
Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia con un patrimonio de más de 180.000 millones de dólares (174.699 millones de euros) y propietario del conglomerado multinacional Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), realizó el pasado 28 de enero unas declaraciones que algunos han interpretado como una "amenaza" de deslocalizar sus empresas hacia otros países como consecuencia de las nuevas subidas impositivas del Gobierno francés, aunque otros simplemente lo han interpretado como una forma de expresar un enfado con estas subidas de impuestos.
La quinta persona más rica del planeta aprovechó la presentación de los resultados del grupo LVMH para realizar una comparativa entre el Gobierno de Estados Unidos y el Gobierno de Francia, resaltando que mientras uno establece un ambiente favorable a las empresas, con bajadas de impuestos e incluso subvenciones, el Gobierno de su país está a punto de aumentar en un 40% los impuestos a las empresas que fabrican en Francia, en palabras de Arnault. También dijo que si lo que el Gobierno de Francia lo que quería era impulsar la deslocalización, estaban haciendo lo ideal.
Este impuesto al que hace referencia Arnault, se trataría de un aumento del Impuesto de Sociedades para las empresas rentables con una facturación de más de 3.000 millones de euros, este aumento llegaría hasta el 41,2% para este tipo de empresas, como la de Bernard Arnault. Esta medida iría incluida dentro de un plan de ajustes por parte del Gobierno de Francia, donde habría también un recorte importante de gastos de hasta 53.000 millones de euros, con el fin de reducir el déficit presupuestario francés.
El Gobierno dice que es algo "temporal"
La respuesta por parte del Gobierno francés no se ha hecho esperar demasiado, y ya el ministro de Finanzas, Éric Lombard, ha declarado que esta sería una medida excepcional y que sólo se aplicaría durante un año, debido a las grandes dificultades por las que está pasando Francia. La respuesta de Arnault a estas declaraciones habría sido la de "nadie se lo cree".
Por otro lado, también la portavoz del Gobierno, Sophie Primas, dijo al día siguiente de las declaraciones de Arnault que comprende el enfado del empresario francés, pero que esta era una medida necesaria ante la mala situación de Francia. "Dada la situación presupuestaria en la que nos encontramos, todos deben contribuir a los esfuerzos". También aprovechó para elogiar al director ejecutivo de LVMH, comparándolo a él y a su grupo empresarial con "un monumento económico".
La portavoz también intentó desmarcarse de esa percepción de Arnault sobre que Francia no apoya a las empresas, expresando que "nuestra política probusiness (…) no deja lugar a dudas, simplemente en este momento tenemos el objetivo de mantener el déficit en el 5,4% y dotar a Francia de un presupuesto. Es una mala racha, pero es temporal".
Así pues, no parece que el Gobierno de Francia esté dando demasiada importancia a estas declaraciones, al menos no en el sentido de una posible deslocalización hacia países donde sea más barato producir y/o donde la carga impositiva sea menor. Las palabras de Arnault parecen encajar mejor con una queja amarga tras haber vuelto de Estados Unidos donde asistió a la toma de posesión de Trump, donde el clima político es más favorable a la generación de riqueza.
En cualquier caso, esta comparativa del empresario francés sirve para mostrar dos modelos de país totalmente distintos, ya que mientras que en uno se favorece la bajada de impuestos, la creación de riqueza y la vuelta de empresas nacionales al país, en otro se castiga impositivamente aún más a aquellas empresas que son capaces de generar más valor para el conjunto de la sociedad, poniendo en riesgo que incluso esas empresas se marchen del país.