánchez y Díaz, con este otro 4,4% adicional, que lleva el incremento del salario mínimo desde 2018 a un 60,88%, es una trampa en la que no hay que caer, pues sólo aumentará los costes de las empresas, disminuirá, por ello, la actividad y muchos trabajadores perderán su puesto de trabajo, con consecuencias nocivas para el conjunto de la economía.

Por eso, las subidas en los salarios deben ir ligadas a mejoras en la productividad; si no, sólo generarán inflación y perderán más poder adquisitivo. Cada empresario va a tener que soportar un coste de casi 1.000 euros más por cada trabajador afectado por la subida del salario mínimo; esto, hará que muchas empresas, sobre todo las pequeñas y los autónomos con asalariados, no puedan costearlo, produciéndose despidos, cierre de empresas o economía sumergida.

Por mucho que el Gobierno haya dicho en anteriores ocasiones que los organismos internacionales no ven mal esta medida, no es así. Por supuesto que los organismos internacionales han alertado del peligro que puede constituir la subida del salario mínimo en más de un 20%, incremento ya superado con creces con la primera gran subida que acometió Sánchez. De hecho, tanto la Comisión Europea, como el FMI y la OCDE en distintas previsiones, alertaron de ello en su momento. Es más, la Comisión Europea llegó a decir que dicho incremento del salario mínimo pudo impedir la creación de 70.000 puestos de trabajo, cifra que el Banco de España elevó inicialmente, al establecer una horquilla de entre 78.000 y 143.000 puestos de trabajo que se dejaron de crear sólo por la subida del salario mínimo un 22,3% en 2019. Recientemente, el propio Banco de España ha elevado ese impacto negativo, con una merma del empleo debido al incremento del salario mínimo en 2019 de entre 92.000 y 174.000 puestos de trabajo. Por tanto, las subidas posteriores y esta última anunciada por el Gobierno ahondarán en el efecto negativo sobre la actividad económica y el empleo.

Dentro de esta medida, los más perjudicados van a ser los laboralmente más débiles. Hay provincias o regiones, como Madrid, donde tendrá un efecto menor, por el mayor nivel salarial ya existente, aunque también se verá perjudicada su economía por esta medida, pero hay otros lugares, provincias o regiones donde el coste salarial y laboral son menores, donde el tipo de trabajo tiene una menor remuneración por su aportación al valor añadido que genera, que puede hundir la actividad en dichos lugares.

En cuanto a las personas, por segmentos, las menos cualificadas se verán expulsadas del mercado laboral, por no ser capaces, con su trabajo, de crear suficiente valor para cubrir su coste laboral más el margen necesario que necesita la empresa para poder continuar con su actividad, o se verán arrastradas a la lacra de la economía sumergida, que hay que erradicar y perseguir, pero que, con esta medida, podría incentivar el Gobierno, donde aumentaría el fraude, perderían derechos los trabajadores, se recaudaría menos, tanto en impuestos como en cotizaciones a la Seguridad Social, y se incrementaría el gasto, pues aumentaría el número de prestaciones por desempleo.

En ese grupo se encuadran muchos jóvenes, que con una tasa elevadísima recibirán la puntilla en su horizonte laboral con una barrera como la del salario mínimo, que aumenta los costes de su contratación, eliminando muchos potenciales puestos de trabajo y dejándoles, por tanto, en una precariedad mayor: sin empleo y sin esperanza de encontrarlo.

Adicionalmente, a los autónomos les encarecerá sus cuotas a la Seguridad Social, ya que al cotizar muchos por el mínimo, se verá incrementada dicha base mínima de cotización, que supondrá un coste superior para dichos trabajadores por cuenta propia. Una vuelta de tuerca previa en las cotizaciones de los autónomos a la subida generalizada de cotizaciones que les prepara el ministro Escrivá. Por tanto, el Gobierno se equivoca, de nuevo, seriamente, con el salario mínimo. No hay que subirlo, porque empeora la creación de empleo.

Es muy sencillo y es algo que entiende cualquier alumno de primero de económicas: si yo subo artificialmente un precio –y el salario es el precio del trabajo- los demandantes de ese bien –en este caso, el trabajo- demandarán menos de ese bien. ¿Quiénes son los demandantes de trabajo? Las empresas, al tiempo que los oferentes de trabajo son los trabajadores, que son quienes ofrecen su trabajo a cambio de cobrar un salario –de cobrar un precio-. Por tanto, si subo el salario, muchos trabajadores querrán trabajar, pero las empresas estarán dispuestas a contratar a menos trabajadores, porque a ese precio no podrán cubrir los costes laborales –lo que les cuesta el trabajador- más el beneficio que tienen que obtener con su actividad para asegurar la continuidad de la actividad económica y el empleo. ¿Qué sucederá entonces? Que se destruirá empleo.

Pueden mitigarlo con la creación de más plazas de empleo público elevado de manera exponencial en el sexenio de Sánchez, pero harán perder grandes oportunidades laborales a muchos ciudadanos, porque se cerrarán muchas posibilidades de empleo por merma de actividad económica debido al incremento del salario mínimo. Esto afectará especialmente a los jóvenes: cada vez que se sube el salario mínimo, se les cierra una oportunidad laboral.

Si tan brillante idea es subir el salario mínimo, si es la solución a todos los problemas, ¿por qué no elevarlo a 5.000 euros o a 10.000? Es la receta de Maduro, y ya ven cómo está Venezuela. Siempre el intervencionismo insiste en que para mejorar la vida de las personas hay que subir el salario mínimo y que el banco central correspondiente imprima dinero sin límite, y lo único que provoca siempre con ello es desempleo y elevada inflación. Repito, mirémonos en el espejo de las políticas de Maduro para ver el lugar al que nos llevan estas políticas.

El salario hay que ligarlo a la productividad, no a la demagogia que se pretende aplicar a través del BOE por decreto. La economía española cuenta con un gran problema estructural en su seno: una ausencia importante de productividad total de los factores y, a partir de ésta, de competitividad, ya que somos menos eficientes, los costes son más elevados y logramos un menor valor de producción en relación al coste de los factores empleados. Lo mismo sucede si hablamos de la productividad del factor trabajo, donde el producto por hora de trabajo no es tan elevado como en la mayoría del resto de países.

Eso provoca que nuestra economía sea más sensible a las variaciones del ciclo económico, de manera que lidere la creación de empleo en los momentos de crecimiento y sea la economía que más empleos destruye en los momentos de caída económica. ¿Cuáles son los motivos? Una elevada dualidad en el mercado de trabajo, una creciente inseguridad jurídica, las rigideces en el mercado laboral o los desincentivos para lograr una mejor organización en el trabajo son algunos de ellos.

Las mejoras en productividad y competitividad son imprescindibles. Si la economía española quiere lograr un aumento importante de su crecimiento potencial, debe lograr incrementar de manera sostenible su productividad, y eso sólo se logra con reformas y flexibilidad, no con incrementos artificiales del salario mínimo, que empobrecen a ciudadanos y empresas e incentivan la economía sumergida.

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