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Si quieren luz, que la pidan

Nuestro sistema eléctrico ha decaído poco a poco, y ahora de golpe nos hemos encontrado con las consecuencias de décadas de encarecimiento del suministro y aumento de su fragilidad

Nuestro sistema eléctrico ha decaído poco a poco, y ahora de golpe nos hemos encontrado con las consecuencias de décadas de encarecimiento del suministro y aumento de su fragilidad
Huerto de paneles solares | Cordon Press

Si algo nos ha dejado claro la comparecencia de este martes del presidente del Gobierno es que es plenamente consciente de que el gran apagón es consecuencia directa de su apuesta por las renovables a costa de los combustibles fósiles y la energía nuclear. Como siempre que es responsable de algo, Pedro Sánchez se ha lanzado al ataque echando la culpa a "operadores privados" sin identificar, porque si lo hiciera se le caería la excusa. Al fin y al cabo, Red Eléctrica –ahora con el cursi nombre de Redeia–, es una empresa cuyo principal accionista es el Gobierno y que tiene al frente a una política sin ningún conocimiento sobre energía, pero sí una completa lealtad a Amado Líder. Como tantas y tantas otras empresas y organismos supuestamente independientes.

A estas horas, además, ya sabemos un parte sustancial de lo que ocurrió. El sistema eléctrico necesita que demanda y generación eléctrica vayan siempre a la par. Para lograr semejante milagro contamos con que, tomados en conjunto, una población es bastante estable en cuanto a sus necesidades de energía a lo largo del día, con lo que es relativamente sencillo saber cuánta demanda va a necesitarse en cada momento con antelación. Pero en todo caso es necesario disponer de suficientes centrales que puedan apagarse y encenderse a voluntad dependiendo de esas necesidades. Por eso, cada vez que añadimos molinos de viento o placas solares al sistema necesitamos contar con una central de gas, las llamadas de ciclo combinado, que permitan aportar energía cuando no luzca el sol o sople el viento. Para permitir que el sistema en su conjunto siempre pueda atender a la demanda de forma inmediata, sin demoras, porque una demora es un apagón. Por eso tenemos más del doble de capacidad teórica instalada de la que usamos en la práctica. Porque esa capacidad, en el caso de las renovables, es bajo el supuesto de que funcione al cien por cien, y casi nunca lo hace, necesitando centrales de respaldo para asegurarse de que no haya apagones.

Esas centrales de ciclo combinado aportan además otra cosa que el sistema necesita: inercia, esa palabra de la que llevamos muchas horas escuchando. La inercia es simplemente la capacidad de resistir a muy corto plazo a las diferencias entre oferta y demanda. Es como el amortiguador de un coche, capaz de absorber las pequeñas imperfecciones de la carretera para que parezca que circulamos sobre una superficie perfectamente plana. Las centrales de gas, así como las de petróleo, carbón y nucleares, aportan inercia al sistema por métodos físicos. Las renovables no. De modo que cuanto mayor el porcentaje de renovables, más frágil es el sistema ante cualquier evento inesperado: lo que antes era una pequeña piedrecita en el camino se convierte en un socavón que nos destroza el coche.

¿Han leído alguna vez esas noticias y mensajes en redes sociales que con alborozo dan cuenta de que tal día durante tanto tiempo España ha funcionado sólo con energía renovable? Pues no es para alegrarse. Es durante esos momentos cuanto más frágil es el sistema. Ayer, a las doce y media, aproximadamente tres cuartas partes de la energía consumida estaba siendo producida por fuentes renovables, que no aportaban inercia alguna. De modo que cuando se produjeron las dos desconexiones seguidas que Redeia ha identificado como causantes del apagón, el sistema eléctrico no tenía suficientes amortiguadores como para aguantar. Para protegerse, las demás centrales se desconectaron de la red. El evento más temido, el cero absoluto. Francia se pudo salvar desconectándose de nosotros, pero Portugal no: está demasiado integrada con nuestra red. Nuestro sistema eléctrico, como el ferroviario o el hidrológico, ha decaído poco a poco, y ahora de golpe nos hemos encontrado con las consecuencias de décadas de encarecimiento del suministro y aumento de su fragilidad. Pedro Sánchez en su comparecencia preparó el camino para hacernos creer que la causa real del apagón fueron esas dos incidencias, y buscarán echar la culpa a quien esté detrás de ellas. Ese será el relato, pero no la verdad. La verdad es que, de no haber sucedido ayer con esas desconexiones concretas, habría sucedido otro día con otras. Porque el problema real es que hemos convertido nuestro robusto sistema eléctrico en una frágil vasija de cristal que se rompe casi con mirarla. Y por eso sabemos que, de no hacer nada, volverá a pasar. Y como sabemos que Pedro Sánchez no hará nada, como no hizo nada en la dana ni hará nada para prevenir la siguiente, lo mejor que podemos hacer todos es prepararnos para la próxima. Porque habrá próxima.

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