
En plena tormenta financiera de la pasada década, Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre se vieron obligados a solicitar rescates internacionales para evitar el colapso de sus economías. Más de una década después, el Banco Central Europeo (BCE) hace balance de su evolución, destacando sus notables datos de crecimiento, constatando una reducción progresiva de sus niveles de deuda pública y comprobando que los países "rescatados" presentan asimismo una mayor estabilidad financiera.
Entre 2010 y 2012, estos cuatro países enfrentaron un deterioro económico severo. El aumento descontrolado del gasto público, la falta de reformas estructurales y una competitividad debilitada provocaron una crisis de confianza que los dejó al borde de la insolvencia. Ante esta situación, sus gobiernos se vieron obligados a pedir ayuda a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional (FMI), así como al propio BCE, recibiendo de dicha "Troika" distintos préstamos multimillonarios que ayudaron a evitar las quiebras soberanas, pero a cambio de la aplicación de distintos programas y medidas de ajuste económico.
El informe del BCE apunta que, si bien los cuatro países han logrado recuperarse, no todos lo hicieron al mismo ritmo. Irlanda y Portugal iniciaron su remontada más pronto, entre 2012 y 2014, mientras que Grecia, sumida en crisis políticas y un retraso en la reestructuración de su deuda, tardó más en estabilizarse. A pesar de ello, los "rescatados" han mostrado un crecimiento superior a la media de la Eurozona, sobre todo en los últimos años e incluso en medio de crisis recientes, como la pandemia del covid-19 o la guerra en Ucrania.
Uno de los logros más significativos es la reducción de la deuda pública. Grecia vio cómo esta rúbrica rozó el 210% del PIB, pero los últimos registros sitúan este mismo indicador en el entorno del 150% del PIB. Para Portugal, la reducción ha sido de casi un 135% del PIB de endeudamiento público a niveles cercanos al 95%. Chipre ha recortado sus pasivos estatales del 115% al 70% del PIB, mientras que Irlanda ha logrado una caída de casi un 120% a menos de un 45% de su Producto Interior Bruto.
La crisis también golpeó con dureza a los sistemas bancarios de estos países. Las entidades financieras estaban muy expuestas a los desequilibrios macroeconómicos de sus respectivos países y, además, lidiaban con el acusado perfil de riesgo que adquirieron los títulos de deuda soberana emitidos por sus gobiernos. Esto obligó a implementar reformas, tales como la liquidación o fusión de entidades, así como a la activación de "rescates", algunos con dinero público y otros, como el chipriota, ejecutados principalmente con dinero privado, que permitió pasar del "bail out" al "bail in", como se reivindicaba desde el ámbito liberal.
El BCE encuentra que los países "rescatados" lograron una mejora generalizada de sus niveles de PIB per cápita y empleo.

Lo mismo sucede con el ya comentado ratio deuda pública / PIB, pero también con el ingreso real per cápita de los ciudadanos.

Los estudios de competitividad también reflejan que dichas economías han ganado en sofisticación y dinamismo a raíz de los programas de "rescate".

Los cuatro países analizados podrían haber evitado los "rescates" si no hubieran incurrido en graves desequilibrios derivados, a su vez, de una mala política económica. Del mismo modo, la adopción de reformas no debería ser una cuestión estrictamente vinculada al cumplimiento de programas de "rescate", sino una responsabilidad inherente a cualquier gobierno que aspire a mejorar de forma sostenida el desempeño económico de su país. Sin embargo, la mayoría de los gobernantes europeos han mostrado una actitud decepcionante en este aspecto. Partiendo de esa base, y en marcado contraste, la obligación de acatar las directrices de la "Troika" ha tenido, en la práctica, efectos relativamente positivos para los países "rescatados".