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Adiós, ladrillo, adiós

Querido Mariano: Que lo urgente no camufle lo importante

Hoy podría caer en la tentación de felicitarme y felicitarnos por el punto final del que sin ninguna duda ha sido el peor Gobierno que hemos vivido desde que tengo uso de razón. Pero el momento económico y social es tan extremadamente grave que no nos podemos relajar ni un solo momento. Si acaso un brevísimo paréntesis para dar la enhorabuena a Mariano Rajoy por su contundente victoria. Descuide, señor Rajoy, que no le voy a desear suerte –aún recuerdo cuando el hoy Cesante nos deseó a todos las “buenas noches” y la “buena suerte” después de mentir a la Nación en hora prime sobre la existencia misma de la crisis-. Por eso me limitaré a desearle un “buen sentido común”, una “buena valentía” y una “buena independencia”.

La urgencia del momento seguramente le llevará a Ud. a destinar las primeras horas de su mandato al acuciante problema de la deuda y del deficit. Y no se lo reprocho. España necesita sin más dilación un plan creíble de adecuación de sus gastos a sus ingresos, tras siete años y medio gobernados por un personaje con mentalidad de adolescente hijo de papá; por un individuo que, de haber vivido la ocasión, se hubiera quedado absorto escuchando a los músicos del Titanic, distraído en ocasiones contando las nubes de la noche estrellada del Atlántico Norte.

De Ud. espero más, esperamos todos mucho más, y el masivo voto que ha recibido no es un cheque en blanco y Ud. lo sabe. Su intervención más brillante durante la campaña electoral tuvo lugar en la entrevista que le hizo el miércoles por la noche Pepa Bueno –una periodista que cada día me gusta más- cuando dijo aquello que minutos después fue portada en la edición digital de El Mundo: Ningún medio, banco, empresa o sindicato me puede dar órdenes. Es posible que en aquel momento muchos dieran su voto a torcer con la ilusión de elegir como presidente a alguien libre e independiente. Y ahora va a tener ocasión de demostrarlo. Vaya que sí.

Permítame un inciso, Sr. Rajoy, para dirigirme al resto de lectores: la victoria de Rajoy no es la Parusía, por mucho que su toma de posesión vaya a coincidir prácticamente con el primer Advenimiento del Mesías. Los datos de este trimestre serán pésimos, como los del siguiente y el siguiente. No se extrañen si sobrepasamos la cifra de 6.000.000 de parados a lo largo del próximo año. Como dijo el Cesante hace unos meses, “España es un transatlántico”. Que va derecho al iceberg, añado yo. Y modificar el rumbo de los transatlánticos lleva su tiempo. Incluso no sabemos si la distancia al impacto hará inútiles los esfuerzos.

Por eso Sr. Rajoy, como ya he señalado, dedíquese en cuerpo y alma a lo urgente pero, ojo, no olvide lo importante. Y lo importante es que el barco necesita muchas reformas. Algunas que le atañen directamente en su condición de dueño y señor de un instrumento de poder tan influyente como un partido político. En este país, la gran mayoría -de izquierda, derecha o de centro- sabemos que el modelo está agotado. La separación efectiva de poderes –y hago hincapié en la del legislativo y el ejecutivo, casi siempre olvidada-, el cierre del modelo autonómico, y la democratización de los partidos políticos son inaplazables. Y no se deje ofuscar por la deriva del 15M. Que hayan secuestrado y adaptado la reivindicación a sus intereses no quiere decir que la inmensa mayoría del pueblo no coincida, en lo nuclear, en sus demandas. Hágalo sin miedo. Ni siquiera Felipe González llegó a atesorar tanto poder como el que va a tener en sus manos los próximos años. Y le voy a decir más: si no abre Ud. el melón, al cabo de una o dos legislaturas puede que la tarea finalmente recaiga en alguien tan voluble y relativista como quien le precede. Y ya no habrá modo de reconducir este viejo país.

