Desde hace años, las listas de las personas más ricas del mundo se han hecho un hueco en nuestras vidas. A veces como simple curiosidad; pero en muchas otras ocasiones, como medio para la acción política. ¿Cómo puede ser, nos dicen, que haya quien tiene tanto cuando tantos otros apenas tienen nada?
Por eso, esta semana, en La Pizarra de Domingo Soriano, echamos un vistazo a la clasificación de los más adinerados. A las últimas publicadas y a las que comenzaron a hacerse, a finales de los 70 y principios de los 80. Y nos preguntamos: ¿quiénes eran entonces los más ricos de España y de EEUU? ¿Siguen siendo los mismos (o sus hijos)? ¿Es cierto, como dice el relato dominante en los medios de comunicación, que los grandes patrimonios lo tienen fácil para mantenerse en los primeros puestos?
En un primer vistazo, no lo parece: los que dominaban la clasificación hace menos de medio siglo han desaparecido por completo. No hay ni uno del Top 10 en España o en EEUU que se mantenga desde 1980 en los primeros puestos de este ranking. Esto no quiere decir que hayan perdido su riqueza o que ahora sean pobres de solemnidad, ni mucho menos. Intuimos que todos ellos (o sus descendientes) siguen siendo millonarios y que las fortunas adquiridas les permiten tener una vida de lujo y tranquilidad que los demás sólo podemos soñar.
Pero, como nos explican Nuria Richart y Domingo Soriano, lo que probablemente nadie esperaría es que les hayan desplazado tan fácilmente. Porque no es eso lo que nos cuentan sobre el "sistema". Lo que nos dicen es que una vez que estás arriba, mantenerte es muy sencillo, que disfrutas de una serie de ventajas que te permiten evitar la competencia y poner las normas a tu favor. Pues no parece cierto: de hecho, quienes les han sustituido en los primeros puestos de esta lista no son otros millonarios que desde los años 80 lo hayan hecho mejor que ellos. En realidad, casi todos los que aparecen en la clasificación de los más ricos de España o de EEUU son hijos de la clase media: empresarios de diferentes sectores (textiles, supermercados, ingenierías en nuestro país; tecnología entre los estadounidenses) que han conseguido ese descomunal patrimonio haciéndonos la vida más sencilla (y barata) a los consumidores.
A partir de aquí, es legítimo preguntarse si esto es justo, si deberíamos tener un sistema fiscal más progresivo, si en realidad es bueno que estas personas amasen esas enormes fortunas si es como consecuencia de lo que aportan al resto de la sociedad... Como vemos, un debate muy interesante y en que las posturas (más liberales unas, más socialdemócratas otras) podrían confrontar con dureza. Pero partamos de la realidad: los más ricos no son los mismos ahora que hace 50 años. Por lo menos, reconozcamos lo obvio.