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Sabadell
Busca el faro

La marca española que logró vender 600 zapatillas antes de fabricarlas

Morrison arrancó gracias a un crowdfunding y la "obsesión" de tres amigos que retaron todas las normas del emprendimiento.

Cuando Morrison nació en 2016, lo hizo con un faro claro: crear zapatillas que fueran fácilmente reconocibles y llegar a un mercado saturado con un modelo de negocio ágil, digital y cercano a su comunidad. Hoy en día, más que un producto, venden un estilo de vida ligado a la música, la playa y la cultura urbana.

Pero este crecimiento no ha sido magia ni casualidad, dicen: es el resultado de un proceso de prueba y error que comenzó mucho antes de la creación de la marca. Para Álvaro Patón, Pablo Recuenco y Álvaro Rodríguez, amigos de toda la vida y fundadores de Morrison, la idea de emprender siempre estuvo en el aire. "Éramos muy jóvenes y todas las ideas que se nos ocurrían requerían de un capital muy grande que por la edad que teníamos no disponíamos", cuenta Pablo. Sin embargo, fue cuando vieron una oportunidad clara en el modelo de negocio de las ventas online y el auge de las redes sociales cuando se animaron a dar el paso. "Hace 15 años todos nuestros padres iban con zapatos, ahora todos nuestros padres van con zapatillas, eso habla mucho de la evolución del mercado", reflexiona, dándonos una pista de cómo vieron la oportunidad en la industria del calzado.

Aunque tenían la idea les faltaba el dinero, así que se lanzaron "a la piscina" con una campaña de crowdfunding, un concepto poco familiar en España por aquel entonces. Con un solo fabricante, siete prototipos de zapatillas y un precio de mercado de 39 euros, ofrecieron la promesa de que serían "las primeras Morrison de la historia al mejor precio que va a haber nunca". En otras palabras, los compradores adquirían unas zapatillas que aún no existían. "Necesitábamos 12.000 euros para poder pagar la primera producción que nos exigía como mínimo nuestro fabricante y en 20 días conseguimos el doble. Para nosotros fue la leche porque pudimos financiar nuestro proyecto y, por otro lado, validar el modelo de zapatillas que queríamos lanzar", recuerda Pablo.

Con ese empujón inicial, la producción arrancó. Y en cuanto a las zapatillas, apostaron por una silueta que les gustara a los tres, que por entonces aseguran tenían un estilo bastante diferente -pese a que ahora estén sentados de pies a cabeza con prendas de Morrison-, para asegurarse de que abarcaban a un público lo más amplio posible. "Todas nuestras siluetas son súper reconocibles y en concreto la Nineties, nuestra primera silueta, es una que tú ves por la calle a 100 metros y sabes que es una Morrison y eso es clave en un mercado que está súper saturado", dicen.

Esa apuesta por un diseño único les dio la ventaja en un mercado lleno de competidores, que Pablo asegura es "lo mejor que hay". Precisamente, pese a calificarlo como el "más disruptivo", el modelo Bel Air ha sido su zapatilla estrella, agotándose en cada una de sus reposiciones en cuestión de horas. "Yo que llevaba la parte de producción le tenía mucho miedo", reconoce Álvaro Patón. Ahora, entre sus nuevos modelos destacan la Moma, una silueta con la M en el lateral.

Aunque si uno piensa en Morrison, piensa en zapatillas, la ropa fue algo que siempre estuvo en el ADN de la marca. De hecho, tuvieron camisetas antes que zapatillas. "Las hicimos para que la gente viese Morrison, porque es más fácil que alguien lleve nuestro nombre en el pecho que en los pies", admite Pablo. Sin embargo, fue el año pasado cuando decidieron apostar de lleno por la línea de ropa, de la mano de un rebranding de marca. "Hemos pasado de que representase solo el 5% de las ventas a que ahora suponga el 30%. En nuestras tiendas físicas, más del 50% de las ventas ya son ropa", explica.

Este cambio no solo ha sido clave en términos de ventas, sino también un paso fundamental para "dejar de ser solo una marca de zapatillas y convertirnos en una de total look". "Que alguien pueda identificarse con Morrison, aunque no use nuestras zapatillas. Que la gente quiera llevar Morrison por encima del producto que hagamos", subraya Pablo. Para él, es casi una "obsesión" que la gente se enamore de la marca por lo que representa: "Por los valores que transmitimos, por la comunicación, por las colaboraciones y por el tipo de acciones que llevamos a cabo".

En cuanto a la expansión, todo ha sido un proceso medido de prueba y error. "Siempre hemos trabajado con nuestros propios recursos y con bancos, sin recurrir a fondos de inversión. Eso nos obliga a ser muy cuidadosos con cada paso que damos", explica Álvaro. El modelo "más sano" para ellos es diversificar los canales: online, multimarca y tiendas físicas. En la actualidad, cuentan con seis puntos de venta físicos y córners en El Corte Inglés, además de estar presentes en 500 puntos multimarca por toda Europa, más de 150 fuera de España, que representan el 35% de la facturación de la marca. Su objetivo: pasar de estos seis puntos de venta a treinta en los próximos tres años para cubrir una demanda que ya existe y "que nuestro propio público nos pide más allá de Madrid, Sevilla y Valencia".

Todo lo que define la cultura, los valores y la comunicación de Morrison se resume en una idea: buscar el faro. Es lo que hicieron "los Álvaros" y Pablo cuando dejaron sus trabajos por cuenta ajena y decidieron dedicarse en cuerpo y alma a la marca. "Teníamos un sueño, que es el que seguimos teniendo, que es tener la marca de zapatillas española más reconocida en el mundo y el faro es esa guía que nos lleva a ello", cuenta Álvaro, que además lo lleva tatuado.

"Nosotros retamos todos los consejos que la gente da a la hora de emprender y los tiramos a la basura", dicen entre risas. A día de hoy, Patón se encarga de las operaciones y las finanzas, Recuenco lleva la parte de marketing y comunicación, y Rodríguez se centra en el producto. "Somos muy complementarios entre nosotros. Eso hace que no nos pisemos y que evitemos conflictos que habría si fuésemos totalmente iguales y nos dedicásemos exactamente a lo mismo, como creo que pasa en muchas otras empresas", explican. Morrison se siente, por tanto, como una empresa casi familiar. "Seguimos los tres socios desde el principio y somos los únicos accionistas", dice Álvaro con orgullo. "Sabemos que somos amigos antes que socios", puntualiza Pablo.

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