Sr. Rajoy: en España no hay libre mercado. ¿No me cree? Dese una vuelta por el IBEX. Las treinta y pico mayores empresas del país -con cuyos dirigentes el Cesante gustó de reunirse en los estertores de su malhadado régimen- están conformadas por oligopolios y monopolios de facto que son la expresión más genuina del capitalismo crony. Unos tipos que arramplan el 50% del PIB a cambio de dar trabajo a tan solo el 4% de la población activa (seré generoso: ¿el 10%, el 15% si sumamos indirectos?). Si quiere profundizar en el concepto crony le aconsejo, Sr. Rajoy, que lea este excelente artículo de Jesús Cacho con ocasión del ocaso del mandamás de Sacyr. Haga uso, por favor, de su libertad e independencia proclamadas y afánese por construir un mercado con igualdad de oportunidades para todos dentro de un marco competitivo con reglas de juego claras, sencillas y justas. Y pocas. Porque otro de los males de la aciaga legislatura que enterramos ayer fue la inflación legislativa, como bien denunció Ud. en la citada entrevista de Pepa Bueno. ¿Sería mucho pedir que al final de su mandato nuestro IBEX tenga una composición parecida a la del Dow Jones? Le faltan canas y volumen para parecerse a Papá Noel, y manto y corona para semejarse a Melchor pero, ante la cercanía de la Navidad, no me resisto a enviar mi carta.

Sr. Rajoy, el sector inmobiliario necesita transformarse en una industria madura, fiable y eficiente, pero no le quiero dar la lata con las medidas y ajustes que harían falta para ello –tiempo habrá-. Sin embargo, hay un asunto que afecta de lleno al sector y que es casi tan importante y urgente como el que ocupa hoy sus desvelos que no quiero pasar por alto: el saneamiento de la banca. Permítame una pregunta: ¿le parece caro o barato el título del Santander a 5,61 euros –cierre del viernes-? Le responderé yo: No lo sé. Ni yo ni nadie que se esté planteando esa inversión. ¿Y sabe por qué? Porque desconocemos absolutamente el valor de su activo (no sólo inmobiliario, aunque fundamentalmente). Eso es la incertidumbre. Eso es el miedo. Eso es lo que mantiene cerrados los mercados mayoristas de financiación. Sólo se sostienen en pie, nuestros bancos, porque los mercados saben que cuentan con el aval implícito del Estado. Aval que, como sabe, en la última semana ha perdido mucho valor. No reincida en la estupidez de reforzar el Pasivo de unas entidades cuyo Activo es una incógnita. No sirve para nada.

Si me permite seguir con la metáfora religiosa, y habiendo dejado ya claro que Ud. no es ningún Mesías, sin embargo creo que sí puede ejercer de un buen Padre Confesor. Haga pasar al sector financiero sin excepción por el confesionario del Banco de España, y que le cuenten la verdad. En el fondo es muy parecido a lo que tiene que hacer Ud. en Bruselas: las cuentas claras. Y una vez conocida con pelos y señales la situación real, actúe. De cómo acometer la limpia, seguro que cuenta con fantásticos asesores que le pueden aconsejar mejor que yo. Sea cual sea la fórmula elegida no olvide tres cosas:

-         Que el Estado está para garantizar los ahorros de los españoles. Ni un duro más.

-         Que no pasa nada si una, varias o muchas entidades deben quebrar. En los Estados Unidos han quebrado cientos de bancos desde que empezó la crisis.

-         Que de las pérdidas y de la mala gestión en las entidades los que deben responder son sus gestores y sus accionistas. No el conjunto de los españoles.

Me preocupa que el jueves por la mañana, en la entrevista de la cadena Ser, dijera Ud. que era partidario de seguir fusionando entidades, ¿no sabe lo que pasa cuando en una cesta se juntan manzanas podridas con manzanas sanas? Porque si de verdad piensa así deje de buscar Ministro de Economía, ya tiene a MAFO.

Sr. Rajoy, los millones de españoles que ayer le dimos la confianza, tanto por activa –mediante el voto- como por pasiva –dejando de votar la alternativa-, lo hicimos con el convencimiento de que es Ud. una persona honrada y muy sensata. Desborde nuestras expectativas y demuestre que también es valiente, libre e independiente. Le ayudaremos a conseguirlo. Buenos días y enhorabuena.

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