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Adiós, ladrillo, adiós

Adiós, Mariano, adiós

 Gracias Don Mariano. Lamento que no tuviera ayer la valentía de despedirse en persona aunque, todo sea dicho, es de agradecer que nos mandara Ud. a su trío Karanka en lugar de la distante e impersonal plasma. Apenas año y medio, atesorando en su persona la mayor cuota de poder político desde que en España hay democracia, han bastado para arruinar la expectativa de que es capaz de darle la vuelta a la situación. No es reprochable. Una tarde ya lejana de marzo se dejó birlar la jugosa herencia que le habían puesto en las manos y que sin duda hubiera sabido administrar decentemente. Sin embargo, las crisis no son su fuerte, como se puso de manifiesto no sólo en aquellos infaustos días de marzo sino ya algunos meses antes cuando los hilillos de plastilina invadían su patria chica. La confirmación definitiva, no obstante, llegó con el incidente de helicóptero en Móstoles. Gracias al video todos tuvimos ocasión de comprobar la respuesta ante las adversidades de los accidentados.

Entre 2008 y 2009 cientos de miles de ciudadanos nos quedamos sin trabajo. No me refiero al contrato o al puesto de trabajo en sí, sino al puro contenido. Casi de un día para otro un sector completo de actividad -que contribuía al PIB en cifras de dos dígitos- desapareció del mapa. Arrasado. Mientras tanto, el resto de España seguía casi como si tal cosa. Apenas algún medio –básicamente algunos programas económicos de Radio Intereconomía y el entorno de Libertad Digital- se hacía eco de lo que estaba pasando y de lo que nos venía encima. Así las cosas, los silentes, anónimos e ignorados damnificados intentábamos buscarnos la vida como fuera. Sin mareas, sin escraches, sin derechos que reclamar, sin señalar culpables de nuestro destino. A mí me dio por escribir, por contar lo que había pasado en el sector. Tuve la fortuna de que a una editorial, modesta pero bien distribuida, le interesó mi historia. Encontré un contenido para mi nueva vida –escasa de ingresos, eso sí- que me ha entretenido y divertido durante estos años.

Nos cansábamos de criticar, cargados de razones y argumentos, a Zapatero, a Calamity Helen, a MAFO, a las Pajines y a los Pepiños, y esperábamos como agua de mayo nuevas elecciones que pusieran al frente del país a gente, no sé si más o menos decente, pero sí más preparada. La hoja de servicios del ejecutivo Aznar los avalaba. Y por fin llegó el gran día. Y no pasó nada. Un bonito discurso en Génova, y varios meses de silencio. “No es buena la precipitación, estará haciéndose con la situación y luego ya tomará las medidas que corresponda”.

Visto con distancia quizá hubiera sido mejor así: inacción total. Pero aguardaba un gran regalo para el nuevo año. Una subida brutal de impuestos. La siguiente andanada, el rescate financiero de las cajas de ahorros gestionadas por políticos, con nuestros impuestos. Para colmo, el rescate se quedó a medias, dejando el trabajo a medio hacer, que es lo mismo que no hacerlo pues, el supuesto efecto benéfico de la intervención –el saneamiento bancario, la vuelta de la confianza, la posibilidad de financiar ideas solventes y personas capaces- no se produjo. Y ¿después? La nada. O si acaso paulatinos aplastamientos de la libertad como, a nivel tributario, ya expliqué en este post.

En el resto de órdenes, más de lo mismo. Decepción y asunción a beneficio de inventario de la herencia del anterior Presidente: manteniendo la Educación para la Ciudadanía, avalando la negociación con los terroristas vascos, practicando el dontacredismo con el órdago catalanista, renunciando a la reforma educativa a la primera dificultad, dilatando una y otra vez la reforma del aborto,… siempre a la defensiva y dejando la iniciativa política a sus oponentes. Ni siquiera nos ha dado el gusto de poder echarnos un cigarro en un lugar a cubierto, aun con las precauciones y limitaciones que tuviera a bien requerir.

Y por fin ayer, 26 de abril. Muchas esperanzas puestas en el Plan Nacional de Reformas. “Seguro que por fin coge el toro por los cuernos”, dicen unos; “Es su última oportunidad”, piensan otros.

Le ha tocado una época difícil, Sr. Rajoy. Ni se lo reprocho ni le tengo rencor. Sólo le pido una cosa: no demore su salida. Ud. tiene la vida arreglada. Es registrador, una profesión muy bien pagada, y como expresidente seguro que le corresponderá una estupenda pensión vitalicia. Deje hueco a personas sin mácula dentro de su partido que, buena o mala, tengan una visión. Una idea de España que nos ilusione y nos haga creer en el futuro. Su idea no tiene que contentar a todos, basta con que crean en ella. Su confianza será nuestra confianza.

No nos condene a dos años y medio más de lenta agonía, cuando ya de antemano ha renunciado a poner el país en orden. Cuando se tira la toalla, hay que desalojar el ring. Dese prisa por una vez en su vida.

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